Para analizar su nomenclatura con la intención de visibilizar el papel de las mujeres en la sociedad y para que la sociedad y, en especial, el alumnado entiendan que las mujeres han aportado a la humanidad muchas otras sabidurías, además de la del cuidado de las personas, la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras elaboró, en 2016, una mapa interactivo de centros docentes con nombre femenino.1 En su realización no se contabilizó ni a vírgenes, ni a santas, salvo excepciones como Santa Teresa de Jesús, a la que, por ejemplo, sí se incluyó por su trabajo intelectual y su defensa de los derechos de las mujeres. En determinados casos, cuando fue posible, junto a los nombres y su localización se incluía una breve biografía. El resultado de dicho esfuerzo ha sido la elaboración de un mapa interactivo por provincias:
Tabla 1.
Datos de centros docentes con nombres de mujer por provincias
La exclusión de los centros con nombres de mujer que hacen referencia a personajes religiosos proporciona una visión parcialmente sesgada, porque, como muestra un estudio similar de la Secretaría de la Mujer de Ustea, la Confederación Intersindical Andaluza, publicado en 2012, en el caso de esta comunidad autónoma la mayoría de los centros con nombre de mujer aluden a vírgenes y santas, siendo este el único caso en el que los nombres de personajes femeninos superan a los personajes masculinos. Sin embargo, si como propone la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras eludimos este tipo de referencias en función de la laicidad, la muestra se reduce.
A la hora de tratar de analizar las profesiones de referencia de las mujeres que aparecen en este mapa, vemos que no se aportan datos acerca de muchas de las mujeres que dan su nombre a colegios e institutos. Los cerca de 900 centros analizados con nombres femeninos toman su denominación de hasta 600 mujeres distintas, pero solo se aporta información biográfica o profesional de una parte de ellas. Hay 374 centros de los que no se disponen datos de la vida u obra de la persona citada. En ocasiones, algunos adoptan su denominación de alguna profesional que fue maestra del centro o de una persona que fue importante o significativa para ese municipio, pero de la que no se señalan muchos datos más. En algunas provincias se observan repeticiones recurrentes de féminas importantes en la zona, como Rosalía de Castro en Galicia o Santa Teresa en Ávila. La poeta Gloria Fuertes es habitual en muchos centros de primaria y hemos podido documentar incluso la presencia del patronímico Hypatia en un instituto de Mairena del Aljarafe en Sevilla, en honor de la filósofa griega cuyo personaje popularizó la película Ágora de Alejandro Amenábar.
El análisis muestra cómo un total de tan solo un 2,81 % de los centros en el territorio nacional adoptan un nombre de mujer, siendo Canarias, con un 4,07 %, la provincia que mayor número de centros presenta en términos absolutos y Ávila la pro vin cia con mayor porcentaje de estos (6,5 %). En el extremo contrario, Lleida sería la que menos, con un 0, 99 % de sus centros con un patronímico femenino. Por lo que respecta a la identificación individual de los personajes, Gloria Fuertes, titular de 45 centros educativos, sería la mujer cuyo nombre es más popular, seguida por santa Teresa (35), Clara Campoamor (32) y María Montessori (23).
En lo tocante a las profesiones o la dedicación principal de las mujeres que dan nombre a nuestros centros escolares, sin contabilizar los 374 patronímicos sobre los que no se tienen datos ciertos y sin tener en consideración las reiteraciones, podemos intentar establecer una categorización. Hemos considerado un total de siete categorías: maestras y pedagogas; mujeres artistas, músicas y escritoras; mujeres pertenecientes a la nobleza y benefactoras de los centros escolares; políticas; científicas, y militares y heroínas de guerra.
La mayor presencia femenina se documenta gracias a las mujeres dedicadas al arte, la música y la literatura (49 %), destacando especialmente escritoras, poetisas y pianistas (Gloria Fuertes, Santa Teresa de Jesús o Concepción Arenal, por ejemplo). Aparecen igualmente actrices y cantantes de cierto renombre (como Rosa León). El segundo gran apartado estaría configurado, no sin cierta lógica, por los centros que deben su denominación a maestras, educadoras y pedagogas (22 %), en muchos casos gracias a mujeres que dedicaron parte de su carrera a ejercer en los centros que llevan su nombre. Respecto a las mujeres científicas, estas representan tan solo un 5 % del total, un porcentaje similar al de las nobles y benefactoras de los centros. De forma muy excepcional, al referirse a su formación académica, tan solo se hace referencia a cuatro mujeres en su condición de doctoras. Destaca, igualmente, el 3 % correspondiente a heroínas de guerra o militares, por tratarse de actividades tradicionalmente asociadas al sexo masculino (caso por ejemplo de Agustina de Aragón):
Figura 1.
Distribución de las profesiones/dedicaciones principales de las mujeres con centros docentes que llevan su nombre
3. Conclusiones
Nuestros resultados muestran cómo las denominaciones de los centros educativos siguen obedeciendo al discurso tradicionalmente imperante y mayoritario, según el cual los hombres son la norma y de acuerdo a ellos se explica, se construye y se visibiliza el espacio público. Es una aproximación que perpetúa la invisibilidad de las mujeres y que sigue vinculada a una concepción naturalizada de los roles masculinos y femeninos (Soto Villagrán, 2003), además de expresar la aceptación de la imagen representativa de lo que es público.
Cuestionar la nomenclatura con la que identificamos los lugares de creación, trasmisión, discusión y creación del conocimiento está, a nuestro modo de ver, en relación con los valores que orientan nuestra acción y los modelos de vida que proponemos a nuestros niños y jóvenes. Estaría igualmente relacionado con la existencia de un movimiento de reivindicación de los espacios público y educativo respecto al derecho a la memoria social y a la memoria espacial desde la perspectiva de género. No en vano, «los espacios que ocupan las mujeres tienen una íntima vinculación con el orden social y con el mantenimiento, la creación y la potencial transformación de situaciones de dominación» (Soto, 2003).
La ausencia de las mujeres del espacio público no es sino un ejemplo más de su desvalorización y su posición secundaria dentro de las sociedades. Esto explica la existencia de un desafío social que exige promover las políticas sociales urbanas y espaciales que ataquen las discriminaciones que imposibilitan o reducen el ámbito de la ciudadanía (Borja y Muxi, 2000). Modificar la nomenclatura de los centros escolares para otorgar una mayor representatividad a las mujeres escritoras, científicas, políticas o educadoras implica poner en marcha un proceso de cambio, de transformación y de creación de nuevos lugares en el espacio público que se constituyen, como los monumentos, los nombres de las calles o los centros de trabajo, en referencias identificables que ayudan a configurar un «imaginario femenino urbano» que marca la cotidianidad de la experiencia de hombres y mujeres (Del Valle, 1991: 233; Soto, 2003). Como bien señalan Borja y Muxi (2000), «ser visto y ser reconocido por otros es una condición de ciudadanía: se puede ser plenamente ciudadano cuando los otros te ven y te reconocen» (p. 77).
Bibliografía
BORJA, J. y Z. MUXÍ (2000): El espacio público, ciudad y ciudadanía, Barcelona, Electa.
CEVEDIO, M. (2003): Arquitectura y género, espacio público/espacio privado, Barcelona, Icaria.
DEL VALLE, T. (1991): El espacio y el tiempo en las relaciones de género. KOBIE (Serie Antropología Cultural), Bilbao, Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia, n.º V.
FALCÓ, R. (2003): La arqueología del género: Espacios de mujeres, mujeres con espacio, Alicante, Centro de Estudios sobre la Mujer, Universitat d’Alacant-Bancaja.
HAYDEN, D. (1980): «What would a non-sexist city be like.