Mi Combate por los Niños Autistas. Bernard Golse. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Bernard Golse
Издательство: Bookwire
Серия: Primera infancia
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788418095870
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que tienen los adultos del ser que ese niño devendrá.

      Cuando nació, Vincent se encontró con unos padres que enseguida tuvieron una visión podríamos decir demasiado anticipada de su hijo y al que muy rápidamente le demandaron ser autónomo a causa de sus propias preocupaciones. Lo vuelvo a repetir aquí: el autismo de Vincent no se reduce a este dato que solo podemos tener en cuenta considerando los factores endógenos de vulnerabilidad –genéticos u otros– que él presentaba. Por ello, el encuentro con el entorno es muy importante y Vincent fue proyectado desde el vamos en un futuro lejano que no le dejó el tiempo suficiente para ser un bebé dependiente, lo cual es una necesidad temporaria fundamental.

      El término “intersubjetividad” designa –¡sencillamente!– la experiencia profunda que nos hace sentir que uno mismo y el otro, son dos. Esto es fácil de enunciar y de representárselo, aunque los mecanismos íntimos que subyacen a este fenómeno sean probablemente muy complejos y todavía no totalmente comprendidos. Hoy en día, esta cuestión de la intersubjetividad es central y articula el debate entre los defensores de lo interpersonal y los de lo intrapsíquico.

      Existe también actualmente otra discusión sobre la emergencia progresiva de la intersubjetividad o, por el contrario, una intersubjetividad dada desde el principio. Esquemáticamente podríamos decir que los especialistas europeos son más partidarios de la idea de una instauración gradual y necesariamente lenta de la intersubjetividad, mientras que los anglosajones son más partidarios de una intersubjetividad primaria, de alguna manera genéticamente programada (C. Trevarthen, 2003; D. Stern, 1989, por ejemplo). D. Stern insiste sobre todo en el hecho de que el recién nacido es inmediatamente apto para percibir, para representar, memorizar y vivenciarse como agente de sus propias acciones4 y que, por eso, no es necesario recurrir al dogma de una indiferenciación psíquica primaria5. Por el contrario, los psicoanalistas –y no solo en Europa– insisten en una dinámica progresiva de un doble gradiente de diferenciación, extra e intrapsíquico. Esta valorización de la lentitud se basa, en particular, en la observación clínica de los niños que se estancan en los primeros tiempos de su desarrollo y se inscriben entonces en el campo de las patologías llamadas arcaicas (autismos y trastornos invasivos del desarrollo) aunque no se puede reducir el autismo a una simple interrupción del desarrollo.

      Como siempre, en este tipo de polémica existe una tercera vía, que quisiera defender aquí. Esta tercera vía consiste en pensar que el acceso a la intersubjetividad no se juega en un todo o nada, sino que, por el contrario, se da de manera dinámica entre momentos de intersubjetividad primaria efectivamente posibles desde el principio, pero fugaces, y probables momentos de indiferenciación; y la cuestion para el bebé es que pueda estabilizar progresivamente estos primeros momentos de intersubjetividad haciéndolos permanecer de manera más estable y continua que los momentos de indiferenciación primitiva. La descripción del amamantamiento realizada por D. Meltzer (1980) como momentos de “atracción consensual máxima” evoca estos procesos: durante el amamantamiento el bebé tiene transitoriamente la sensación de que las diferentes percepciones sensitivo sensoriales provenientes de la madre (su olor, su imagen visual, el gusto de la leche, su calor, su cualidad táctil, su handling) no son independientes las unas de las otras. O sea que no están clivados estos elementos o “desmantelados” según las diferentes líneas de su sensorialidad personal sino, por el contrario, están “mantelados” temporariamente durante el momento de la lactancia. En esas condiciones, un bebé podría tener acceso a una vivencia puntual de un esbozo de la existencia de un otro al exterior de él, un verdadero “preobjeto”6 que confirmaría la existencia de un tiempo de intersubjetividad primaria.

      Efectivamente la percepción polisensorial del objeto es la condición sine qua non para poder percibir al objeto –el otro–como exterior a sí mismo. De amamantamiento en amamantamiento el bebé va a trabajar esta oscilación entre mantelamiento y desmantelamiento para finalmente lograr hacer prevalecer el mantelamiento y por ende el acceso a una intersubjetividad estable.

      En esta concepción de un gradiente dinámico y progresivo entre indiferenciación primitiva e intersubjetividad, vemos cómo ese movimiento es posible gracias a la existencia de un núcleo de intersubjetividad primaria existente en cada niño y por ende también en los niños autistas7. El acceso a la intersubjetividad correspondería entonces a un movimiento de convergencia y de conflunencia progresivos de esos núcleos de intersubjetividad primaria.

      Los trabajos de B.Golse y R. Roussillon (2010)8 van en este sentido indicando que el primer otro solo puede ser otro especular, o sea en espejo del niño, otro suficientemente parecido, pero un poquito diferente de sí (G. Haag, 1985). Las carácterísticas de ese primer otro invitan a representarse el acceso a la intersubjetividad como un proceso de separación lento, pero precozmente intercalado por momentos de diferenciación accesibles dentro de las interacciones. Yo agregaría que a mi modo de entender, una vez adquirida la intersubjetividad no es un hecho definitivamente estable. Es una conquista que hay que preservarla a lo largo de toda la vida y que hay que incluso ponerla en juego en ciertas circunstancias como el amor, el compartir emociones (estéticas sobre todo), las experiencias grupales y, por último, pero no menos importante, el pensamiento de la muerte.

      En todo caso, ya sea que la intersubjetividad sea solo secundaria o gradualmente adquirida a partir de núcleos de intersubjetividad primaria, esta dinámica de diferenciación extrapsíquica lleva en sí el riesgo de una cierta violencia en la medida en que puede hacerse siempre de manera demasiado rápida o demasiado brutal, es decir, de manera traumática. Podemos también preguntarnos si no hay violencia “a mínima”9, incluso cuando esta dinámica se da de manera esperable10. En resumen, el acceso a la intersubjetividad condiciona la posibilidad de acceso al lenguaje, y por lo tanto, una cierta forma de violencia sería inherente al desarrollo mismo del lenguaje, lo que probablemente esté relacionado con los trastornos del lenguaje que presentan, tan a menudo, los niños autistas.

      En el marco de este doble movimiento de diferenciación inter e intrasubjetivo que permite el crecimiento y la maduración psíquica del niño, así como su acceso progresivo a la intersubjetividad, la instauración de una brecha intersubjetiva es la que, poco a poco, confiere al niño el sentimiento de ser un individuo entero, no incluido en el otro, no fusionado con él. Evidentemente, esta condición previa es indispensable para poder pensar en el otro y dirigirse a él, y es este prerrequisito el que falta tan gravemente en los niños autistas.

      Al mismo tiempo que se profundiza la brecha intersubjetiva, el niño y los adultos que se ocupan de él deben ineludiblemente establecer lazos preverbales que permitan al niño permanecer en relación con el (o los) objeto(s) de los que se diferencia. Algunos niños autistas fracasan en la ampliación de la brecha intersubjetiva: para ellos, el objeto sigue siendo, en cierto modo, una cuestión irrelevante (autismo típico); otros, o incluso los mismos niños pero después de un cierto tiempo de evolución, son capaces de tener en cuenta esta diferencia intersubjetiva, pero no tejen ningún vínculo preverbal, lo que los confina a una gran soledad, al otro lado de la orilla de la distancia intersubjetiva, de alguna manera (ver página 41).

      Cuando la araña quiere descender del techo al suelo, no se tira sino que teje lazos gracias a los cuales, despacito, ella baja del techo hacia el suelo. De este modo, una vez en el suelo, está separada del techo que acaba de dejar, pero permanece conectada a él de manera tal que, si quiere subir, podrá hacerlo utilizando los hilos que ella misma acaba de secretar. Esta metáfora nos parece ilustrar los procesos que quiero describir con respecto al camino del niño hacia el lenguaje verbal.

      La psicología del desarrollo temprano, la psicopatología y la psiquiatría del bebé nos enseñaron que, entre los vínculos precoces que se establecen paralelamente al establecimiento de la intersubjetividad, nos encontramos hoy con los vínculos de apego