La Chica le estuvo hablando de varias cosas, contándole cómo estaban sus perros, su parcela, que todo estaba en orden, esperándolo para cuando él pudiera volver. Hasta que preguntó: “¿Dónde estás papá?” Y es ahí cuando a Germán se le armó una confusión en la cabeza. Ahora estaba en una cama, amarrado por un ancho cinturón que le dificultaba moverse. Le molestaba estar así quería sacarse ese cinturón. Pero pensándolo mejor, él hace poco estaba en Guatemala, arrancando de sus captores. ¿Cómo había llegado a esta cama? ¿Lo habían capturado nuevamente y la Chica ¿sería parte de sus captores? No lo entendía, pero prefirió seguirle el juego. Estoy en Guatemala, le dijo, me arranqué de mis captores, quienes me querían casar con una mujer asiática llamada Li Chiang. Y se quedó esperando a ver el semblante de su hija para ver su reacción. Ella lo escuchó atentamente y le preguntó: “¿Y por qué no te quisiste casar?” ¡Qué pregunta más absurda! ¿Cómo me pregunta tamaña tontera?, pensó él.
—Porque ya estoy casado con tu mamá, se apuró en responder. Llevo más de cincuenta años casado con ella y es la mujer de mi vida.
Dijo esto y dio una mirada a la pared donde había varias fotos en tamaño grande de él con su amada Amelia.
La Chica rió y le dijo, “tienes toda la razón, no te puedes casar con otra mujer”. Entonces volvió a preguntar: “¿Dónde crees que estás papá?” Germán ya estaba demasiado confundido y trató de levantar los hombros con una expresión en su cara que decía: no lo sé, dime tú. Ella lo interpretó inmediatamente y le dijo: “Estás en la clínica, hospitalizado hace cinco semanas. Tuviste una caída, que te generó una herida que permitió el ingreso de una bacteria muy peligrosa, que se alojó en tu columna cervical y provocó una gran infección. Estuviste muy grave, pero ya estás mucho mejor. ¿Te acuerdas?” Germán la miró nuevamente con un semblante que daba a entender que no lo recordaba.
La Chica le preguntó que quién era su señora. Esa pregunta sí que le pareció absurda. La Ame, el amor de su vida, su esposa hace exactos cincuenta y dos años y su amor desde hace cincuenta y seis. Con quien había construido una familia compuesta por su hijo, dos hijas, sus respectivos maridos y esposa y once nietos, a los que sencillamente adoraba. Todos ellos eran la razón de su existencia, pero la Ame era la piedra angular. Si la Ame no estuviera, nada tendría sentido para él, absolutamente nada. La Ame es mi señora, se apuró en decir.
—¿Dónde está, por qué no viene?
—No puede venir papá, le contestó la Chica. Lo que pasa es que en estos momentos estamos con una pandemia por un virus llamado coronavirus. Empezó en China en diciembre y llegó a Chile en marzo. Por eso, yo soy la única que puede venir a verte y mi mamá tiene que estar encerrada en la casa, porque sería peligroso para ella venir a visitarte, pero la podemos llamar. ¿Quieres hablar con ella?
Germán asintió melancólicamente con la cabeza. La Chica tomó su celular y marcó rápidamente el teléfono de su madre. De pronto se escuchó la voz de la Ame que contestó la llamada. “Alo, alo…”. Entonces Germán, profundamente emocionado y sintiendo que sus fuerzas lo abandonaban trató de decir con su mejor voz: “Hola Ame, ¿cómo estás?” Con visible emoción se escuchó al otro lado del teléfono la voz temblorosa de ella que decía: “Hola mi viejo lindo, yo estoy bien, echándote de menos, extrañándote, pensando en ti todo el día, rezando para que pronto vuelvas a mi lado. Cuídate, come todo lo que te den, para que pronto te puedas venir”. Estas palabras lo emocionaron a tal nivel que no pudo seguir hablando, se le atragantaron las palabras en la garganta y le hizo una seña a su hija para que hablara ella. La Chica, le habló a su madre, le dijo que el papá estaba cansado y tenía que descansar un rato. Que luego volvían a llamar.
Germán quedó triste, quería estar al lado de su mujer, en su casa querida, en su parcela, con sus perros y todo el trabajo que tenía allá. ¿Por qué estaba amarrado a esta cama?, volvía a pensar en los eventos de Guatemala y la confusión volvía a su cabeza. La Chica se quedó esa noche con Germán. Se arrellanó en el pequeño sofá que tenía en la pieza y lo estiró para tratar de dormir.
~ GERMÁN Y LA AME ~
Germán era un hombre de setenta y nueve años, muy activo e independiente. Hace más de veinte que tenía un centro de eventos en una zona rural cerca de la capital, en el que se hacían matrimonios, paseos de oficinas, cenas de fin de año, aniversarios de matrimonio o cualquier otra actividad.
Era el tercero de nueve hermanos hombres, criado en un pueblo al sur de Santiago. Un hombre emprendedor, con la cabeza llena de sueños e ideas de hacer grandes negocios. En lo económico, siempre fue independiente, con poca aversión al riesgo. Solo al comienzo de su vida laboral trabajó para una o dos empresas, ya que en ese minuto sentía que tenía que tener algo de estabilidad económica para ofrecer a su mujer.
A la Ame, su señora, la conoció cuando ella tenía dieciocho años, había salido recién del colegio y era verano. Germán ya era mayor, tenía veinticuatro años y había decidido salir a recorrer el mundo por segunda vez. La primera vez había visitado Perú, Ecuador y se había internado un poco por el Amazonas. Había decidido volver en diciembre para pasar la última Navidad con sus padres y volvería a partir hacia el norte. Su primera parada sería Lima, en Perú y desde ahí las aventuras que su viaje le trajera. Estaba dispuesto a recorrer durante el tiempo que le tomara, otros lugares, otras ciudades, otras latitudes y quién sabe, tal vez instalarse en otra parte. Nada lo ataba realmente a su país natal. Ese era el plan, hasta que un caluroso día de enero acompañó a la piscina a uno de sus hermanos menores. Ahí la vio, descansando sobre el pasto leyendo una revista femenina. Le gustó inmediatamente, así que se le acercó y le pidió prestada la revista, solo para entablar una conversación. La Ame lo miró y ni siquiera le respondió. Humillado se volvió sobre sus pasos para pensar una mejor estrategia para conocerla, cuando vio que su hermano, conversaba con las chicas que la acompañaban. Cuando volvió Freddy a su lado, le preguntó por esas muchachas y se dio cuenta que su hermano conocía a las hermanas de la niña que quería conocer. Que excelente noticia. Por supuesto, inmediatamente le pidió a Freddy que los presentara y ahora sí pidió prestada la revista, que le sirvió de pretexto para ir a devolverla al día siguiente a la casa de ella. El plan de ir a recorrer el mundo había quedado postergado para más adelante o quizás nunca, ese día de verano había cambiado su vida.
Cuatro años pololearon. Por supuesto que tuvieron problemas, como cualquier pareja. La Ame terminó la relación con él y se puso a pololear con otro joven, pero la persistencia era algo que caracterizaba a Germán, por lo que no se dio por vencido, hasta que consiguió que ella terminara con el otro muchacho y volviera con él, ahora para casarse.
Tuvieron un hijo y dos hijas. Formaron una preciosa familia y como todos los matrimonios tuvieron altos y bajos. Germán era un soñador, un emprendedor, tenía muchas ideas, muy buenas ideas para hacer grandes negocios. También, mucha energía y empuje, pero le faltaba el dinero necesario, el