Una actividad extractiva emergente en la isla de Chiloé y Patagonia, que ha tomado gran importancia es la del musgo Sphagnum, una especie clave de los ecosistemas de turberas. Las fibras de Sphagnum son el segundo producto forestal no maderero más importante de Chile (Instituto Forestal de Chile, 2018; León et al., 2020). De acuerdo a León et al. (2020) su extracción se ha incrementado en más de un 150% entre 2007 y 2017, llegándose a exportar más de 3.500 toneladas anuales, principalmente a Taiwán, China y Estados Unidos. Esta especie otorga importantes servicios ecosistémicos asociados a la fijación y secuestro de carbono y la producción de fibra para la horticultura. Su extracción afecta negativamente la diversidad y composición de estas comunidades vegetales, así como el ciclo del agua y del carbono (Zegers et al., 2006; León et al., 2018) por lo que es imperativo regular su extracción y potenciar el conocimiento para su restauración y uso sustentable, sobre todo en el contexto de la entrada en vigor del Decreto 25, del Ministerio de Agricultura, que regula su extracción y demanda un plan de cosecha.
9. DISCUSIÓN
Este trabajo se abocó principalmente a revisar la información disponible respecto de los principales motores de cambio global que operan, con distinta intensidad, en la Patagonia chilena. Además, se generó información novedosa en los ámbitos del impacto del cambio climático y su variabilidad en la zona, así como respecto del impacto de este sobre la biodiversidad. Nuestros análisis son, sin embargo, muy preliminares y relevan la necesidad de resolver de mejor manera el impacto del cambio en el clima sobre las zonas costeras, sobre procesos ecosistémicos y las áreas protegidas de la región.
Existe un alto potencial de que muchas especies invasoras generen cambios en el funcionamiento del ecosistema que tengan retroalimentaciones positivas con otros motores de cambio global, como por ejemplo el cambio climático. Aquí sobresale el potencial del Pinus contorta y de Ulex europeus, en la alteración de la dinámica natural del fuego en la Patagonia norte chilena, lo cual aportaría dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera incrementando los impactos (reducción de precipitaciones, aumento en la temperatura) lo que afecta positivamente la flamabilidad de ambas especies (Norambuena et al., 2000; Taylor et al. 2017). Las retroalimentaciones positivas favorecen la presencia de otras especies exóticas o perturbaciones como el fuego, por lo que existe la amenaza de que ciertas áreas de la Patagonia pudieran constituirse en un “invasion meltdown” (Simberloff y Von Holle, 1999) donde fenómenos de facilitación entre especies invasoras podrían incrementar su establecimiento, distribución e impacto. Esto es particularmente relevante en Tierra del Fuego donde el número de especies exóticas de mamíferos y peces de agua dulce es mayor que el de especies nativas (Anderson et al., 2006b; Valenzuela et al., 2014) lo que hace que sea urgente el desarrollar barreras a la introducción de más especies y a la expansión de las ya introducidas (Schüttler et al., 2019) así como programas de monitoreo de los ecosistemas.
Otros motores de cambio como el turismo y el cambio en el uso de suelo asociado a la ganadería presentan tendencias al alza en la zona. El uso turístico del paisaje, que representa un 15,8% del territorio (Inostroza, 2015) sin duda tiene aún proyecciones de crecimiento en los próximos años como consecuencia de la expansión de la carretera austral y el puente del Chacao. De manera similar la actividad ganadera, que ocupa cerca del 24% del territorio de la Región de Magallanes (Inostroza, 2015), es una actividad cuya importancia tendería a aumentar en el largo plazo para luego disminuir (Fig. 3) por lo que es importante generar conocimiento básico que permita restaurar estos ecosistemas.
En general, la falta de conocimiento respecto del funcionamiento de los ecosistemas y, en especial sobre los ciclos de nutrientes, representa una brecha importante para evaluar y anticipar los impactos de los distintos motores del cambio global. En un escenario de cambio climático donde las temperaturas se incrementarán, y los eventos de precipitación serán cada vez más extremos, este conocimiento es esencial. La información disponible en la Patagonia argentina sugiere una fuerte interacción entre cambio climático y la actividad ganadera sobre el ciclo del carbono y en particular sobre el carbono orgánico del suelo (Peri et al., 2018). Estos autores sugieren que el manejo de la carga ganadera es esencial para la mantención de la productividad del suelo. Sin embargo, se requiere mayor investigación de largo plazo sobre procesos ecosistémicos claves asociados a la descomposición y ciclaje de nutrientes, así como de la microbiota del suelo.
Los cambios de temperatura del aire cerca de la superficie proyectados por modelos globales para la Patagonia son, en magnitud, menores que los esperados para otros sectores cono sur, en parte debido al efecto de aminoración térmica que genera la reducida masa terrestre en relación con el océano circundante y su inmensa inercia térmica. No obstante, existe consenso en que la Patagonia chilena aumentará la temperatura, aumento que varía espacialmente desde 1,1 a 1,7 °C hacia fines de siglo (2070) y bajo escenarios moderados de emisiones de gases con efecto invernadero (RCP4.5), valores que son comparable con los rangos actuales de variabilidad interanual sobre esta región, pero que pueden tener consecuencias importantes en el sistema terrestre y costero. De manera similar, la máxima disminución en precipitación corresponde a una reducción de entre 5,5 y 116 mm lo que concuerda con las tendencias a reducción señaladas por otros autores (Boisier et al., 2018). Aunque Patagonia presenta un clima híper húmedo, y estas diferencias proyectadas hacia fines de siglo no cambiarán tal condición, sí pueden llegar a tener un impacto sustancial en sistemas terrestres y marinos (Soto et al., 2019), estos últimos mediados por la caída en el transporte de agua dulce hacia la zona costera alterando los complejos balances hidrobiológicos en ese sector. Por lo demás, los cambios proyectados por los modelos dan cuenta de la alteración de la condición media. Sobre esta se superponen variaciones interanuales (como las producidas por el fenómeno ENOS) que pueden llevar a un incremento en la ocurrencia de sequias extremas como la ocurrida el verano de 2016 (Garreaud, 2018; Aguayo et al., 2019) con las gravísimas consecuencias socio-ambientales de las que fuimos testigos debido al gran evento FAN en el verano otoño de ese año (León-Muñoz et al., 2018). Lo anterior coincide con los análisis de excedencia de los modelos globales de clima, los que predicen un incremento en la probabilidad de observar eventos más extremos que los conocidos en las temperaturas mínimas y máximas y en la longitud e intensidad de sequías (Diffenbaugh et al., 2018).
Las modificaciones en la biodiversidad y en el funcionamiento de los ecosistemas producto de los cambios en el clima, son difíciles de predecir. Los estudios disponibles para la Patagonia chilena indican una tendencia a la reducción de la distribución del bosque siempreverde, turberas (Pliscoff et al., 2012) e importantes impactos sobre especies (Marquet et al., 2010) en interacción con otros motores de cambio como el fuego (Veblen y Markgraf, 1988; Armesto et al., 2010). La evidencia disponible señala que los ecosistemas Patagónicos han sido resilientes y capaces de adaptarse a las modificaciones del clima holocénico, sin embargo, se reportan grandes y abruptos cambios asociados a la colonización europea en el siglo XX lo que ha ido de la mano con un aumento en la incidencia de incendios, pérdida de hábitat e invasión de especies exóticas (Veblen et al., 2011, Moreno et al., 2019). En este contexto cobran especial relevancia