2.2 El Lugar: La CASA Natal
Pues bien, allá nací, …a fines de agosto de 1948, – post Segunda Guerra Mundial – … en la Campiña…, zona de montañas, bosques, viñedos y huertas… cerca de Laporie (Laporje); un muy pequeño pueblito, con solo un par de casas, una Escuela y una Iglesia. Era una casa sita en un lugar muy solitario, con dos ó tres vecinos bastante lejanos. La casa era muy antigua, (de varios cientos de años), con mampostería externa de material … las paredes de adobe, estimo entre 40 y 50 cm de espesor… y techo de paja; la casa tenía 3 ó 4 ventanas muy pequeñas y en invierno – por el frío – se colocaba otra hoja fija exterior, para una mayor protección contra el frio intenso y extremo. Se accedía a la casa por el frente, por una puerta de acceso que daba a un salón principal de uso común y por el fondo había una cocina a leña con la cual también se calefaccionaba el salón principal en invierno; allí se comunicaba con un pequeño lavadero/ depósito y una salida hacia el fondo. Había dos pequeños dormitorios, uno hacia el frente y otro al contra frente. A continuación de la cocina, hacia el lateral izquierdo y adosado a la casa principal, existía un galpón de madera con techo a dos aguas de madera, donde se guardaban productos de la cosecha y/o granja/huerta … y algunos animales que hubiera, Gallinas, Conejos, Vacas, etc. Mi madre con mi abuela se encargaban solas del mantenimiento y el cultivo de la huerta/quinta existente en los fondos de la casa y además, de todos los quehaceres propios de la casa; lavaba, planchaba, era muy buena Cocinera y Costurera, dado que en su juventud, cursó dichos estudios y resultó más que eficiente, en ambos menesteres. La mayoría de la ropa que usábamos con mi hermano, mi madre la confeccionaba ó arreglaba sola y además todo lo hacía a mano.
Recuerdo que, en una época, hubo una Vaca muy flaca y viejita… de color blanco con manchas negras, era tan flaca, pura piel y huesos, que casi no daba la leche para mi hermano y para mi. También, en otra época, teníamos un pequeño chanchito que lo criábamos en casa …pero, para una Navidad, en pleno invierno y gran nevada, mi madre y la abuela decidieron hacerlo sacrificar…– yo tenía estimo 8 años y medio– para ello llamaron a varios interesados (vecinos de otros pueblos) que hacían ese trabajo, a cambio de algunas piezas ó trozos de carne que se daban en parte de pago… yo tenía que tener al chancho de la cola y luego, en una bandeja se juntaba la sangre con la cual mi madre y la abuela preparaban, con otros ingredientes, (desconozco) una comida muy especial, riquísima (tipo pizza) que algún día me gustaría poder repetirla. También hacían los chorizos y morcillas caseras. Algunas partes de la carne y los chorizos se ahumaban colgándolos en la chimenea de ventilación, existente de la cocina.
En la casa había corriente eléctrica con instalación muy precaria con 3 ó 4 lámparas No existía calefacción alguna ni agua corriente ni radio… ni TV… ni heladera… ni lavarropas… ni desagües cloacales. El Baño se hallaba, en la parte trasera y fuera de la casa, a la intemperie… separado entre 3 y 4 metros de la casa… construido sobre un amplio pozo en tablillas de madera muy rudimentarias y con separaciones entre si, lo que permitía tener muy buena vista hacia el exterior y buena ventilación del lugar. También existía separado de la casa un pequeño galpón para guardar las herramientas y utensilios que se utilizaban para el cultivo y mantenimiento de la huerta. En ese galpón había, un molino manual, de piedra, para moler el trigo y/o maíz y obtener – en forma muy precaria – harinas, maicenas y su posterior utilización para elaborar el Pan Casero, la Polenta, etc… En el Frente de la casa había un aljibe – con pozo profundo – de donde sacábamos el agua para el consumo diario… en más de una oportunidad no había agua. No existía un baño con los artefactos y accesorios actuales, ni ducha… Para lavarnos, nuestra madre calentaba agua en una cocina a leña y nos sentaba en un gran recipiente de chapa (tipo galvanizada) que colocaba en el piso …y “así nos bañábamos”, pero igual, lo disfrutábamos y éramos muy felices. Hacia un costado de la casa existían varios árboles frutales… manzanos… peras… ciruelas… guindas… cerezas, etc. Hacia el fondo, a pocos metros de la casa, mi madre tenía una huerta, allí cultivaba y plantaba, verduras, legumbres, zanahorias, papas, pepinos, zapallos, lechugas, tomates etc. todo para uso y consumo propio y /o para el pago de alguna tasa ó impuesto al Gobierno y/o por los servicios de terceros que realizaban alguna tarea en la casa y/o en la huerta. A continuación de la huerta, existía un pequeño viñedo, (Una sola fila) casi lindando con un inmenso bosque allí existente. Todo ello era trabajado por mi madre y su mama (La abuela) y en alguna medida, cuando mi hermano y yo éramos un poco más grandes, participábamos y ayudábamos en algunas tareas que estaban a nuestro alcance.
En muchas oportunidades, mi madre le pedía a algún vecino para que le ayude ó realice las tareas más pesadas en la huerta ó en la casa, pero eso era siempre a cambio de comida y/o entrega de productos que se cultivaban en la huerta. Entre los vecinos que en alguna oportunidad vino a la casa a realizar algunos trabajos que mi madre y la abuela no podían realizar, recuerdo a un señor ya mayor, que en la mano derecha le faltaban el dedo índice y el medio (por un accidente), pero lo más interesante es que cada tanto venía con una pequeña acordeón (a botonera) – y con esa mano de solo tres dedos – tocaba la acordeón en forma espectacular, yo no me cansaba de escucharlo y mirar como lo hacía. Ello motivó, que al venir a la argentina, uno de mis primeros deseos era poder tener y tocar una acordeón al poco tiempo mi padre me la compró estudié teoría y solfeo durante casi tres años y luego por razones de trabajo, estudio y familia debí dajarla un poco de lado… pero aun la conservo en la actualidad y cada tanto le hago sonar algunas notas.
Por el frente de la casa y bastante cerca, había un camino para circulación vehicular, muy precario. Por ese camino se llegaba a Slovenska Bistrica y a Maribor, la segunda ciudad más importante de Eslovenia. Recuerdo que mi madre me llevó, en alguna oportunidad, a esas ciudades, que quedaban a un par de kilómetros de casa, con su bicicleta vieja y en estado muy deplorable. Por dicho camino pasaba esporádicamente algún vehículo, (camiones, carros), pero en la época invernal, solamente lograban pasar muy pocos, porque generalmente dicho camino estaba intransitable y bloqueado por la nieve. Tampoco pasaban los micros, trenes ni colectivos en la zona. De chicos, como entretenimiento, cada vez que pasaba un vehículo por el lugar, corríamos detrás de los mismos y tratábamos alcanzarlos y/o colgarnos de ellos en su parte posterior, pasaban bastante lento dado que en frente de nuestra casa comenzaba una importante loma ó subida… para nosotros, eso era todo un acontecimiento y divertimento. Actualmente, en el mismo lugar, existe una amplia ruta que une los distintos pueblos y ciudades.
Capítulo 3
MI INFANCIA
Desde agosto de 1948 hasta marzo 1958, fecha que llegué a la Argentina, conservo muy lindos recuerdos de mi infancia, aunque reconozco que haya sido muy dura. Pues bien, vivíamos solos en la casa referida más arriba, con mi mama, mi abuela y mi hermano de un año y medio mayor que yo. Digo solos, porque mi padre, cuando yo tenía apenas tres meses, debió fugarse del lugar por no comulgar ó compartir con las ideas políticas del gobierno socialista existente, hecho del cual me explayaré – capítulo aparte – más adelante. Nos alimentábamos con los productos de la huerta que cultivaban mi mama y la abuela y/o los que se conseguían en el bosque, gran variedad de hongos. Mi madre, ya de chica estudió el arte culinario y era muy buena cocinera. Ella misma hacia el pan casero con el trigo que se molía personalmente … la polenta se comía casi a diario la única bebida que conocíamos era el AGUA que extraíamos del aljibe. (No conocíamos ninguna gaseosa, yogurt, ni un jugo) La vaca que hubo en un tiempo, era muy vieja y flaca, la ordeñábamos cada tanto – también yo lo hacía –, pero daba tan poca leche que no alcanzaba para mi hermano y para mi… ante ello, muchas veces, mi madre le pedía un poco de leche a algún vecino, para nosotros y a cambio de algunos productos de huerta que ella cultivaba.
Cuando teníamos hambre, en más de una oportunidad, nos subíamos a algún árbol frutal que existían cerca de la casa y nos comíamos todas las frutas que encontrábamos en esos árboles, nos “llenábamos la panza” con manzanas, peras, ciruelas, etc. Apenas alcanzábamos a bajar y debíamos correr al bosque lindero por cuestiones de urgencias obvias. También, cuando tenía hambre, solía comer los pepinos existentes en la huerta, los arrancaba y allí mismo me los comía (hoy