No hemos entendido el problema.
El agujero educativo.
Sesgos que nos ocultan la realidad.
No hemos sabido hablar del problema.
La confianza nos ha dejado ciegos.
CONSENSO, ¿QUÉ CONSENSO?
CUMBRES CLIMÁTICAS: DE RÍO DE JANEIRO A PARÍS
Un camino de piedras japonés.
¿Será suficiente París?
LA BOMBA DE RELOJERÍA
5. AÚN NO ES TARDE: CÓMO PARAR EL CAMBIO CLIMÁTICO
PROHIBIDOS LOS TRUCOS DE MAGIA
UNA HOJA DE RUTA PARA EL SIGLO XXI
UN NUEVO RELATO PARA EL CAMBIO CLIMÁTICO
Del individuo al colectivo.
Construyendo nuevo liderazgo.
Enmarcando una fotografía de familia.
Una nueva narrativa.
Innovar en la comunicación.
Arte y clima.
Un tema más de conversación.
Derribar el muro.
UNA CIUDADANÍA MÁS ALLÁ DEL CONSUMIDOR RESPONSABLE
Recetas de cocina para un mundo descarbonizado.
¿Es una buena idea abandonar el papel?
Movernos hacia el futuro: el transporte que vendrá.
Más allá del consumidor, más allá del habitante.
JUSTICIA, ECONOMÍA Y EL RETORNO DEL PODER
¿Justicia climática?
Tasas, papeles y cómo dar significado al desarrollo sostenible.
PONGÁMONOS A DIETA (ENERGÉTICA)
Desacoplando el futuro.
Gracias y hasta nunca, combustibles fósiles.
Evitando el iceberg a bordo del Titanic.
EL ARMA OCULTA DEL PLANETA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO
De fuente a sumidero: el camino necesario de la restauración ambiental.
El suelo, un aliado a la sombra.
LA ILUSIÓN DE HACERNOS UN PLANETA A MEDIDA
Una sombrilla para la playa cósmica.
La aspiradora de carbono.
EDUCAR PARA UN FUTURO CAMBIANTE
Reescribir los libros de texto y educar para el futuro.
Y sí, también los adultos tenemos que ir a la escuela.
NOTA SOBRE LAS FIGURAS, CITAS Y TRADUCCIONES
PRÓLOGO
Imaginemos por un momento una de aquellas escenas teatralmente dramáticas de una peli muda de los años veinte. Con una locomotora, a toda velocidad, dirigiéndose hacia un puente de travesaños de madera sobre dos precipicios. Con unos pasajeros distraídos: la madre que canta una canción de cuna a su hijita, los jóvenes juguetones que le gastan una broma al revisor, el huraño hombre de negocios que lee las últimas noticias de la bolsa, la chica que toma té al fondo...
De repente, a pocos quilómetros de llegar al precipicio, aparecen unos enmascarados a caballo. Pretenden asaltar el tren y obligarlo a detenerse... ¡haciendo saltar el puente por los aires con dinamita! ¡¡¡Boom!!!
En eso, uno de los maquinistas lo ve. ¡Avisa al otro del peligro y acciona bruscamente la palanca de freno! Algunos pasajeros tropiezan. El hombre de negocios protesta al revisor. ¡El frenazo lo ha distraído de la lectura!
La locomotora, sin embargo, avanza con fuerza hacia el abismo. ¡Los dos maquinistas alertan a los de atrás! «¡Eh, desenganchad los vagones!», se desgañita un rótulo. Pero no los oyen. ¡Maldito cine mudo! Así que los dos maquinistas son los únicos testigos del destino fatal al que se dirigen.
Y ahora paremos la proyección. ¡Luces!
Bien, así ‒muy teatralizado, reconozco la deformación profesional‒ tiene que ser como más o menos se sienten los expertos en ciencias ambientales y cambio climático. Tienen los datos, tienen las pruebas, saben que nos dirigimos a pegarnos el trastazo del milenio... y no pueden hacer nada más que desgañitarse, como en el cine mudo.
Eso tiene que ser realmente frustrante. Querio decir que, a mí, personalmente, me pondría de muy mal genio. No sé ya si el hecho de no poder hacer nada o de ver que no puedo hacer nada porque nadie me hace caso. Pero no los culpo, ¿eh? A los científicos no se lo han puesto nunca fácil. Esa sí que es una constante de la Humanidad. Hace siglos quemaron a Miquel Servet por decir que la sangre circulaba y Galileo se salvó por los pelos por decir que el Sol era el centro del Universo. Así que, Andreu Escrivà, ya puedes dar las gracias de que no te hayamos empalado en medio de la plaza por decir que la temperatura ha subido más de un grado desde finales del siglo xix, y que a este ritmo, en unas cuantas décadas, se tendrán que redibujar los mapas de nuestras ciudades y pueblos costeros.
El libro que tenéis en las manos es más que un libro. Es, para mí, un manual de supervivencia. Porque va más allá de la exposición de hechos: incluye cosas que aún estamos a tiempo de hacer. Podemos accionar la palanca de freno. O, incluso, cambiar de vía.
Aquí encontraréis algunas críticas hacia la sociedad, pero también autocrítica hacia el colectivo científico y ecologista. A mí, si me lo permitís, también me gustaría hacer una al gremio al que pertenezco, el de los medios de comunicación. Es indiscutible la nula implicación para recriminar a las autoridades la poca atención que dedican al medio ambiente más allá de hablar del tiempo. Y mira que, cuando se empecinan, son capaces de todo. Cuando quieren hacer subir un partido político, lo suben. Y cuando quieren desinflarlo, lo dejan en los huesos.
Los medios de comunicación son capaces de las cosas más indignas, pero también de las que más nos enriquecen y dignifican como sociedad. Según un estudio, el 88 % de la población española reconoce no tener ningún problema con los homosexuales. Estamos por encima de Canadá o Dinamarca. Mal me estaría decirlo, pero aunque en su momento se los criticara por frívolos, a principios de los 2000 hubo un estallido de programas llamados «de testimonios» donde muchos de los invitados eran homosexuales y hablaban de sus experiencias con naturalidad. Lo sé porque trabajé en uno de estos programas en la antigua televisión valenciana. Esos diez años ‒en todo el Estado‒ de contenidos tan gayfriendly normalizaron la imagen de los gais. De hecho, personajes como Boris Izaguirre