Ante todo encontramos que un tema que se repite rigurosamente en los tres mitos de referencia está ausente en la historia de Edipo… Se trata de la prueba impuesta por el segundo rey, dado que lo que ocurre regularmente es que ese rey, en lugar de matar al joven al que considera peligroso, lo envía a enfrentarse con una prueba mortal, que es el medio que utiliza para eliminarlo.
El joven acepta el desafío, piensa que él va a poder triunfar allí donde todos los demás fracasaron.
La diferencia es grande en el mito de Edipo, ya que no hay prueba asignada por un rey. El encuentro con la Esfinge no obedece a un mandato impuesto por un rey «mandatario». A la Esfinge, Edipo la enfrenta por sí mismo cuando la encuentra en su camino.
Si observamos con cuidado, y allí se revela otra anomalía del mito, el solo suceso que, al decir de Goux, ocupa la misma posición secuencial que la prueba exigida por el rey hostil, no es otro que el encuentro con Layo que, como sabemos, precede a la confrontación con la Esfinge. Se trata del momento en que el joven Edipo, que logró sobrevivir a la amenaza oracular que precedía a su nacimiento, alcanza la edad en la que puede matar al rey y adueñarse del trono. Pero si en la estructura típica, en ese momento, el joven héroe se ve confrontado con la prueba impuesta por el rey, en el caso de Edipo se produce el asesinato del rey. Edipo mata a Layo.
El encuentro dramático con un rey también tiene vigencia en Edipo, como en los otros mitos de referencia. Sólo que el rey en lugar de imponerle una prueba donde estima que el héroe perderá la vida, es muerto inmediatamente, sin que en este acto sea reconocida su verdadera investidura. Porque Edipo no sabe que está matando a un rey y no sabe que ese rey es su padre. Según el mito regular, el rey Layo al encontrarse con Edipo, tenía que haberlo desafiado: «Bien…, si estás tan orgulloso y seguro de tus fuerzas, ve y enfrenta un enemigo digno de ti. Elimina a esa Esfinge que aterroriza a Tebas». En el mito regular hubiera ocurrido esto, en lugar de que Edipo mate sin gloria alguna, a bastonazos, a un anciano que se interpuso en su camino. Un anciano cuyo nombre desconoce, y cuyo disfraz de mendigo le impedirá saber que se trataba de Layo, el rey de Tebas.
En lugar de pasar por la prueba viril, violenta, que necesita el despliegue de todas las fuerzas del héroe, Edipo mata a un anciano mendigo.
Goux nos muestra que en la economía anormal, desviada, del mito de Edipo, los dos desvíos principales consisten en el asesinato del rey en lugar del cumplimiento de la prueba peligrosa, y en el casamiento con la madre, en lugar de con la hija de un tercer rey. Por un principio de razonamiento estructural, supondrá entonces que estos acontecimientos guardan relación entre sí.
Pero antes de señalar qué mecanismos de la estructura interna del mito pueden deducirse de ello, Goux sigue enumerando más anomalías.
En el mito universal, el héroe no puede salir victorioso de la prueba que le ha sido impuesta, sin la ayuda de uno o más dioses o diosas. Perseo, por ejemplo, es ayudado por Atenea a distinguir a la Medusa entre las tres Gorgonas. En todos los casos, dice Goux, es una constante significativa que el héroe sea asistido por los dioses. Edipo, en cambio, triunfa sobre la Esfinge sin ninguna ayuda de los dioses. Así lo expresará orgullosamente cuando le diga a Tiresias que él ha vencido a la Esfinge sin ayuda de nadie, mediante un mero esfuerzo de reflexión. Esto no puede dejar de tener algún sentido, dada la constancia en los otros mitos del héroe de la ayuda brindada por los dioses. El hecho de que Edipo se distinga por haber actuado solo, sin auxilio alguno, no puede para Goux dejar de tener algún sentido.
Otro punto a tener en cuenta es que la victoria de Edipo sin ayuda de los dioses tampoco está escalonada. Nos dice Goux que todos los otros héroes nunca han triunfado de una sola vez. En sus aventuras siempre hay etapas preparatorias más o menos largas que lo llevarán a la victoria final. El enfrentamiento con el monstruo (que casi siempre es una monstruo) va a ser escalonado y el héroe deberá atravesar una serie de obstáculos hasta llegar al momento culminante.
Edipo, en cambio, obtiene la victoria sobre la monstruo de una sola vez y lo que es más importante, con una sola palabra. Mientras que nuestros héroes de referencia obtienen la victoria en un combate sangriento, a fuerza de espada o de lanza, Edipo es el único que vence a la monstruosa Esfinge con el solo ejercicio de la inteligencia.
La explicación del famoso enigma es una prueba de lenguaje. Edipo no mata a la Esfinge en un acto de audacia guerrera, la Esfinge se mata sola. Se suicida tirándose al abismo una vez revelado el enigma.
La autodestrucción de la Esfinge es el gesto de humillación de alguien cuyo secreto ha sido revelado. La victoria de Edipo sobre la Esfinge es ante todo un suicidio, y un testimonio, eso sí, de la sabiduría de Edipo. Éste no es un héroe cuyo coraje o destreza con las armas ha vencido al adversario. Es un «sabio», alguien que ha resuelto el enigma, sin ayuda de los dioses. Ha encontrado la respuesta correcta en un ejercicio de lenguaje. Edipo es el poder de la inteligencia.
Y agrega Goux: Pero se trata de la inteligencia de un autodidacta, nadie le ha enseñado, no ha recibido ninguna lección, su razonamiento inteligente triunfa sobre el saber ancestral de los dioses, él no ha recibido ninguna enseñanza, ninguna ayuda divina fue necesaria en su caso para descifrar el enigma.
En síntesis, si la estructura de Edipo está ligada al mito heroico típico, lo está al modo de una parodia: a cada secuencia típica responde una anomalía, aunque estas anomalías puedan pasar desapercibidas, como de hecho ocurrió. Goux tiene razón al afirmar que ningún psicoanalista dio cuenta de estas anomalías, y sus críticas se dirigen sobre todo a Otto Rank, que no vaciló en otorgarle a Edipo el estatuto de mito del héroe.
¿En qué consistiría la parodia? En lugar del motivo universal —prueba impuesta por un rey— encontramos el asesinato del rey, que es el padre del héroe. En el enfrentamiento con el monstruo femenino no hay presencia de los dioses. Ni Atenea, ni Hermes están presentes, y tampoco Edipo recibe ayuda de los mortales, no hay consejo de un sabio ni aliento de una novia. En singular contraste con el héroe tipo, la victoria de Edipo sobre la Esfinge es una anomalía mítica. El triunfo es autodidáctico, ateo, intelectual. Tampoco hay escalonamiento de las pruebas que conducen a la victoria final y no hay movilización de la fuerza física sino ejercicio de la palabra. El corolario de todas estas anomalías es el suicidio del monstruo que aterraba a Tebas, y el premio no será el casamiento con una joven princesa sino con su propia madre.
La idea de Goux es poder establecer un lazo de causalidad entre las sorprendentes anomalías del mito de Edipo.
El contraste con los otros mitos lo lleva a las siguientes conclusiones:
— El combate con «la» monstruo es el pasaje obligado sin el cual no habría posibilidad de acceder a una unión no incestuosa.
— El asesinato del monstruo mujer, y no un ejercicio de inteligencia que produce su autoeliminación, es la condición de un casamiento no incestuoso. Edipo es aquel que, a pesar de su aparente éxito con la Esfinge, no ha pasado por la prueba de matarla él mismo.
— Descifrar un enigma no alcanza para desposar a una princesa. Para celebrar las bodas con una princesa es necesario combatir de un modo sangriento, movilizar otro tipo de energías.
— En la versión mítica el héroe atraviesa a golpe de lanza a la horrible y peligrosa monstruo, o decapita a la mujer serpiente, pero todo esto falta en Edipo.
¿Qué habrá querido decir Sófocles? Goux sugiere que Sófocles efectivamente quiso hacer una parodia.
Como poeta y dramaturgo genial, y profundo conocedor de la estructura de los mitos griegos, no puede ser que se haya equivocado, sino que a su criterio quiso parodiar el mito universal,