TABLA 1.2
NOMBRE | CARGO | DISTRITO ASIGNADO |
Luis Torres | Capitán de infantería | Brigada Especial |
Isabelo Aguado Martínez | Comandante de caballería | Universidad |
Pedro Berdonces Martialay | Comandante de infantería | Cuatro Caminos |
Manuel Losada Roces | Comandante de infantería | Hospicio |
Emilio Linares Mercadel | Comandante de infantería | Hospital |
Manuel Sánchez Molina | Comandante de infantería | Inclusa |
Cristóbal Pérez del Pulgar | Comandante de caballería | Chamberí |
José López de Letona | Comandante de caballería | Latina |
José Luque Barriocanal | Comandante de infantería | Puente de Vallecas |
Salustiano Jiménez Rubio | Capitán de infantería | Casa de Campo |
Lorenzo Monclus Fortacín | Comandante de infantería | Palacio |
Enrique González-Conde y de Illana | Comandante de infantería | Buenavista |
Carlos Herrera Meseguer | Comandante de ingenieros | Congreso |
José Cabanellas Prosper | Comandante de caballería | Centro |
Fuente: AGMAV, Caja 2584, Carpeta 1. Elaboración propia.
Ante las puertas de Madrid, los asaltantes no reunían más de 15.000 efectivos, con escaso apoyo de la artillería y la aviación. Aun así, su confianza estaba intacta, como habían demostrado entre la toma de Talavera y el acercamiento a la ciudad a través de sus arrabales. ¿Qué esperaban encontrar en su interior? Las últimas instrucciones dictadas por el propio Franco antes de comenzar la batalla de Madrid permiten adentrarse en las expectativas que manejaban:
La población civil de Madrid lleva tanto tiempo sufriendo los desmanes del Gobierno rojo y de las hordas que le siguen, que por los constantes asesinatos sufridos han llegado a un grado de terror que puede hacer aparecer como desafectos o tibios a los que en realidad ansían la llegada de las fuerzas nacionales. […]
Una gran parte de los milicianos que nos combatirán en Madrid son ciudadanos pacíficos que ante las amenazas y ejecución de los que se niegan, han cogido las armas deseando entregarlas al primer encuentro6 (las cursivas son mías).
Para Franco y su Estado Mayor, la ocupación de Madrid aparecía en el horizonte como una continuación del tipo de guerra que habían desarrollado en Andalucía y Extremadura, y antes aún, en las kábilas rifeñas donde los militares africanistas habían ganado rápidos ascensos. Sus experiencias se proyectaron sobre el mundo urbano, donde imaginaban un escenario similar al de los milicianos abandonando las armas ante el empuje de los soldados profesionales. Pero la imagen que el Cuartel General de Franco tenía del enemigo no se había ajustado ni a su composición ni al espacio que ocupaba. A pesar de tener la ocupación planificada con un mes de antelación, la ciudad resistió. Aunque el ataque superó el río Manzanares, a finales de noviembre el frente se había estabilizado. El 23 de noviembre, Franco decidió suspender los asaltos frontales. La guerra de columnas, propia de la guerra de Marruecos, verdadera escuela del africanismo, se estrelló en Madrid. A pesar del cuidado de Mola en la preparación de los instantes posteriores a la ocupación, esta no llegó a hacerse efectiva. Y, es más, el estilo de guerra influyó en algunos de sus elementos. La primacía de la Guardia Civil y el alto número de falangistas y requetés entre el personal de base o la escasa importancia otorgada a los equipos de gestión de la ciudad muestran una escasa reflexión sobre las características del mundo urbano. El servicio más detallado, el de higiene, apenas contaba con una quincena de hombres, y otros servicios importantes para controlar la complejidad de una metrópoli como Madrid, como el de radiotelefonía, no tenían un jefe al cargo. La escasa precisión en el perfil de los equipos, el protagonismo otorgado a la columna como base de la ocupación o las exiguas instrucciones de los Servicios de Orden y Policía, que «únicamente» debían ocupar las comisarías asignadas, hacen pensar en una simple adaptación del modelo de ocupación de los pueblos andaluces y extremeños a Madrid, en vez de elaborar una planificación autónoma para la ciudad. Pero el fracaso ante la que se erigió como «capital de la resistencia» demostró que la diferencia entre el mundo urbano y el rural no era una mera cuestión de escala.
Fue el propio general Mola quien aclaró los motivos del fracaso, reconociendo que el máximo error había consistido en no cortar el aprovisionamiento de Madrid, algo básico para una ciudad de esas dimensiones. Era necesario, también, operar con una masa de maniobra mayor, formar grandes unidades que pudieran llevar a cabo otro tipo de guerra. Y en relación con la cantidad de población urbana, se establecieron ocho tribunales militares que se harían cargo de la represión dentro de la ciudad a través de una nueva figura: el consejo sumarísimo de urgencia (Aróstegui, 1996). En noviembre de 1936 África se encontró con la metrópoli, y a raíz de ese encuentro cambió la forma de dirigir la guerra. Un hecho que tuvo importantes consecuencias en el segundo año del conflicto.
1.2 MADRID, LABORATORIO DEL ORDEN
11 de febrero de 1937, Estado Mayor de la División reforzada de Madrid. Luis Orgaz acababa de firmar, como general al mando, un nuevo bando de guerra para la entrada en la ciudad. Su ubicación en Navalcarnero, el mismo lugar desde el que el general Mola explicó las dificultades del asalto frontal a Madrid, no era casual. Su texto era completamente continuista con el que su compañero de armas había preparado el control de la ciudad tan solo unos meses antes, en octubre. Por supuesto, todos los delitos considerados en el bando iban a ser tramitados por el procedimiento sumarísimo de urgencia, con los tribunales ya formados desde el año anterior. En líneas generales, se penaba la resistencia a las nuevas autoridades, cualquier posible boicot al abastecimiento de la ciudad y toda reunión no autorizada. El bando extendía la sospecha al comportamiento de cualquier madrileño, por lo que debe entenderse como la voluntad de controlar el espacio público, no solo como una herramienta de castigo. Orgaz, igual que Mola meses antes, no hacía sino proyectar su propia experiencia, en este caso como gobernador militar de Las Palmas después del golpe de Estado en julio de 1936.7 Por supuesto, había algunas diferencias con el año anterior. En plena batalla del Jarama, el intento de conquistar Madrid cortando sus comunicaciones, el Ejército del Sur asumía el protagonismo en la posible ocupación, y la organización en columnas desaparecía por completo del esquema. Seguía sin existir, sin embargo, una reflexión sobre cómo hacerse cargo de la complejidad de una ciudad moderna.
La reorganización de los planes de asalto a Madrid debe enmarcarse en un contexto más amplio, donde entraron en escena otros factores. Por ejemplo, la progresiva inserción de las milicias en unidades plenamente militares, para lo que fueron indispensables las escuelas de alféreces provisionales, el mejor aprovechamiento del material alemán e italiano y la formación de un ejército de mayores dimensiones (Casas de la Vega, 1974; Blanco Escolá, 2000: 349-384). Pero, por encima de todo, la primera mitad de 1937 fue el contexto en que se llevó a cabo la reorganización de los servicios de inteligencia franquistas, puesto que la sublevación se había convertido en un conflicto prolongado. Desde septiembre de 1936, cuando se creó, el Servicio de Información Militar (SIM) compitió con otros organismos como el Servicio de Información de la Frontera Noroeste de España (SIFNE), con sede en Biarritz, el Servicio de Información Naval (SIN) o las propias segundas secciones de los Estados Mayores, encargadas de las labores de inteligencia de las operaciones militares. El SIM, que operaba sobre todo en la zona centro a través de guardias civiles con contactos personales, había nacido bajo los auspicios del propio general Orgaz, por lo que su nombramiento para la División reforzada en Madrid también se explica en el marco de esta reorientación. Que fuera