Por tanto, si bien la fuente de todo conocimiento se encuentra en la acción, no toda acción logra su inteligibilidad inmediata y, en algunos casos, hay un retraso de la conceptualización de la acción respecto de la acción. Piaget investiga el proceso mediante el cual el ajuste en una acción pasa a elaborarse a nivel conceptual. Es a esta elaboración a la que se le da el nombre de «toma de conocimiento» ya que cualquier conocimiento compromete siempre una conceptualización y una transformación en los esquemas de acción del sujeto. De esta manera, dicha toma de conocimiento es, más bien, una elaboración, una reconstrucción conceptual en distintos niveles de lo realizado en el plano de la acción. Esta toma de conocimiento supone la construcción simultánea de una toma de conciencia de lo que cambió en los esquemas de acción de quien actúa y reflexiona sobre su acción.
La toma de conciencia consiste en una conceptualización propiamente dicha, o sea en un paso de la asimilación práctica (asimilación del objeto a un esquema) a una asimilación por conceptos.
El mecanismo de la toma de conciencia aparece en todos esos aspectos como un proceso de conceptualización, que reconstruye y luego sobrepasa, en el plano de la semiotización y de la representación, lo que se había adquirido en el de los planos de acción (Conclusiones generales).37
En segundo lugar, es especialmente significativo que decir acción es, en realidad, un modo de referirse a un sistema de relaciones entre sujetos y objetos, y entre sujetos y sujetos.38 Predicar que la acción es la piedra fundacional de la construcción del conocimiento humano es colocar en su génesis un complejo sistema de relaciones y, entre ellas, las relaciones sociales, tanto intersubjetivas como las que estructuran el funcionamiento de los grupos sociales en sus distintas escalas de complejidad: de los agrupamientos interpersonales a la formación social en su conjunto. En otras palabras, se desplaza la subjetividad como origen unívoco del conocimiento, instalando en su lugar su carácter relacional.
A partir de esta propuesta, el conocimiento consiste en un proceso complejo de elaboración, en una construcción cuya fuente no radica excluyentemente en el sujeto o en el objeto sino en la relación dialéctica entre ambos, procediendo mediante mecanismos e interacciones muy específicas, con una legalidad que las anula. Las propiedades del objeto no son cognoscibles para el sujeto si prescinde del conocimiento de las acciones que realiza respecto de él mismo para conocerlo. Abordar la región central de un objeto, y sus características intrínsecas, compromete al sujeto a aprehender sus propias acciones o a hacer evidente para sí mismo los medios que emplea en relación con dicho objeto (ruptura epistémica o transformación de los obstáculos epistemológicos).39 En otras palabras, la comprensión de los objetos o, lo que es lo mismo, la raíz de las acciones causales es correlativa a la conceptualización de las acciones del sujeto.40
La ley general que parece resultar de los hechos estudiados es que la toma de conciencia va de la periferia al centro, si se definen tales términos en función del recorrido de un comportamiento dado.
La toma de conciencia, que parte de la periferia (objetivos y resultados), se orienta hacia las regiones centrales de la acción cuando trata de alcanzar el mecanismo interno de ésta: reconocimiento de los medios empleados, razones de su elección o de su modificación durante el ejercicio, etcétera.
¿Por qué periferia y centro? La primera es que esos factores internos escapan precisamente, por lo pronto, a la conciencia del sujeto. La segunda muy general, es que atendiéndonos a las reacciones de éste, el conocimiento parte no del sujeto ni del objeto, sino de la interacción entre los dos.41
FIGURA 3. EL PROCESO DE LA TOMA DE CONOCIMIENTO
Donde: S= Sujeto / O = Objeto / C = Centro del sujeto / C’ = Centro del objeto P = Periferia.
Fuente: Esquema de la toma de conciencia. Piaget, La toma de conciencia, op. cit., p. 257.
El esquema ilustra el recorrido del proceso. El punto de partida es un conocimiento periférico (P), tanto de las propiedades del objeto (O) como de las acciones del sujeto (S) para aprehenderlo, para asimilarlo. El conocimiento periférico de un objeto es la reacción más exterior e inmediata que el sujeto experimenta frente a él, lo que se le presenta más directamente observable, aprehensible, es decir, la impresión más superficial y deformada. Los mecanismos o medios empleados en las acciones realizadas para asimilar el objeto permanecen ocultos, inconscientes para el sujeto. El conocimiento central —o menos periférico— es precisamente el que permite abordar los mecanismos internos de su acción. Los mecanismos comprometidos en toda acción de conocimiento conllevan un inevitable desfase temporal entre la realización de las acciones y la posibilidad de su toma de conocimiento.42
El proceso general mediante el cual se produce una toma de conocimiento de las relaciones sociales operantes en el sistema social, y que producirá un pasaje hacia formas de acción cada vez más ajustadas a objetivos, se iniciaría, en cada caso, con el ejercicio de un esquema inicial de asimilación cuya activación tarde o temprano es dificultada por perturbaciones. Las compensaciones que resultarían de esto se traducirían en una nueva construcción en la que las regulaciones que caracterizan a sus fases serían a la vez compensadoras en relación con la perturbación (implicando la formación al menos virtual de negaciones) y formadoras en relación con la construcción, hasta la constitución de una nueva estructura de equilibrio y el desarrollo posterior de procesos análogos.
Ahora bien, desde esta perspectiva, mientras no haya un desencajamiento en la acción no habrá necesidad de producir una nueva reestructuración de la acción, ni de su conceptualización. A partir de una perturbación en la acción se producen un error y un reacomodo en la acción y en el esquema de asimilación.43
Desde esta perspectiva entendemos que para producir un nuevo conocimiento debe partirse del desencajamiento o desequilibrio producidos en la estructura de asimilación, ya que «lo que siempre se hacía ya no resulta efectivo para solucionar el problema». Esto conduce a lo que hemos llamado la visibilidad de un obstáculo y la aparición de lagunas en el conocimiento preexistente. A partir de esto, el sistema buscará un nuevo equilibramiento, para lo cual se producirá una incorporación de nuevas estructuras y se producirá un «aumento en el conocimiento»: «La toma de conciencia parte de la persecución de un objetivo; de ahí la comprobación [consciente] de un acierto o de un fracaso. En caso de este último, se trata de establecer por qué se ha producido y eso lleva a la toma de conciencia de regiones más centrales de la acción».44
De igual modo, Marx instala el proceso de pasaje de un nivel de conciencia denominado «clase en sí» a otro de «clase para sí», en el cual supondría una transformación de los modos de conocer el orden de lo real. En este sentido, se produce una advertencia acerca de que la identidad de clase sería dependiente, a nivel individual, no sólo de la historia social de esa identidad sino, además, de la forma cultural en la que esa identidad se desarrolla; de ahí la posibilidad de que se produzca una articulación entre la identidad en el plano de clase en sí con la identidad en el plano de clase para sí, es tremendamente dependiente de esa forma cultural. La identidad cultural es la historia de una pertenencia: quien construye la cultura de manera dominante es quien establece el contenido de esa cultura.45
Por tanto, consideramos que las acciones registradas en las bases de datos que sustentan esta investigación expresan diferentes tomas de conciencia de las problemáticas enfrentadas en relación con el agua. Ello supone que hay una forma de expresar radicalmente una problemática y, en ese sentido, la advertencia sería que cuanto mejor se exprese la problemática más capaces serán los individuos de ajustar sus acciones a los objetivos propuestos.
Visto