En cuarto lugar, hay aspectos militares del conflicto que no han sido abordados hasta el momento de una manera tan exhaustiva como cabría esperarse. Estas investigaciones ya han comenzado a realizarse, con casos como el estudio de la defensa pasiva de la ciudad de Valencia o el desarrollo de la batalla de Valencia,27 pero quedan aún ámbitos en los que la profundización es necesaria. Por ejemplo, las acciones militares del ejército republicano en forma de incursiones aéreas, es decir, si bien los bombardeos sobre ciudades de la retaguardia republicana, llevadas a cabo por las fuerzas integradas en el ejército golpista, ya sean españolas, alemanas o italianas, tienen un fuerte arraigo y tradición, menos lo son dichas acciones en sentido contrario. Empieza a corregirse dicha situación con las investigaciones de David Alegre, en el caso de Teruel, y de Juan Boris Ruiz Núñez, con los bombardeos llevados a cabo por la aviación republicana,28 pero es necesario insistir en dicha línea de que, aun siendo el ejército que perdió la guerra, el conocimiento de sus efectivos, estrategias y acciones es fundamental. Y del mismo modo cabría intentar realizar, en la medida que las fuentes lo permitan, una historia social de los ejércitos, a través del análisis de sus combatientes, los testimonios que estos puedan aportarnos, su extracción social, sus vestigios, y saber qué acabó pasando con ellos: si es que fueron heridos, hechos prisioneros, volvieron a sus casas tras el conflicto, o murieron en el frente, y, en este último caso, si sus restos fueron o no enviados a sus lugares de origen o no.29 Además, sería de gran interés intentar reconstruir el impacto y la evolución psicológicas del combatiente, como se ha hecho ya en otros conflictos de gran envergadura para los países afectados, como la Primera y la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Vietnam. Será complicado por la falta de testimonios orales que den cuenta de todo ello, pero, en la medida que el acceso a las fuentes sea posible, es necesario conocer cómo vivieron aquellos jóvenes, convertidos en soldados, la experiencia de la guerra, más allá de discursos heroicos y militantes, y qué supuso en sus vidas tras ella, si es que la tuvieron.30
Una quinta línea de trabajo es la centrada en los aspectos internacionales y transnacionales del conflicto, como el análisis del antifascismo como factor movilizador y su calado –o no– dentro de las concepciones de las diferentes fuerzas políticas y sindicales en lucha. Es mucho lo realizado en este campo, 31 pues junto a la represión y la violencia han sido aspectos de gran preocupación para la historiografía, pero nunca deben obviarse algunas cuestiones o aspectos a tener en cuenta, como las concepciones transnacionales que pueden afectar al conflicto en forma de movilización o desmovilización, cuestión esencial para el desarrollo de la misma guerra. Por tanto, dichas concepciones, incluso en escenarios no explorados –como los actores internacionales de segunda fila, pero presentes, por ejemplo, en la Sociedad de Naciones, y a los que España había encabezado desde los años veinte, y también más allá de sus gobiernos, las fuerzas políticas de dichos países–, y con nuevos parámetros no utilizados, deben ser tenidas en cuenta para, incluso en un campo con tanto desarrollo, continuar profundizando en el conocimiento de la Guerra Civil.
La represión y la violencia son, como ya se ha comentados, dos campos a los que se ha prestado, como es lógico, una atención preferencial desde los años noventa, con obras de una altísima calidad que siguen siendo de referencia. Pero, en todo caso, aún faltan obras que analicen de forma profunda, crítica y sin objetivos militantes y reivindicativos el funcionamiento del aparato judicial en la retaguardia republicana y de su/s aparato/s represor/es, muchas veces paralelos y poco interrelacionados, ya sea en forma de violencia descontrolada o en forma de checas, independientes del aparato judicial del Estado republicano.32
Además, es fundamental continuar profundizando el conocimiento de la represión hacia los propios aliados, es decir, cómo se producía, cuándo y por qué la acción represora hacia los miembros del propio bando: represión franquista hacia potenciales aliados, y represión contra socialistas, anarquistas, comunistas, republicanos y poumistas, dentro del republicano, y cuyas denuncias se sucedieron a lo largo del conflicto, sobre todo desde mediados de 1937. Del mismo modo, continúa siendo esencial profundizar en la represión y la violencia desde una perspectiva de género, atendiendo también, de forma interrelacionada, a otros tipos de características e identidades, más allá de las tradicionalmente abordadas (las políticas, las religiosas, e incluso las nacionales).
Por último, la memoria de la Guerra Civil es uno de los campos de estudio más fructíferos de la última década y que continúa despertando un notable interés. Con los debates (historiográficos y políticos) sobre la memoria histórica en torno a la guerra y el franquismo como escenario, en los últimos años se han publicado no pocas investigaciones que analizan el papel de las memorias y de producciones literarias, cinematográficas o artísticas en la recuperación, elaboración y transmisión de lo que representó el conflicto para la sociedad española. Cabría seguir profundizando en ello, sobre todo desde materiales menos trabajados. Tal y como demuestra Carlos Fuertes, el campo de la educación, sobre todo en torno a los productos que contiene y en los que muchas veces se basa, es esencial para contemplar cómo se producen y reproducen discursos en torno a la Guerra Civil que provocan que nuestros conciudadanos tengan ideas incompletas, falsificadas o falsamente neutrales sobre dicho conflicto, sus causas, su desarrollo y sus consecuencias.33
Es por ello que el análisis de la construcción de los discursos en torno a este conflicto, su conmemoración y su recuerdo debe abarcar nuevos terrenos poco transitados como, por ejemplo, la historia urbana. En íntima relación se sitúa la recuperación y puesta en valor del patrimonio. En este sentido, no sólo es fundamental el análisis de aquello que se hizo –o no– en el presente de los hechos acaecidos analizados, como hace magníficamente en este volumen Rebeca Saavedra,34 sino que comienza a ser fundamental también el estudio de aquello que queda, su recuperación y su puesta en valor. De este modo, el estudio del patrimonio en el período, el cambio en los entramados urbanos y en el paisaje, la transformación posterior y su conservación, o no. Y no debe quedar fuera del ámbito de los estudiosos de la Guerra Civil la preocupación por dichos vestigios, mejor o peor conservados, que pueden servir tanto para el estudio directo como para una de las que deben ser nuestras preocupaciones esenciales como historiadores: la difusión social del conocimiento, para lo cual este patrimonio es de una importancia crucial. De este modo, construcciones civiles y militares deben ser protegidas, recuperadas, conservadas, restauradas e incluso musealizadas. Su potencial didáctico, educativo y memorialístico es enorme y da posibilidades que no deben ser despreciadas.
Todo ello muestra cómo la Guerra Civil es aún un campo de gran potencialidad para los investigadores del presente y del futuro. Fijando la mirada en escenarios locales, provinciales y regionales, analizándolos de forma diferente, gracias a nuevas perspectivas y preguntas y gracias a las nuevas