Por otro lado, Moscovici recoge en parte las ideas de Durkheim, pero las dota de un mayor diálogo entre lo colectivo y lo individual, relacionando lo psicológico con lo social.32 El autor cuestiona que la concepción de Durkheim es muy amplia, pues pretende abarcar todo lo que se considera social, por lo que Moscovici aduce que es difícil determinar representaciones colectivas de lo religioso, científico, mítico, entre otros elementos, pues estas son heterogéneas y no pueden definirse con solo algunas características generales. Más bien señala que se deben entender como formas específicas de comprender y comunicar lo que sabemos.
Para Moscovici las representaciones son fenómenos que necesitan ser descritos y explicados, pues están relacionados con formas particulares de entender y comunicar la realidad.33 Por eso los cataloga como producciones sociales, pero se diferencia de Durkheim en que estas se configuraban a partir de una construcción social donde los individuos son en conjunto productores de ideas acerca de objetos, comportamientos, realidades, entre otros.34
Por su parte, Wolfang Wagner, Nicky Hayes y Fátima Flores,35 inspirados en Moscovici, le dan al aspecto social y cultural una fuerte relevancia. En primer lugar, situados en la teoría de las representaciones sociales, estos autores afirman que detrás de las representaciones individuales existe un trasfondo social amplio que tiene una trayectoria histórica de larga duración. Las concepciones del mundo, del trabajo, del ocio, son cosas que vienen construyéndose socialmente y que se sitúan en lo individual de una manera constante y también cambiante.
La representación social se caracteriza por ser una especie de imagen en la que operan lo estructural, lo cognitivo, lo afectivo, lo metafórico, entre otros. Cuando se habla de lo estructural, los autores se refieren a una descripción que contiene una red de afirmaciones sobre determinado tema, problema, objeto u otro asunto de relevancia social que forma un “constructo parecido a una teoría”.36 Lo afectivo también está presente, pues desde lo metafórico e icónico, que en muchas ocasiones remplazan el lenguaje, hay relaciones que afectan a los individuos en su cotidianidad.
Siguiendo con lo anterior, la representación no es una proposición, sino más bien un intricado más complejo donde lo simbólico también se incluye en las representaciones que median entre el individuo y el grupo social. La representación, por tanto, no surge de la observación directa de objetos o fenómenos, sino que se produce gracias a la relación que hay entre el individuo, la sociedad y lo que es representado. Al representar una forma de comportamiento, no se tiene en cuenta solo lo que determinada persona observa, sino cómo lo observa y por qué lo observa de esa manera, por lo que se tiene en cuenta que el pensamiento está mediado por un contexto. Dicen Wolfang, Hayes y Flores: “Existen gatos y gatos sagrados, bloques de apartamentos y edificios majestuosos”.37
Estas representaciones tienen efectos pragmáticos, pues no solo se trata de la existencia de la representación, sino que esta puede tener consecuencias sobre las interacciones sociales entre grupos, sobre formas de comportamiento individuales y colectivas, o en el acercamiento o alejamiento de otros grupos o instituciones sociales, así como afirma la identidad y justifica la discriminación. Concluyendo con una mirada amplia sobre el asunto, dice Dan Sperber:
El término “representación social” identifica el proceso del origen, cambio y elaboración de la descripción icónica […] de las cosas en el discurso de los grupos sociales. […]. Utilizando la analogía de la expansión de una enfermedad, podemos hablar de un proceso epidemiológico, en el curso del cual, nuevas o cambiadas representaciones sociales llegan a establecerse en el sistema de conocimiento de los miembros de un grupo.38
Al hablar de las representaciones, se puede observar cómo desde la materialidad de la prensa católica se exhiben ideas específicas sobre el trabajador rural y urbano, y sobre el uso de su tiempo libre. Como ya indiqué, no es mi objetivo analizar las representaciones generadas por los habitantes urbanos o rurales, ni cómo estas se desarrollan, sino específicamente las que la prensa católica emite en sus páginas: el interés está en la prensa y su mensaje. Es importante señalar que estas representaciones fueron elaboradas en la prensa usando dos vías: una primera, para evidenciar la situación de los trabajadores o sus características reales, fueran estas positivas o negativas; y la segunda, para promover un modelo ideal o un deber ser de ellos. No pretendo señalar que había una sola realidad de la situación en concreto, sino que se presenta lo que para la prensa era la situación real.
Por otro lado, para la prensa católica, la idea de desarrollo y subdesarrollo fue clave en las representaciones que se hicieron sobre sobre los trabajadores, por tal razón, fue necesario considerar estos conceptos desde la mirada crítica de Arturo Escobar y Theotônio dos Santos.39
Surgido después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos y en Europa, el concepto desarrollo se instaló en las agendas públicas internacionales. Se partía de la idea de que “producir más era la clave para la paz y la prosperidad”.40 Desde los países industrializados e instituciones internacionales, como la ONU o el Banco Mundial, se establecieron los lineamientos de acción.41
Del desarrollo se desprendía el concepto de subdesarrollo, el cual se planteó como una fase previa del primero. La idea en concreto era que los países denominados subdesarrollados siguieran las acciones que llevaron a los países desarrollados a industrializarse. Estas eran: modernizarse a nivel tecnológico, educar a su población y promover el conocimiento. El antropólogo Arturo Escobar indicó que dicho propósito resultaba altamente ambicioso, pues consistía en “crear las condiciones necesarias para reproducir en todo el mundo los rasgos característicos de las sociedades avanzadas de la época”.42 Se trataba de “trasplantar el árbol de la ciencia y la investigación de los países desarrollados a los subdesarrollados”.43 Por su parte, Theotônio dos Santos afirmaba que “era imposible esconder la evidencia de que se consideraba la sociedad moderna, que naciera en Europa y se afirmara en los Estados Unidos de América, como un ideal a alcanzar y una meta sociopolítica a conquistar”.44
Esta idea, al convertirse en hegemónica en los círculos de poder mundiales, permitió la puesta en marcha a nivel internacional de diferentes programas económicos que tenían como fin buscar la manera de que las naciones subdesarrolladas transitaran al desarrollo,45 pues este se había convertido “en una certeza en el imaginario social”.46 Había que adoptar los valores y actitudes propios de una racionalidad económica moderna que permitiera la productividad, el ahorro y la inversión.47 Lo anterior se evidenció en la prensa católica, pues en El Campesino, como veremos más adelante, se llamaba la atención en aumentar la producción y educar a la población para lograr el tan anhelado desarrollo. De forma similar se expresaron