Verbos de cal y arena. Mónica Balmelli. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mónica Balmelli
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788419198013
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      El jefe era una persona encantadora. La primera navidad que ella pasó allí, él los invitó a todos a cenar en un bar del Centro, formando una mesa larga, pero con una charla animada e interesante. Casi todos eran jóvenes y desbordaban energía.

      Uno de esos jóvenes era Joan. Se encargaba de supervisar y coordinar las entregas. Estaba pendiente de todos los mensajeros y sus rutas. Resolvía problemas dentro y fuera de la oficina.

      Un día, Daniela se sorprendió a sí misma observándolo. Él estaba de espaldas a ella, preparándose un café en la cocina. Le gustaba su espalda ancha. Era alto y delgado y siempre iba impecable, aunque no en plan formal. Era atento y tenía un sentido del humor inteligente y agudo. Sus ojos eran verdes, pero no como los de Bruno, que parecían del color del mar en un día de tormenta; los de Joan eran del color de la yerba mate.

      Ese día se dio cuenta de que Joan no le era para nada indiferente.

      Brillar

      Había quedado con Adriana para ir a un acto político. Daniela pasaría por su casa, la ayudaría con los niños y se irían los cuatro en bus. Era temprano por la tarde y hacía un día espléndido de comienzos de otoño. El viaje en bus con dos niños pequeños atravesando todo Montevideo no llegó a ser pesado. Iban conversando de todo un poco, Adriana la ponía al tanto de las nuevas habilidades de sus hijos y Daniela le contaba sobre su trabajo y también sobre Joan y lo mucho que le gustaba.

      Al llegar al lugar del acto, las calles y las plazas estaban llenas de gente con banderas y se palpaba un gran ambiente de camaradería. Grupos compartiendo un mate, gente que se había llevado sus sillas plegables, niños corriendo y chillando y la música animando antes de que comenzaran los discursos.

      Ya habían encontrado un lugar donde situarse para poder ver y oír a los oradores, cuando Daniela vio por el rabillo del ojo a Joan con otros jóvenes. Le dio un codazo a Adriana y acelerada le dijo señalando en su dirección- Mirá, ahí está Joan–

      Adriana no lo conocía, así que le preguntó cuál de todos era. Daniela, sin ser consciente de lo extraño que sonaría, le dijo : -Ese que está brillando, ¿no ves a ese que brilla?

      Adriana se la quedó mirando perpleja unos segundos y soltó una sonora carcajada. Daniela se acercó al grupo para saludarlo, notando la satisfacción en el rostro de Joan.

      Enamorar

      No hacía mucho tiempo que Daniela había terminado su relación con Fabián, y Joan lo sabía. Ellos hablaban a menudo, él la esperaba a veces para comer juntos y otras veces la acompañaba a su casa.

      Daniela tenía la sensación de que él estaba más que interesado en ella, pero también de que no quería presionarla de ningún modo. Ella agradecía ese gesto porque sabía que hay un proceso que es necesario vivir cuando una relación acaba. Pero, a la vez, Joan le gustaba tanto que, un día que se sentía fuerte y decidida, lo invitó a ir al cine para ver Forrest Gump. Quedaron en reunirse más tarde para ir a tomar algo antes de la película.

      Se encontraron en una plaza del Centro al atardecer. Fueron a comer algo antes de ir al cine. Al salir, aún les quedaba un buen rato antes de que comenzara la película. Se sentaron en un banco y se tomaron de la mano. Joan le dijo que hacía tiempo que la quería. Ella le dijo que lo sabía y que la forma que él tenía de cuidarla y de ser tan considerado también la había enamorado.

      Se besaron y se fueron con el alma abierta a ver una película ideal para ese estado emocional.

      Regalar

      Decidieron no decir nada en la oficina, al menos por un tiempo. Se veían todos los días en el trabajo y, cuando terminaban sus respectivas jornadas, volvían a verse.

      Él la acompañaba a la casa de su madre, a la que ella había vuelto cuando terminó con Fabián. Otras veces, ella iba a la casa de él.

      Joan vivía en la casa de su madre y tenía tres hermanos menores. Daniela aún no los conocía porque él tenía una habitación apartada de la casa y, como cuando iban era de noche, ni siquiera entraban a saludar.

      Una tarde él le dijo que quería presentarle a su familia. La primera impresión fue que la estudiaban, pero eso no le molestó en absoluto. Los que más la miraban eran su hermana Violeta y su hermano Alfredo.

      Violeta era de la edad de Paula y Alfredo estaba en plena adolescencia. La madre, Ester, y el hermano de 7 años, Víctor, hablaban poco y parecían tímidos.

      Daniela notó enseguida una relación en los nombres de los cuatro hermanos. Todos se llamaban como cantautores cuyas canciones eran de un importante contenido social.

      Por esa razón su suegra le cayó bien desde el principio. Si sus hijos se llamaran Julio, Raphael o Pimpinela, la historia hubiera sido otra.

      Ella era viuda, el padre de los tres mayores había muerto cuando Joan era adolescente. El pequeño Víctor era fruto de una relación posterior con un hombre español, al que Ester había conocido en Buenos Aires cuando, por diversos motivos, la familia había tenido que trasladarse a vivir allí. Habían estado viviendo fuera de Uruguay durante 10 años y en ese momento estaban intentando volver a establecerse. El padre de Víctor había vuelto a España, sin perder el contacto con su hijo ni con Ester, aunque ya no seguían su relación sentimental.

      Del encuentro de esa tarde, Joan luego le contó a Daniela que Violeta sospechaba que él tenía novia porque lo había visto limpiar y ordenar su habitación. Ella le había preguntado si la susodicha se llamaba Milagros, porque sólo uno haría que él se encomendara a semejante tarea. Daniela pensó que el humor agudo era cosa de familia.

      Un día, él le regaló un libro cancionero de Silvio Rodríguez con una dedicatoria que la hizo sentir que iba por donde tenía que ir en su vida : “Pequeña pongo a sus pies mi vida y mi condición, algunos dirán que es poco pero con ello va un corazón”.

      Era parte de una canción de Víctor Heredia que Daniela había escuchado muchas veces y deseó regalarle a él la parte que seguía de la canción : “le entrego la luz del día y su melodía de sol”.

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