Estas citas, para mí enigmáticas, me decidieron a escribir este libro.
¿Cuáles son los clásicos con los que el psicoanálisis piensa la sexualidad masculina?
Fundamentalmente Edipo y Hamlet. ¿«Son o no son», Hamlet, pero también Edipo, partícipes activos o pasivos de la mascarada fálica? ¿Por qué no interrogarlos desde esta perspectiva? ¿Por qué entonces no interrogar también a otros enmascarados?, por ejemplo a Don Juan, sobre el cual hay algunas escasas referencias en los textos lacanianos. ¿Por qué no a Fausto? ¿Por qué no Casanova, cuya pasión por las mujeres está en las antípodas de la compulsión donjuanesca? ¿Cada uno de ellos representaría una posición deseante diferente respecto al objeto femenino, cada uno de ellos es una versión distinta del amor al falo que sostiene o impide, según el caso, la mascarada, y por lo tanto el también enigmático deseo sexual masculino?
Esta es la pregunta que, inspirada en la respuesta inaudible de Lacan, me servirá de brújula. Por eso, para abordar el tema de la sexualidad masculina, me he propuesto interrogar algunos personajes legendarios o literarios que nos ayuden a pensar las vicisitudes del deseo masculino y sus enigmas. Sus nombres son: Hamlet, Don Juan, Casanova, Fausto, Edipo y Antígona.
El mito del héroe
Muchos se han preguntado por qué Freud eligió a Edipo como héroe o antihéroe para sostener que el núcleo fundamental de las neurosis es el conflicto edípico. Es preciso recordar que es el odio al padre el que le abrió el camino al reconocimiento del deseo incestuoso por la madre. El deseo por la madre, Freud lo dedujo del odio al padre. Es el odio al padre lo primero en surgir en el autoanálisis de Freud y es el odio al padre el que lo lleva por vía deductiva hacia el deseo sexual (reprimido) por la madre. Esta es la secuencia temporal que Freud descubrió en la posición psicosexual del varón.
Muchos también han destacado que Edipo, sin embargo, no tuvo complejo de Edipo y que Freud redujo, forzó, o «soñó» el personaje trágico de Sófocles cuando bautizó con ese nombre al complejo familiar del neurótico, así como inventó un mito, el del padre de la horda, para dar cuenta de la relación entre el parricidio y la prohibición del incesto. Entre los que se preguntaron qué hizo Freud con el Edipo de Sófocles y Lacan con el complejo de Edipo freudiano, quiero destacar un autor, Jean-Joseph Goux, y un texto, Edipo filósofo, cuyas críticas merecen toda nuestra atención.
Goux se pregunta por qué Freud no tomó el mito del héroe como referente para la investigación y el tratamiento de la neurosis y para la construcción de la teoría psicoanalítica. Escuchémosle.
En el citado libro [3], Goux dice que es muy sorprendente el parecido que existe entre todos los mitos del héroe masculino en culturas diferentes, lo que ha dado lugar a múltiples tentativas sociológicas, antropológicas, psicológicas, de encontrar una trama en común subyacente a todos estos mitos. Cualesquiera sean las variantes en el establecimiento de la leyenda tipo, existiría una cadena de elementos idénticos que subyace a cada uno de los mitos heroicos particulares. Tanto la similitud de los motivos principales como la articulación general de la historia, desde las circunstancias del nacimiento del héroe hasta la conquista del poder, pasando por el matrimonio, autorizan a plantear la existencia de un monomito, mito único del héroe masculino, que es un monomito de investidura real. E inmediatamente plantea una pregunta: ¿qué relación existe entre el monomito y el mito de Edipo? ¿El monomito es o no edípico?
¿Podría derivarse de una estructura edípica profunda (inconsciente), aunque en su apariencia manifiesta el monomito no tenga que ver con el Edipo? ¿O por el contrario, el mito del rey Edipo es un desvío y una singularidad respecto a una estructura narrativa más fundamental, de carácter universal?
Para responder a esta pregunta Goux se va a basar en lo que él más ha estudiado, que es el mundo de la mitología griega reducida a un núcleo narrativo mínimo. Este núcleo narrativo surge del riguroso paralelismo entre tres mitos griegos de investidura real: Perseo, Belorofonte y Jasón, y por la puntuación sistemática de los elementos que tienen en común. La estructura de lo que podemos llamar el monomito, puede enunciarse de un modo simple que pone en evidencia la siguiente secuencia:
— Un Rey teme que un hombre más joven o aún por nacer, según la predicción de un oráculo, se apodere del trono. Intenta entonces por todos los medios evitar el nacimiento del niño o deshacerse de él.
— El futuro héroe escapará sin embargo al propósito del rey y logrará sobrevivir.
— Ya salido de la infancia se encontrará con otro Rey que también intentará eliminarlo asignándole al futuro héroe una tarea muy peligrosa, de la que le resultará imposible salir con vida. La prueba principal consiste en un combate contra un monstruo.
— El héroe logrará vencerlo, pero no lo hará sin la ayuda de los dioses, de un sabio, o de su futura prometida.
— La victoria sobre el monstruo conduce al héroe al casamiento con la hija de un tercer Rey, es decir que su prometida no es hija de ninguno de los dos reyes que intentaron eliminarlo.
El paralelismo y la puntuación de los motivos comunes conducen a la formulación de una intriga tipo, aunque extremadamente condensada y no visible a simple vista. El héroe griego típico entra en relación sucesiva con tres reyes diferentes.
Primero con un rey perseguidor, luego con un rey mandatario que le exige una prueba difícil que le puede costar la vida, y a la que el rey está seguro que no sobrevivirá, ya que muchos jóvenes antes que él perdieron la vida. Finalmente el héroe se casa con una joven que le es entregada por un rey donador.
¿En qué el mito de Edipo se parece y en qué difiere de esta trama tipo? El elemento común es el niño que constituye una amenaza para la vida del rey. Tanto en la historia de Perseo, como en la de Jasón, como en la de Edipo, el oráculo advierte al rey, antes del nacimiento del futuro héroe, la amenaza que ese nacimiento representa para él.
Asimismo los héroes (Perseo, Jasón, Belorofonte y también Edipo) lucharán más tarde con un monstruo al que lograrán vencer. Este es el rasgo constante en todos los mitos, incluido el de Edipo. El héroe es reconocido como tal, luego de su victoria sobre un ser monstruoso, victoria que lo distingue de los otros desdichados que no han pasado la prueba y que han perdido la vida. Perseo triunfa sobre la Gorgona; Belorofonte sobre La Quimera; Jasón sobre el monstruo inmortal guardián del Vellocino de Oro y Edipo sobre la Esfinge. Salvo en el caso de Jasón, en el que el sexo del monstruo no está bien definido, los otros son femeninos.
Finalmente cada una de estas victorias, conduce al héroe al casamiento. Perseo con Andrómeda; Belorofonte con Filonoé; Jasón con Medea y Edipo con Yocasta.
Es una ley del mito de investidura real que la victoria sobre el monstruo conduzca al héroe a desposar a la hija de un rey y de ese modo a ascender al trono. Pero precisamente en este punto, el parecido del mito de Edipo con los otros mitos no deja de plantear graves problemas, si en lugar de atenernos a la fórmula general —el héroe se casa con la hija del rey— la consideramos con mayor atención. A Goux le sorprende que los que han analizado el mito, Otto Rank en particular, no se hayan preguntado por esta diferencia que concierne especialmente al psicoanálisis, diferencia que muestra la irregularidad del mito de Edipo respecto al del héroe universal. Porque en este caso, como bien sabemos, no es con la hija del rey con quien se casa Edipo, sino con la viuda del rey Layo, que además es su propia madre.
Esta diferencia, en lo que concierne al matrimonio del héroe, debería por sí sola impedir la asimilación sin más de Edipo a los otros mitos e invita a considerarlo una anomalía en relación a la estructura típica del mito del héroe.
Sobre todo porque no es esta la única diferencia. El tema nupcial —con quién se casa Edipo— no es sino uno de los elementos de una distorsión que afectaría al conjunto