Estos preocupantes datos ponen sobre la mesa la urgente necesidad que nuestra sociedad tiene de concienciarse y hacer una alianza para lograr divorcios con buenos tratos. Hoy en día, teniendo en cuenta que las cifras dicen lo contrario, parece una quimera tener como objetivo que una ruptura de pareja y un proceso de divorcio se hagan en un clima de buen trato. Sin embargo, creo que el reto de los políticos responsables del área social y/o de la salud debería ser el diseño y la realización, con el asesoramiento de expertos en el área, de un ambicioso plan de prevención e intervención en estas situaciones para acompañar a las familias y proteger a los niños cuyos padres se divorcian, en especial a aquellos cuyos procesos de separación pueden entrar en una dinámica de conflicto perpetuo. Si no hacemos nada, es posible, a tenor de las cifras, que en un futuro los adultos de nuestra sociedad sean más vulnerables psicológicamente, con lo que ello supone para el bienestar de las futuras generaciones y las repercusiones que a nivel sociosanitario puede conllevar.
Mientras esto llega, los profesionales que trabajamos con las familias en distintos ámbitos (educativo, atención primaria, salud mental…), tanto públicos como privados, tenemos que contribuir para lograr que los divorcios estén presididos por los buenos tratos. Con este fin, la Editorial Sentir ha publicado una colección de cuentos (colección Senticuentos) para niños, entre los que se incluye uno destinado a ayudarlos a comprender la separación de sus padres: Cuando mi corazón tiembla, del cual soy autor. El sustento científico en el que me he basado para elaborar este cuento ha sido la necesidad de mirar en el interior del niño y la capacidad de ponernos en su lugar, es decir, de mostrar empatía suficiente para conectar con la vivencia y representación interna que este hace de una situación de divorcio de los padres. Del mismo modo, en el cuento se subraya la enorme importancia que para los niños tiene que sus padres sean responsables y mantengan el vínculo afectivo con ellos, satisfaciendo sus necesidades y estando presentes en sus vidas (para los deberes, jugar, hablar, ayudarlos en sus problemas, divertirse, pasar tiempo juntos, acompañar o estar con la persona menor de edad para brindarle apoyo y afecto, que son necesidades igual de importantes que las fisiológicas). El mensaje del cuento es que, aunque te separes de tu pareja, de los hijos no te puedes ni debes separar; al final se incluyen orientaciones para los progenitores.
Con el objetivo de seguir contribuyendo en la mejora de los procesos de separación y divorcio de los padres y, en consecuencia, beneficiar a los niños, la editorial y yo volvemos a colaborar con lo que pensamos que falta después del cuento para niños: un libro para los padres (dentro de la colección Sentilibros). Lo hemos titulado Cuando mi corazón calma, pues somos conscientes de que los mencionados padres tienen en sus manos la posibilidad tanto de prevenir separaciones que sean traumáticas como de revertir y redirigir las que ya estén transcurriendo por cauces que rocen lo traumático. De este modo, podrán reparar lo que esté siendo tóxico para los niños y minimizar el impacto que los efectos negativos del divorcio tiene sobre los chicos, especialmente si es conflictivo y entra en dinámicas de maltrato.
Cuando mi corazón calma es un libro del que pueden beneficiarse también los profesionales que trabajen en el área o se interesen por la misma (trabajadores sociales, psicólogos, médicos, psiquiatras, educadores, maestros, abogados, terapeutas…). Ofrece una visión comprensiva del tema del divorcio de los padres y se fundamenta en el paradigma de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan3 de los buenos tratos a la infancia y las competencias parentales como garantes de un divorcio lo más saludable posible para los niños. Dicho paradigma se nutre, a su vez, de la evidencia científica que nos aportan los descubrimientos de la neurobiología interpersonal, el estudio del trauma y la teoría del apego.
El divorcio de los padres es una adversidad que puede acontecer en la vida de los niños. Aunque con ello dejan de convivir con padres enfrentados o en conflicto, y es bueno para ellos no presenciar y sufrir constantemente sus disputas, no deja de ser una pérdida en sus vidas que han de elaborar. Además, la ruptura puede traer consigo otros eventos estresantes que los niños tienen que padecer, como por ejemplo:
• Alteración o trastorno emocional de los padres que afecte a su disponibilidad hacia los hijos.
• Conflicto perpetuo de los padres y judicialización de la separación.
• Manipulación de los hijos por parte de los progenitores.
• Abandono por parte de uno de los progenitores.
• Uso del niño o joven como figura confidente y de apoyo de uno de los progenitores.
• Parentificación de los hijos (se los obliga a desempeñar un rol adulto que no les corresponde como personas menores de edad).
• Cambios de residencia, de barrio e incluso de colegio.
• Cambios de rutinas, rituales y vida familiar habitual.
• Negligencia de uno (o de los dos) progenitores al no cumplir con las obligaciones de su rol parental.
• Visitas o relación con una figura parental incompetente en las que se pone en riesgo la seguridad de la persona menor de edad y su bienestar físico y psicológico.
Todo esto conlleva que las necesidades de los hijos no se vean satisfechas y que estemos hablando de un divorcio con malos tratos para los niños, algo bastante frecuente según las cifras que hemos referido con anterioridad. De ahí la relevante trascendencia que, a juicio del autor, tiene la valoración de las competencias parentales en los divorcios de los padres, cuestión que aún no está extendida en los equipos de valoración de los juzgados de familia.
El divorcio de los padres es duro para las personas menores de edad y les va a afectar siempre, generándoles dolor. Los niños y adolescentes mostrarán los efectos del impacto de la separación y sus consecuencias, y el duelo por la pérdida, de maneras diferentes según sus características y etapa evolutiva: con síntomas internalizantes (depresión, culpa, ansiedad…) o externalizantes (rabia, problemas de conducta, hacerse pis en la cama, consumir sustancias, agresividad…). Con todo, si los padres son competentes parentalmente y se implican llevando adelante una parentalidad bientratante durante el proceso de separación y después del mismo, el duelo podrá elaborarse y se integrará bien en la biografía del niño o joven, el impacto del divorcio será menor y no aparecerán síntomas —o, si estos se dan, lo harán con una frecuencia e intensidad leve o moderada—. Si, por el contrario, estamos ante un escenario de padres con incompetencias parentales (Barudy y Dantagnan, 2010)4 y los niños sufren maltrato, negligencia o abandono en diversos grados, las personas menores de edad serán sometidas a estrés crónico. Dicho estrés tiene poder para alterar de modo permanente el funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso, además de estar asociado al padecimiento de numerosos trastornos y enfermedades físicas y psicológicas. Cuando mi corazón calma ofrece al lector una perspectiva novedosa —desde el trauma y el neurodesarrollo— del impacto que el divorcio conflictivo y maltratante tiene sobre los niños y jóvenes. Las secuelas que un divorcio de estas características puede dejar en los niños están bien recogidas en la literatura científica, y sobre ellas hablaremos detenidamente en este libro.
Figura 1.1 La rabia es una emoción frecuente en los niños cuando sus padres se divorcian. Este niño de diez años la expresó mediante este dibujo de un reptil agresivo llamado «Titán».
Cuanto antes comience el estrés de la separación y/o del maltrato