Durante mucho tiempo, los historiadores italianos dispusieron, por tanto, de un limitado número de obras de consulta necesarias para afrontar estudios de tipo prosopográfico. Algún resultado empezó a verse, en cambio, en el campo de las biografías. Siguiendo algunas indicaciones formuladas por parte de uno de los principales historiadores de la generación que creció entre las dos guerras, como Federico Chabod, ya a partir de la segunda mitad de los años sesenta, la historiografía italiana volvió a interesarse por este género específico;35 el mejor producto de esta nueva fase de estudio fue sin duda alguna la biografía de Cavour escrita por Rosario Romeo y publicada en varios volúmenes entre 1969 y 1984,36 tres años antes de la desaparición prematura de la autora.
3. SOBRE LA CATEGORÍA DE ELITE
En realidad, tras el retraso y el escaso desarrollo que los estudios sobre las elites han conocido en el pasado reciente en Italia, es posible encontrar también una razón más compleja que conduce a la misma categoría de elite y al uso que de ella han hecho las disciplinas históricas.
Así pues, creo que es oportuno introducir alguna aclaración metodológica que pueda allanar el camino y eliminar algunos equívocos:
3.1 En general, podemos decir que la teoría de las elites se propone explicar sobre bases científicas un elemento que ha caracterizado constantemente a todos los sistemas sociales desde la Antigüedad: el hecho, en otras palabras, de que una fracción siempre restringida de personas tiende a concentrar en sus manos una elevada cantidad de recursos (materiales e inmateriales) y a imponerse sobre la gran mayoría de la población, que, en cambio, no los posee. Esta posesión desigual de los recursos se traduce en una desigual distribución de las distintas formas de poder.37 A la luz de estas premisas se puede afirmar, por lo tanto, que la teoría de las elites corresponde a la teoría según la cual el poder político (es decir, el poder de tomar e imponer las propias decisiones) pertenece siempre a un restringido círculo de personas.
3.2 Uno de los problemas que el estudioso de las elites tiene que afrontar es el de la variedad (y carácter contradictorio) de los significados semánticos que este término ha asumido en el tiempo. Esto me parece especialmente real en el caso de nuestra disciplina. Pasando por alto la doble etimología del término (se deriva del latín eligere, llevar a cabo una elección, y por lo tanto de electa, la parte elegida, mientras que el término más usado es el femenino de élit, participio pasado de élire: elegir38), ha sido utilizado a menudo como sinónimo de la clase política, pero también en sustitución de aristocracia, minoría dominante, clase dirigente y oligarquía (término este último muy en boga en la historiografía española). Esto depende, en parte, del mismo uso que hicieron del término los precursores de la teoría sobre las elites. Gaetano Mosca, en su Teorica dei governi e sul governo parlamentare de 1884, utiliza indistintamente los diferentes sinónimos indicados anteriormente, privilegiando el de clase política, mientras que Pareto, tras haber usado (en el Cours d’économie politique de 1896-97) el término de clase dominante, introdujo (en Systèmes socialistes de 1901-02) el uso del término elite que utilizó «como sinónimo de aristocracia y con una mención explícita a las habilidades, a las capacidades y a las cualidades de quienes ocupan la cúspide de la pirámide social».39 En líneas generales, podemos decir que el término elite, por su misma naturaleza, es muy flexible y es más exhaustivo (en sentido horizontal) que el de clase política:40 ello indica, en efecto, una pertenencia no limitada al ámbito netamente político, pero se extiende a todos los niveles más elevados del mundo económico, artístico, cultural, científico, y permite por estas características, conocer mejor la estratificación y la articulación de las relaciones de poder dentro de una sociedad. Además cuenta con una mayor «exportabilidad», es decir, se adapta a contextos históricos y geográficos que no provienen exclusivamente del moderno Occidente.41
3.3 Así pues, es oportuno introducir una clara distinción entre los términos elite, clase política y clase dirigente, para evitar confusiones y yuxtaposiciones. No es casual que este tipo de operaciones las realicen todos los estudiosos que se han ocupado de la teoría de las elites y algunos difusores del elitismo italiano. En particular, pienso en un autor como José Ortega y Gasset, y concretamente en su España invertebrada de 1921 o en un ensayo iluminante como el de Raymond Aron, un gran liberal, quien en un famoso artículo suyo, publicado en 1960,42 especificó de forma magistral el diferente significado de los términos citados anteriormente. Procedo, pues, en este intento de aclaración aludiendo a las siguientes definiciones de Paolo Farneti:43 a) por clase política se entiende un conjunto más o menos organizado y cohesivo de personas que toman (o pueden impedir tomar) decisiones vinculantes para toda la comunidad política a la que pertenecen, estructurando de este modo el ejercicio efectivo de la soberanía; b) clase dirigente indica, en cambio, el conjunto de quienes ejercen no ya la soberanía, sino un poder de hecho (que a veces, como sucede hoy en día, puede ser más eficaz que la soberanía) reconocido por la praxis o la costumbre; c) elite indica el conjunto excepcional de quienes ostentan grandes recursos: dinero, cultura, competencias técnicas, capacidad de invención, todos los bienes que están distribuidos de forma desigual en la sociedad. En otras palabras, podemos decir que elite indica los «mejores» con relación a ciertas cualidades escasas y distribuidas de forma desigual; un gran físico, un gran artista, no entra necesariamente ni en la clase dirigente ni en la clase política, pero puede formar parte de una elite. Esta definición se acerca a la que en otra época elaboró Pierre Bourdieu,44 en la que establecía que la condición básica para identificar una elite tiene que buscarse en su capacidad de utilizar el capital social, económico, con el objetivo de garantizar la propia reproducción.45
4. EL ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS
A partir de estas definiciones de la categoría de elite, podemos intentar delinear el estado en que se encuentran los estudios y progresos realizados por la historiografía italiana en este sector.
Podemos decir enseguida que la parte más importante y determinante de esta producción se remonta más o menos a los últimos veinte años, y que no puede considerarse como el único punto de vista de los estudios. Fundamentalmente, han sido dos las macro-áreas de estudio en las que se han desarrollado los trabajos más significativos: la historia social y la historia política, ambas interesadas en los años de los que estamos hablando por una profunda renovación metodológica.46 La primera ha sido protagonista de un amplio florecimiento de los estudios sobre las burguesías: en la misma línea de los primeros estudios empezados por Raffaele Romanelli,47 Alberto Mario Banti y Marco Meriggi,48 se desarrollaron posteriormente otras líneas de investigación como las de la socialidad burguesa49 y el asociacionismo popular.50 La obra de renovación y desprovincialización de la segunda se puede atribuir, principalmente, al trabajo comenzado por Paolo Pombeni y por el grupo de trabajo reunido alrededor de la revista Ricerche di Storia Politica fundada por él en 1986.