El desarrollo de la investigación nos mostró que esa relación fue determinante durante los años de dominio del Olimpo Radical, es decir, entre el 23 de mayo de 1867, cuando fue derrocado Tomás Cipriano de Mosquera, y abril de 1878, cuando se posesionó el general Julián Trujillo Largacha, que marcó la caída del radicalismo y el inicio de las primeras manifestaciones de la Regeneración, que sería definitivo a partir de 1885 y se lo consagró con la expedición de la Carta Política de 1886.
En efecto, durante los años del Olimpo Radical, los masones que actuaron y participaron en los gobiernos del Estado central como en del Estado Soberano de Cundinamarca se preocuparon por impulsar y promover proyectos de beneficencia, de asistencia social y médica, esbozos de la modernización por la que lucharon y trataron de imponer, que canalizaron en octubre de 1869 con la erección de la Junta General de Beneficencia, la cual asumió el control de los hasta entonces considerados establecimientos de caridad: el Hospital, la Casa de Refugio, el recién fundado Lazareto, y la creación del Hospicio de Niños, en los que se trató de imprimir un caráter público-estatal, mediante la organización administrativa y financiera, el saneamiento financiero, el establecimiento de mécanismos de control, que permitió la apertura a cierta filantropía.
A partir del gobierno de Trujillo y sobre todo durante la administración de Rafael Núñez Moledo, se dio el paulatino alejamiento de los radicales y de los masones de la administración estatal y obviamente de las actividades de beneficencia. Con la derrota de los radicales en la guerra de 1885 y la expedición de la Constitución centralista de 1886, se terminó el proceso de desmonte y reorganización de las instituciones erigidas y reenfocadas durante los 22 años que estuvo vigente la Constitución de Rionegro de 1863.
Emprendimos así un estudio documentado sobre el devenir de la Junta de Beneficencia de Cundinamarca, con enfasis en Bogotá, entre 1869 y 1886, con la intención de historiar y analizar la posible relación existente entre la beneficencia, la caridad y la filantropía con la masonería, entendiendo como posible y factible adelantar un estudio histórico de la acción social.
Para cumplirlo, se adelantó una pesquisa en los periódicos y revistas de la segunda mitad del siglo que reposan en la Biblioteca Nacional de Colombia y en la Biblioteca Luis Ángel Arango. Entre los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2016, consultamos la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, en la sede Recoletos, con el fin de allegar información teórica e histórica sobre la masonería, la caridad y la beneficencia.
Intentamos consultar el archivo de la Beneficencia de Cundinamarca, para lo que radicamos el 22 de febrero de 2016 una carta de solicitud de ingreso, dirigida por la ESAP a la dirección, luego de mucho insistir y radicar nuevas cartas se nos concedió la entrada. Sin embargo, ese archivo no pudo ser consultado, las condiciones de desorden, higiene, etc., lo impidieron. No entendemos por qué un archivo de una entidad pública se encuentra tan desorganizado, prácticamente abandonado, y que su consulta sea tan difícil, consideramos que el Archivo General de la Nación debe recibir, para custodiar, conservar, clasificar y ponerlo a disposición del público, tan importante, eso creemos, fuente documental. Advirtiendo que la entrega no es ninguna cosa imposible, el AGN ya recibió, en el año de 2016, el archivo del Asilo de Locos de Sibaté. Sería entonces cosa de adelantar conversaciones, fijar acuerdos y condiciones.
Así mismo, adelantamos algunas diligencias para consultar los archivos de las tres logias bogotanas: Estrella del Tequendama, considerada la logia madre de la masonería del centro del país, Filantropía Bogotana y Propagadores de la Luz, que funcionaron entre 1848 y 1885, los cuales no tuvieron resultado positivo, pues, por mi carácter de profano y por los reglamentos que rigen la masonería, eso no fue posible. Según parece, gran parte de esos archivos, por los sucesivos abatimientos de puertas, trasteos, etc., se perdieron, alguna parte fue rescatada por el historiador de la masonería Américo Carnicelli y es la base de sus importantes trabajos.1
El archivo de Carnicelli fue comprado por la Biblioteca Luis Ángel Arango. En 1997, en una fugaz visita que adelantó José Antonio Ferrer Benimeli, el más importante historiador de la masonería a nivel hispano, a esa biblioteca, tuvo ocasión de ojear algunos documentos de ese archivo, la mayoría de ellos centrados en las logias caribeñas, especialmente las de Cartagena de Indias, y quedó sorpendido por la riqueza de información que allí había. Tiempo después, cuando emprendí mis investigaciones sobre sociabilidad, tuve la oportunidad de revisar el índice de documentos del mencionado archivo, y confirmé que la gran base de información se centraba en Cartagena, buena parte de ella poco consultada; lo referente a las logias bogotanas está, básicamente referenciado y trabajado, en los cuatro tomos de la obra de Carnicelli.
Ante la imposibilidad de consultar los archivos de la Beneficencia y de las logias, tuvimos que recurrir a la sistemática consulta de la prensa colombiana del siglo XIX, primordialmente a la bogotana, con énfasis en los periódicos, ora porque fueron fundados, dirigidos y editados por masones, ora porque podían contener información sobre la temática de interés.2 El mismo tratamiento tuvimos con las memorias de personajes y con los libros publicados en la época, como con los recientes.
La búsqueda giró en torno a los cuatro temas centrales objeto de investigación: la beneficencia, la caridad, la masonería y la filantropía, como en la del Lazareto, la Casa de Refugio o Beneficencia, el Hospital de Caridad, el Hospicio de Niños, la Sociedad de San Vicente de Paúl y las Hermanas de la Caridad. A unas y otras fuentes nos acercamos con la pregunta esencial: la posible relación de la masonería y la beneficencia, la que hemos tratado de resolver y que se encuentra presente, quizá diluida, a lo largo del libro. De manera general, a partir de la historia de las instituciones dedicadas a la beneficencia: la Junta de Beneficencia y los establecimientos; de manera particular, en la participación y figuración de algunos personajes que pertenecieron a la masonería y que prestaron su concurso o jugaron un papel importante en la organización, control y puesta en escena de la beneficencia como política pública.
El resultado es un estudio documentado, con un carácter, según uno de los pares evaluadores, enciclopédico o ilustrado, lo que es un tanto entendible, pues alguna parte de mi experiencia investigativa y de publicación ha girado en torno al siglo XVIII. Es así como la obra contiene seis capítulos: el primero aborda el desarrollo de los gobiernos liberales, desde 1849 a 1886, y su relación con la beneficencia.
El segundo hace un recuento de la Junta General de Beneficencia, teniendo en cuenta, como todo el trabajo, algunos antecedentes históricos, el arranque de la Junta, su carácter y sentido administrativo, su organización, las fuentes de financiación y la relación existente entre beneficencia y policía. Muestra el interés de la masonería por promover la beneficencia a través de la filantropía, así como la activa participación de algunos masones en la conformación del nuevo ente y en sus cuadros directivos. Finalmente, establecimos que varios de los miembros de la Junta eran médicos alópatas que mantenían un permanente enfrentamiento con los médicos homeópatas, por lo que trataron de controlar el ejercicio de la homeopatía en el Hospital de Caridad.
El tercero presenta un primer establecimiento dependiente de la Junta, base de la política de beneficencia impulsada a partir de 1869: el Lazareto de Tocaima o de Agua de Dios, teniendo en cuenta algunos antecedentes históricos, al igual que la organización definitiva del mencionado establecimiento.
El cuarto trata sobre la Casa de Refugio o de Beneficencia, que sigue la misma estructura del capítulo anterior, antecedentes históricos y coyunturales, la consecución y adecuación de sedes, su funcionamiento; hace particular énfasis en las contribuciones públicas que se adelantaron entre 1870 y 1873, con el fin de sostener el establecimiento, en las que se reflejan las importantes aportaciones hechas por los masones, así como en otras fuentes de financiación.
El quinto sigue la tónica de los dos capítulos anteriores, centrado en el Hospital de Caridad, comúnmente llamado San Juan de Dios, detallando los cambios administrativos que adelantó la Junta, los esfuerzos por obtener una adecuada financiación y el intento por consolidar el Hospicio de Niños, en el que fue particularmente importante la participación de los masones.
El sexto analiza el