La condición de escritor de Jean Daragane, así como su nombre y apellido, remiten al propio Modiano por partida doble. Por un lado, porque su nombre completo es Jean Patrick y, por otro, porque el apellido del personaje se corresponde con el de Kiki Daragane, una joven de la que Modiano estuvo enamorado a los 14 años. Además, en Libro de familia, obra en la que los límites entre la autobiografía y la autoficción son particularmente difusos, el narrador dice que conserva entre los regalos que de joven le hizo una amante «la Historia natural de Buffon en una edición ilustrada, muy antigua y muy bonita» (LF 161). Y unas páginas más adelante, cuando visita el destartalado domicilio familiar del quai de Conti, asegura con tristeza
Entré en lo que había sido el despacho de mi padre y noté allí una sensación de saqueo total. Ni el sofá, ni la cortina, cuya tela a juego llevaba el adorno de unas ramas de color granate. (…) Ni el busto de Buffon en el centro de la chimenea. (…) Ya no quedaba nada (LF 183).
Y en Poupée blonde, su única obra de teatro, el personaje de Félix también echa a faltar «allí sobre la chimenea el busto de Buffon» (PB 92).
El pasaje de Para que no te pierdas en el barrio, en el que el escritor se identifica con el naturalista, ha sido comentado con humor por el propio Modiano.
Buffon forma parte de los autores del XVIII, que me gustan por su lengua límpida. Personifica la tristeza que siento por no estar más cerca de los árboles, de las flores, de los animales. Yo soy un escritor urbano. Me gustaría tanto tener el talento de los grandes novelistas rusos e ingleses para describir el campo, o el de André Dhôtel que consigue incluso convertirlo en surreal. Viviría allí de buen grado, pero estaría como un enfermo, incapaz como soy de conducir un coche, manejar un rastrillo o de cazar un topo… (Risas) (Garcin, 2014).
Pero el humor no puede esconder que esa nostalgia animal responde a una carencia como con carácter general ha explicado Desblache (2011: 31) y a la que seguimos en esta cuestión. Una carencia relacional de la cual, apunta, las más de las veces nos sentimos culpables. Porque en unos tiempos como los actuales, en los que las tecnologías, las industrias y el mercantilismo tienen una ascendencia creciente, la representación animal evoca el vacío dejado por la desaparición de los animales, recordando en qué medida ellos participan de esta «sociedad viva» de la cual depende nuestro bienestar. Y es que esa nostalgia es «inevitable» en una época en la que, como asegura Latour (1999: 99), el fin de la naturaleza significa también el fin de las certidumbres científicas sobre la naturaleza.
* * *
Ante la constatación de una presencia animal tan constante, rica y variada en la obra de Patrick Modiano, cabe preguntarse ¿por qué? ¿A qué experiencias vitales e influencias literarias responde? Y, sobre todo, ¿cuál es el sentido de la animalidad en Patrick Modiano, qué papel juega en la construcción de su mundo literario, cómo contribuye a su poética y a qué interrogantes filosóficos responde?
El análisis de la cuestión animal en el autor de Un pedigrí puede arrojar un poco de luz sobre algunas zonas de sombra en las que se difuminan el aliento poético y el impulso filosófico que impregnan una parte de su obra.
La animalidad, estudiada como una cuestión transversal que recorre la obra y la vida de Modiano, supone una nueva clave de aproximación a una compleja narrativa que, página a página, de libro en libro, se construye, deconstruye y reconstruye como las figuras de un caleidoscopio.
1.
SOY UN PERRO QUE HACE COMO QUE TIENE PEDIGRÍ
EN MAYO DE 1968, PATRICK MODIANO, un joven de 23 años que acababa de publicar un libro, tuvo la sensación de entrar, tras forzar la ventana, en un castillo que se parecía un poco al de la Bella durmiente del bosque, mientras en el exterior estallaban los cócteles molotov de la rue Gay-Lussac (Modiano, 2012c: 27). Ese libro era La place de l’étoile (LE) y aquel castillo encerraba un tema casi tabú en la Francia de la época, el París de la Ocupación.
Ya desde esta primera novela, la búsqueda del padre aparece como un tema dominante, asociando su figura al pasado de un París ocupado, por el que Albert Modiano había deambulado, dedicado a oscuros negocios con los colaboradores. De manera que la Ocupación, ese mantillo de olor venenoso del que procede narrador (LF 186), condiciona la elección de toda su poética novelesca. Una poética novelesca fundada, según Blanckeman (2009a: 7-8), sobre la alteración lógica, la elipsis narrativa, el encriptamiento metafórico y la sobreimpresión genérica. Blanckeman acota su obra recurriendo a la figura del desplazamiento: desplazamientos geográficos y formales, desplazamientos psíquicos y estéticos, desplazamientos históricos y de lenguaje.
Sin embargo, estos desplazamientos psíquicos no se limitan a las personas, sino que, como tendremos ocasión de ver, se extienden también a los animales. Pero antes, por un lado, en la primera parte de este capítulo, se reparará en ese desplazamiento temporal y en ese «putrefacto mantillo», que aporta una información básica y permite contextualizar el conjunto de una narrativa marcada por la carga del pasado. Por otro lado, se repasarán las circunstancias familiares de sus primeros años, para explicar la adscripción de su narrativa a la llamada «autoficción» y analizar cómo a través de la figura materna se incardina en ella el tema del perro.
1.1. «Mi memoria era anterior a mi nacimiento»: La historia como fermento de una memoria familiar
Desde sus primeras novelas, la figura del perro se asocia a la relación con el padre. En El lugar de la estrella, el padre del narrador aparece como un perro desgraciado. Y en Los paseos de circunvalación (PC), el joven héroe, tras enumerar a los comparsas de su padre, dice:
No es que me haga especial ilusión dar su pedigrí. (…) Si me intereso por estos desclasados, estos marginales, es para dar, al pasar por ellos, con la imagen escurridiza de mi padre. No sé casi nada de él. Pero me lo inventaré (PC 302).
La búsqueda de una identidad, de un pedigrí, y especialmente de la figura del padre es, por lo tanto, absolutamente determinante para este perro sin collar, este chien mal aimé, llamado Patrick, que a lo largo de la infancia y de la adolescencia deambula entre la casa del padre, la de la madre, la de personas extrañas a las que él y su hermano son confiados y por los internados colegiales que le apartan de un París del que le quieren bien lejos. Un París al que volverá con obstinación, escapándose de los confinamientos paternos, mediante una huida que primero es física y luego convertirá en literatura. Una huida material que luego se hace también formal, en una suerte de arte de la fuga literaria, en la que, al modo de variaciones, volverá una y otra vez escribiendo la misma historia desde distintas ficciones. Una historia y un estilo literario que cualquier lector suyo reconoce como lo que se ha venido a llamar «la petite musique de Modiano». Esa fascinación por la fuga física, enlaza su experiencia personal con las grandes huidas de la Francia ocupada. Una fuga que alcanza su plenitud en Dora Bruder (DB), la historia real de una joven judía en el París de la Ocupación que acabará sus días en el campo de concentración de Auschwitz y a la que la escritura intenta salvar del olvido.
La filiación problemática del padre de Modiano –judío errante, traficante del mercado negro próximo a los colaboradores– y los múltiples efectos retardados de los años 1940 a 1945 con sus secuelas íntimas son otra forma de ocupación, la de la