Para una crítica del neoliberalismo. Rodrigo Castro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rodrigo Castro
Издательство: Bookwire
Серия: Fuera de serie
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788483812716
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si vamos al texto de Bilger, nos damos cuenta de que Foucault ofrece solo esta frase del pasaje: «la liberación de la economía de las restricciones del Estado». El contexto de la frase en el libro de Bilger es más performativo. «El 28 de abril de ese mismo año, él [Erhard] pronunció su primer gran discurso, sorprendiendo a toda la Asamblea con palabras totalmente fuera de lo común e inesperadas. Mientras todos los diputados exigían planificación, él anunciaba "la liberación de la economía de las restricciones del Estado». Efectivamente, el fragmento de Bilger produce un efecto de aguda contraposición entre las prácticas de reconstrucción, socialización y planificación (supuestamente keynesianas), por un lado, y la liberación de las coacciones estatales demandada por Erhard, por otro. En suma, para Bilger y para Foucault, Erhard era un antikeynesiano neoliberal y estaba introduciendo la serpiente del neoliberalismo en el huevo de la economía política de la reconstrucción alemana. Hayek y Erhard serían lo mismo.

      Pero si analizamos correctamente la frase de Erhard, nos damos cuenta de que no estaba pidiendo nada contrario a la socialización, reconstrucción e intervención. La frase no incluía nada asombroso, inesperado o inactual, como sugiere Bilger. Era una frase que recuerda el viejo espíritu liberal, convertido en sentido común tras la II Guerra mundial. Su énfasis está puesto en la hostilidad a la burocracia porque somete la vida a un yugo indigno. Se trataba de controlar el tipo humano del burócrata, una amenaza a la libertad, la creatividad y la dignidad de la vida. Las tareas de reconstrucción, intervención y socialización constituían oportunidades para que este tipo humano se hiciera dominador. Era urgente ponerle límites. Erhard pretendía romper con la forma prusiana de gobierno, heredada por los nazis. No se trataba de indisponerse con las «contraintes»» o «restricciones» estatales (algo muy vago) sino con la «staatliche Befehlswirtschaft», que solo puede traducirse por «economía de mandato o comando estatal». Sin duda, eso era la economía nazi, la economía de guerra y la economía soviética. Erhard afirmaba que estaba de acuerdo con emprender esta orientación de intervención y socialización, pero no con permitir la intervención ejecutiva de las órdenes económicas del Estado. Esta era la línea roja. Erhard hablaba de una fase necesaria de reconstrucción, intervención y socialización, pero deseaba impedir una burocratización asfixiante y cerrar el paso a la economía de comando estatal. La ejecución de los planes de socialización y reconstrucción debía depender de la libertad de empresa, libertad de precios y economía de mercado, algo coherente con la diferencia ordoliberal entre Wirtschaftsverfassung y Wirtschaftsprozess. El Estado intervenía en la primera, no en el segundo. Si el Estado intervenía en el proceso económico, se produciría una economía de mandato estatal. Si solo intervenía en la constitución económica se dejaría al actor económico en libertad. Por lo tanto, no había aquí nada contrario ni inesperado a la época. Era el viejo sentido de que allí donde se impone la economía de mandato estatal, que ejecuta sus planes por medio de una poderosa burocracia, allí la vida queda sometida y la libertad y la responsabilidad se hacían imposibles.

      Y ese era el sentido de la cita de Erhard, como se descubre a continuación: «Ni la anarquía ni el estado de termitas son apropiados como formas de la vida humana. Solo allí donde la libertad y el vínculo social se convierten en ley que imponen el deber, encuentra el Estado la legitimación ética para hablar y actuar en nombre del pueblo» (Stützel, 1981: 39-42). Aquí el énfasis estaba en el «weder… noch» y la traducción de Bilger es muy libre. Lo que decía Erhard es que no estaba de acuerdo ni con los fines de una liberalización absoluta, que impondría la anarquía de los libertarios americanos, ni en generar un estado de termitas, de hombres-hormigas. En suma, se hablaba de salvar la libertad, pero también de aceptar la ley vinculante dotada de esa Sittlichkeit que ofrece su legitimidad al Estado para poder llamarse Estado del pueblo.

      Pero todavía hay más. Foucault llega a decir que en el texto de Erhard vemos un Estado «despojado de sus derechos de representatividad» (Foucault, 2007: 104). De forma extraña, Foucault no ha leído este pasaje: «El Estado encuentra la justificación ética para hablar y actuar en nombre del pueblo solo donde la libertad y el vínculo se convierten en ley de obligado cumplimiento». ¿Puede significar esto despojar al Estado de su «representatividad»? Hablar y actuar en el nombre del pueblo, disponer de una legitimidad ética, vincular la libertad a la ley del deber, ¿cómo puede ser identificado con la pérdida de la representatividad por parte del Estado?

      Foucault orientó así todo su capítulo sobre una base endeble. Analizando la frase de Erhard mal traducida y peor entendida, Foucault proyectó sobre ella «toda una serie de significaciones que están implícitas y solo demostrarán su valor y su efecto a continuación» (Foucault, 2007: 105). Y esas significaciones implícitas estaban «efectivamente en la cabeza, si no de quien pronunció la frase, al menos de quienes escribieron su discurso» (Foucault, 2007: 105). ¿Y cuál es el centro de estas significaciones implícitas que ahora se revelan? El siguiente: «La idea de una fundación legítima del Estado sobre el ejercicio garantizado de una libertad económica» (Foucault, 2007: 105). La frase, como vimos, legitimaba la justificación ética del Estado en la defensa de una forma de vida como vida del pueblo. Ahora para Foucault solo se legitima por la libertad y el éxito económicos. No hay base alguna para esta conclusión, pero las legiones de estudiosos de Foucault, que ven en él una fuente primaria y no el analista no siempre escrupuloso de fuentes, la aceptan como una nueva biblia.

      Erhard, obviamente, no dice lo que Foucault sugiere, pero esto se debe a «que es fácil reconocer una astucia táctica