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Nuestro libro procede como detallaremos a continuación. El primer capítulo sitúa este trabajo en el marco de los estudios académicos sobre redes ilícitas entre funcionarios del Estado y organizaciones de narcotráfico. Aquí utilizamos la noción de intreccio que emplean los italianos para referirse a las conexiones entre miembros de la mafia y funcionarios estatales, con el objetivo de comprender el surgimiento y el funcionamiento interno de las “redes de extorsión apoyadas por el Estado” (Snyder y Durán-Martínez, 2009). Ambos conceptos ilustran con claridad la existencia de conexiones clandestinas entre participantes en actividades criminales y miembros del aparato represivo del Estado, conexiones a las que nuestros entrevistados denominaban, en buen criollo, arreglo.
Si bien los especialistas destacan la importancia de estas conexiones clandestinas, muy pocos trabajos académicos han analizado con minuciosidad el contenido real de estas relaciones encubiertas. Este libro no solo cubre esta importante brecha, sino que trasciende la descripción para conectar el contenido de la colusión policial-criminal con las respuestas reales de los actores involucrados y las experiencias vividas por las personas afectadas por estas relaciones. A esto le sumamos un breve contexto histórico del narcotráfico y la corrupción policial en la Argentina.
A partir de estos fundamentos teóricos y contextuales, comenzamos nuestro análisis empírico de las conexiones clandestinas desde abajo hacia arriba. Los capítulos 2 y 3 se basan primordialmente en datos etnográficos y tomados de entrevistas para detallar los encuentros cotidianos con el crimen y la violencia en las calles y los hogares de Arquitecto Tucci. En el capítulo 2 describimos las experiencias diarias de los vecinos con esta violencia y documentamos los caminos que utiliza la violencia relacionada con las drogas para entrar en sus hogares. Al igual que Carolina –cuya historia dio comienzo a esta introducción–, la mayoría de los vecinos con quienes hablamos tenían experiencias personales con la violencia, opiniones fuertes sobre la policía en el barrio, y sospechas de extorsión y complicidad policial con los traficantes. Todo esto generaba una desconfianza generalizada hacia las fuerzas de seguridad locales, como describimos en el capítulo 3.
Los tres capítulos siguientes abandonan el campo (Arquitecto Tucci) y se desplazan hacia donde está la colusión. A través de un detallado análisis de procesos judiciales que implican a participantes en el narcotráfico y miembros de las fuerzas de seguridad, nos enfocamos en las relaciones de colusión existentes a lo largo y ancho de la Argentina. Estos capítulos se trasladan desde los suburbios de Buenos Aires en el capítulo 4 –donde analizamos las relaciones clandestinas entre un grupo al que llamamos Los Vagones y miembros de la policía local– hasta los barrios pobres que rodean la ciudad de Rosario, en el capítulo 5 –donde los integrantes de Los Monos confiaban en sus estrechas conexiones con diversas fuerzas de seguridad–. En el capítulo 6 viajamos a la frontera noreste del país para estudiar una organización de narcos bien conectada a la que llamamos Los Pescadores, y después retornamos al Conurbano bonaerense para conocer el funcionamiento interno de La Banda de Raúl. En conjunto, estos tres capítulos presentan evidencia del contenido real de la colusión y muestran los importantes intercambios de material y recursos informativos que acompañan a la provisión de “protección”.
En el capítulo 7 abandonamos los casos específicos para teorizar la colusión mediante un examen detallado de los recursos, prácticas y procesos relacionales que la componen. Y señalamos que el arreglo profundo y rutinario entre narcotraficantes y miembros de las fuerzas de seguridad estudiado en este libro no es una característica perenne del sistema de gobierno en la Argentina o, para el caso, en América Latina. El cambio es posible. Conscientes de lo perniciosa que es la colusión para las instituciones democráticas, concluimos con una reafirmación del valor y la importancia de las ciencias sociales públicas y con una especulación empírica sobre maneras posibles de erradicar la colusión. La ambivalencia del Estado aquí develada no hace que las tribulaciones, la frustración y la impotencia de Carolina sean menos dolorosas. Pero tenemos la esperanza de que, al menos, las vuelvan más comprensibles.
[2] A menos que se explicite otra cosa, todos los nombres de personas y lugares fueron cambiados para proteger su anonimato. Arquitecto Tucci es el mismo barrio donde uno de nosotros realizó trabajo de campo para un proyecto anterior (Auyero y Berti, 2015).
[3] Conocido como bazuco en Colombia, baserolo en Ecuador y mono en Chile, el paco es una forma barata y sumamente adictiva de la cocaína. Acerca de cómo la propagación del paco se relaciona con la transformación de la Argentina de un país de tránsito en un país de consumo y producción de cocaína, véase el interesante informe de Taylor (2008).
[4] Nombre real.
[5] Madres contra el Paco es una organización presente en muchos barrios pobres, villas y asentamiento de ocupas en la Argentina. Hacen escraches públicos de los narcotraficantes marchando frente a sus casas, denunciando los efectos nocivos de los productos que venden los dealers y exigiendo acción judicial o política en su contra.
[6] El 28 de noviembre de 2018, el guardaespaldas, un oficial de policía de nombre Alberto Martín Murúa, fue sentenciado a dos años de probation. Véase “Robo a Oberlín: condicional al custodio y cinco años al ladrón”, cba24n, 28/11/2018, disponible en <www.cba24n.com.ar/policiales/robo-a-oberlin--condicional-al-custodio-y-5-anos-al-ladron_a5de581aed91dda498914a4ac>.
[7] La historia de Oberlín no es única. Tal como ocurrió en tiempos de dictaduras militares y gobiernos autoritarios, los sacerdotes que trabajan con y para los pobres (por ejemplo, Enrique Angelelli y Carlos Mugica en la Argentina, Óscar Romero en El Salvador y Juan José Gerardi en Guatemala) son amenazados o asesinados. Hoy por hoy, los victimarios no son solo actores militares o paramilitares sino también narcotraficantes que, en muchos casos, actúan en complicidad con funcionarios del Estado. Para una crónica esclarecedora del asesinato de Girardi, véase Goldman (2007). Sobre los recientes asesinatos de los sacerdotes mexicanos José Alfredo López Guillén, Alejo Jiménez y José Juárez, véase David Agren, “‘Narcos Alone Rule’: Mexico Shaken after Three Priests Killed within a Week”, The Guardian, 29/9/2016, disponible en <www.theguardian.com/world/2016/sep/29/mexico-catholic-priests-killed-drug-trafficking>.
[8] Dado lo conocido que es este grupo en el país, y en la ciudad de Rosario en particular, utilizamos su nombre real (Los Monos). Cambiamos los de todos los otros grupos de narcotraficantes que analizamos en este libro, así como los nombres y pequeños detalles que podrían identificar a los individuos mencionados en los procesos judiciales.
[9] El Conurbano bonaerense es un área compuesta por 33 distritos, que rodea la ciudad de Buenos Aires. Allí residen alrededor de 14 millones de personas. Aunque pequeño desde lo geográfico (apenas un 0,5% del territorio nacional), el 29% de la población total reside allí, y el 40% de los residentes están por debajo de la línea de pobreza (Ronconi y Zarazaga, 2017).
[10] Para excepciones, véase la investigación de Arias (2006a, 2017). Sobre la diferencia entre recolección de datos y producción de información desde una perspectiva teórica, véanse Bourdieu, Chamboderon y Passeron (1991).