De igual manera, María José Codina argumenta que la educación en valores es necesaria para el logro efectivo de los ODS. Concretamente, el ODS 5, «la igualdad de género», precisa el cultivo de las virtudes para poder materializarse. La autora dota a su particular noción de virtud el apelativo de «cordial» para referirse de manera específica a la naturaleza «universal» y «procedimental» que, a su modo de ver, deben poseer las virtudes para que puedan ser sostenidas en una sociedad democrática.
Sección III. Los ODS de la Agenda 2030 en la práctica
Definitivamente, uno de los factores que tiene una influencia directa en la conformación de la mentalidad individual y colectiva viene de la mano de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Francisco Arenas-Dolz sostiene que los cambios tecnológicos han introducido transformaciones en nuestra forma de pensar y comunicar, cambios que se proyectan en el ámbito educativo y alteran sus objetivos tradicionales. Sin embargo, lejos de proporcionar una crítica a los modos contemporáneos de comunicación tecnológica, el autor reivindica la capacidad de estas nuevas herramientas para alcanzar sociedades más inclusivas en las que la educación universal se encuentre garantizada.
La educación en los ODS debe materializarse en propuestas concretas para que las metas contenidas en la Agenda 2030 sean una realidad. Amparo Hurtado y Ana María Botella exploran un conjunto de propuestas del ámbito universitario, como son los programas y convocatorias de la Cátedra Unesco, el programa de voluntariado ambiental y cultural de Naciones Unidas, el Campus Sostenible, el programa CAPSA de aprendizaje-servicio y el programa de innovación educativa de renovación de metodologías docentes y redes de innovación, conducentes a crear redes de cooperación y conectar la universidad con las necesidades urgentes de carácter social que se reflejan en el proyecto de los ODS.
A partir de la premisa de que el planeta es un sistema interconectado, en el que es necesario garantizar tanto la convivencia pacífica como el respeto a la diversidad y el compromiso consciente para que este mundo sea sostenible, Teresa Vicente y Beatriz Santamarina analizan las propuestas actuales desde el campo de la antropología para contribuir a una sociedad más justa y respetuosa con el medio ambiente. Para ello, presentan un conjunto de medidas prácticas que fueron implementadas en el XIV Congreso de Antropología convocado bajo el lema de «Antropologías en transformación: sentidos, compromisos y utopías» para ofrecer un plan de actuación real que pueda ser llevado a la práctica y transformar así el mundo actual de acuerdo con los ODS fijados en la Agenda 2030.
La propuesta de Eugenia Rojo también tiene por objeto la transformación práctica de nuestra mentalidad colectiva hacia un sistema vital capaz de integrar la dimensión ecológica de forma real. La autora sostiene que el arte se perfila como un recurso idóneo para el fomento de proyectos sostenibles y, por ello, propone la inclusión de actividades de naturaleza artística en los programas de educación ambiental. El arte tiene una función pedagógica y transformadora que bien puede ser utilizada para el fomento de la protección del patrimonio natural y el desarrollo de la actitud ecológica que se refleja en los ODS de la Agenda 2030. Por ello, Rojo analiza un conjunto de propuestas y actividades que actualmente se están llevando a cabo entre artistas de la Comunidad Valenciana, cuyo objetivo no es únicamente la apreciación estética del medio ambiente, sino constituirse en toda una herramienta de transformación ecológica.
Otra de las dimensiones prácticas de especial calado para la consecución de los ODS es la referida a la alimentación. Lidia García presenta una propuesta práctica llevada a cabo en el Salvador para poner de manifiesto la efectiva conexión existente entre la educación alimentaria y la erradicación de la malnutrición de manera sostenible. Ambos propósitos se encuentran recogidos de manera expresa en la Agenda 2030, concretamente en el ODS 2, «acabar con el hambre y la malnutrición», y el ODS 12, «producción y consumo sostenible». Esta circunstancia supone un avance cualitativo con respecto a las metas que se proponían los predecesores ODM que se materializa en el reconocimiento de la importancia crucial que tienen las políticas educativas de seguridad alimentaria en la construcción de un mundo más justo y sostenible.
Sección I
La dimensión humanista y ecológica de los ODS
1 EL GIRO ECOLÓGICO COMO EJE TRANSVERSAL DE LOS ODS RECOGIDOS EN LA AGENDA 2030
Lydia de TIENDA PALOP*
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, adoptados el 25 de septiembre de 2015 en Nueva York durante la 70.ª Asamblea General de la ONU, se configuran como una nueva hoja de ruta para las políticas de desarrollo humano. La llamada Agenda 2030,1 que recoge los acuerdos a los que se llegaron en la mencionada cumbre, se articula en torno a 17 objetivos y 169 metas que suponen un salto tanto cualitativo como cuantitativo con respecto a sus predecesores, los Objetivos del Milenio. Estos últimos (los ODM), que fueron acordados en el año 2000, marcando un margen de tiempo para su consecución de quince años, estaban integrados por 8 propósitos y 21 metas. Los ODM estaban dirigidos a erradicar los problemas más urgentes y graves a los que se enfrentaba la Humanidad como eran: 1) erradicar la pobreza extrema y el hambre; 2) lograr la enseñanza primaria universal; 3) promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; 4) reducir la mortalidad infantil; 5) mejorar la salud materna; 6) combatir el VIH/sida, el paludismo y otras enfermedades; 7) garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; 8) fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Quince años más tarde desde su aprobación por parte de 189 países en la llamada Cumbre del Milenio, tras una evaluación de los logros alcanzados, se acordó no solo su ampliación a nuevos objetivos que afectan a nuevos problemas humanos identificados también como urgentes, sino también la inclusión por derecho propio de la dimensión ecológica y la preocupación por el Planeta.
Esta circunstancia se perfiló como revolucionaria en tanto que debía suponer toda una transformación de las políticas públicas y de la mentalidad subyacente a estas que evidenciara el cambio de paradigma conceptual que se está produciendo en relación con las cuestiones de justicia. Este incremento en la toma de conciencia ecológica que estamos viviendo no responde únicamente a una preocupación azarosa y pasajera por la Naturaleza, sino que, a mi juicio, es consecuencia de un efectivo progreso moral de cierta índole. El progreso moral bien puede entenderse como un avance en la comprensión de los problemas morales, esto es, un refinamiento en la forma de concebir qué es de justicia o qué es merecedor de poseer estatuto moral. A menudo ocurre que las injusticias, cuando se llevan a cabo de manera colectiva y reiterada por el cuerpo social, no obedecen exclusivamente a una actitud interesada o a cierta maldad deliberada. Más bien sucede que determinadas acciones, que con el tiempo se han demostrado como ilícitos morales, no son sino fruto del desconocimiento o la ignorancia de una determinada clase: la incomprensión. Hay cuestiones que solo se evidencian como cuestiones morales y por tanto son susceptibles de poseer valor moral cuando se ha avanzado en su conceptualización y análisis. Hasta ese momento permanecen ocultas al intelecto y a la sensibilidad moral porque hasta entonces han sido inexistentes, simplemente porque no se les ha prestado la correspondiente atención y no son percibidas como una cuestión moral. Al final del presente capítulo retomaré esta cuestión para perfilar cómo se produce este progreso moral que no es sino un avance en la comprensión holística mediante la educación de la sensibilidad moral y el pensamiento crítico.
Previamente a elaborar esta conclusión de forma más detallada, resulta pertinente por su carácter aclaratorio para la argumentación posterior elaborar el debate que se está llevando a cabo actualmente entre los críticos de los ODS. Esta discusión gira en torno a dos posiciones polarizadas: la línea posibilista y la posición negacionista, que han perfilado dos actitudes bien distintas con respecto a los ODS.
1. El debate