DOSTOIEVSKI
Pensamientos y reflexiones
(selección de citas célebres)
Introducción, selección y notas de RAFAEL GÓMEZ PÉREZ
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2021 de la versión española realizada
por RAFAEL GÓMEZ PÉREZ
by EDICIONES RIALP, S. A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-5977-0
ISBN (versión digital): 978-84-321-5978-7
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ÍNDICE
MEMORIAS DE LA CASA DE LOS MUERTOS (1861)
INTRODUCCIÓN
CON HOMERO, VIRGILIO, DANTE, Cervantes, Shakespeare, Goethe, Dickens y quizá alguno más, Dostoievski está en la lista de los grandes creadores de “mundos”, de universos narrativos. Escribió en unos tiempos en los que ya se anunciaba lo que vendría después, y él supo verlo. A la vez se fijó en las constantes del alma humana, en sus conquistas y en sus contradicciones.
EL HOMBRE
Entre las muchas desgracias de su vida tuvo siempre presente la muerte de un hijo de tres años, llamado Alekséi. Lo evoca en el llanto de la madre a la que se le muere otro pequeño Alekséi, en Los hermanos Karamázov. El protagonista de esta novela, el preferido por Dostoievski entre todos los que creó, es otro Alekséi, el maravilloso, bueno e inteligente Alioscha.
Luchó siempre contra sus desgracias, algunas involuntarias, como la epilepsia y otras verdaderos vicios, como la ludopatía, que le hizo estar casi constantemente cargado de deudas y teniendo que escribir a destajo para pagarlas.
Fue un singular cristiano, nada cercano a las prácticas de la Iglesia Ortodoxa, pero siempre embebido en el Evangelio. La frase que pone al comienzo de Los hermanos Karamázov («Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; mas si muere dará mucho fruto», Juan 12, 24) es la que su viuda quiso que se colocara en la tumba del escritor.
Siempre estuvo al lado de la pobre gente, de los humillados y ofendidos. Ese es su rasgo diferencial. Aunque era una tendencia en una pequeña parte de la novelística del XIX —Dickens, Zola, Victor Hugo (Los miserables), Galdós (Misericordia)— él fue quien con más profundidad y afecto llenó las narraciones de gente corriente que, para él, son los verdaderos eslabones de la historia.
Entre esta gente corriente se fijó en los marginados, en los abandonados por todos, en los miserables, en los proscritos, porque en cada hombre, en cualquier situación que estuviera, quería ver, antes que nada, un hermano. Así lo hacía igualmente Charles Baudelaire, nacido el mismo año que Doistoievski, en La flores del mal: «Hipócrita lector, mi semejante, mi hermano».
EL ESCRITOR
Escritor de escritores y a la vez muy pegado al sentir del pueblo, está al tanto de la literatura rusa anterior. El mejor, para él, es Pushkin. En Tolstoi reconoce al gran escritor, pero no está de acuerdo con esa especie de evangelio laico y, en el fondo, volteriano, que predica. Lee con gusto a Gogol y a Turgueniev. Entre los escritores extranjeros clásicos prefiere a Shakespeare, Cervantes y Goethe. Del XVII, Pascal. Y de su siglo XIX, a Dickens, Walter Scott, Victor Hugo, E. T. A. Hoffman y George Sand.
«Yo trabajo siempre con cierta tensión nerviosa, con excitación, así veo mejor las cosas, siento con más fuerza y hondura. Todo se me subordina al temperamento, de tal modo que me resulta mejor el trabajo forzado», dice de sí mismo en el prólogo de Humillados y ofendidos. Es un escritor muy difícil de abarcar en su conjunto; pone tanta pasión en los personajes que parece defender una cosa y su contraria.
En cualquier caso, en sus grandes y más complejas novelas (Crimen y castigo, Apuntes del subsuelo, Humillados y ofendidos, El idiota, Los endemoniados, El adolescente, Los hermanos Karámazov), así como en Memorias de la Casa de los Muertos y en el Diario de un escritor, se puede encontrar una cartografía del alma humana. Muchos de sus personajes parecen obedecer a aquello de san Pablo («No hago el bien que quiero sino el mal que aborrezco», Romanos 7, 19) y Ovidio («Video meliora proboque, deteriora sequor», veo lo mejor, y lo pruebo, pero sigo lo peor, Metamorphose, VII, 20). No retrocede nunca ante lo profundo, a diferencia de gran parte de la literatura posterior, que es escéptica, cuando no cínica[1].
Estas grandes novelas presentan personajes con perfiles de pensamiento y pasiones que no están siempre claros; hay en ellos algo enigmático, cierta indefinición, muchos matices. Así le sucede a Stavroguin, de Los endemoniados, a quien el intrigador Piort Stepánovich califica de «guapo, arrogante, como un Dios»; Iván Karamazov, un cínico del ateísmo; Arcadio, de El adolescente; Raskolnikof, de Crimen y castigo; el extraño narrador de Apuntes del subsuelo; o el misterioso e ingenuo príncipe Miskin, de El idiota. A la vez sabe crear suspense, con frecuencia mediante la anticipación: adelanta algo, pero añade: «De esto hablaré después».
El estilo es más fluido y legible cuando narra en primera