Obras Inmortales de Aristóteles. Aristoteles. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Aristoteles
Издательство: Bookwire
Серия: Colección Oro
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418211713
Скачать книгу
buscan un principio, y pretenden llegar a él por el camino de la demostración. Pero sus mismos actos prueban que no están seguros de la verdad de lo que anticipan, incurren en el error al que ya nos hemos referido, quieren darse razón de cosas respecto de las que no hay razón. En efecto, el principio de la demostración no es una demostración, no sería difícil convencer de ello a los que dudan de buena fe, porque esto no es difícil de comprender. Pero los que solo quieren someterse a la fuerza del razonamiento exigen un imposible, solicitan que se les ponga en contradicción, y comienzan por admitir los contrarios.

      Sin embargo, si no es todo relativo, si existen seres en sí, no podrá decirse que todo lo que parece es verdadero, porque lo que parece, parece a alguno. De manera que decir que todo lo que parece es verdadero, equivale a considerar que todo es relativo. Los que exigen una demostración lógica deben tener en cuenta lo siguiente: es necesario que admitan, si quieren entrar en una discusión, no que lo que aparece es verdadero, sino que lo que aparece es verdadero para aquel a quien aparece cuándo y cómo le aparece. Si se prestan a entrar en discusión, y no quieren añadir estas restricciones a su formulación, caerán bien pronto en la opinión de la existencia de los contrarios. En efecto, puede suceder que la misma cosa parezca al sentido de la vista que es miel y no lo parezca al del gusto; que las cosas no parezcan las mismas a cada uno de los dos ojos, si son diferentes el uno del otro.

      Es fácil responder a los que, por las razones que ya hemos expuesto, pretenden que la apariencia es la verdad y, por consiguiente, que todo es verdadero y falso igualmente. Unas mismas cosas no parecen a todo el mundo, ni parecen a un mismo individuo siempre las mismas; parecen muchas veces contrarias a la vez. El tacto, sobreponiendo los dedos, acusa dos objetos cuando la vista no acusa más que uno. Pero en este caso no es el mismo sentido el que percibe el mismo objeto; la percepción no tiene lugar del mismo modo, ni en el mismo tiempo, y solo bajo estas condiciones sería exacto decir que lo que aparece es verdadero.

      Los que defienden esta opinión, no porque vean en ella una dificultad que resolver y sí tan solo por discutir, se verán obligados a decir, “esto es cierto en sí” sino: “esto es cierto para tal individuo” y, como ya hemos señalado anteriormente, les será necesario referir todo a algo, al pensamiento, a la sensación. De manera que nada ha sido, nada será, si alguno no piensa en ello antes; y si algo ha sido o debe de ser, entonces no son ya todas las cosas relativas al pensamiento. Además, un solo objeto solo puede ser relativo a una sola cosa o a cosas determinadas. Si, por ejemplo, una cosa es a la vez mitad e igual, lo igual no será por este concepto relativo al doble. Con respecto a lo que es relativo al pensamiento, si el hombre y lo que es pensado son la misma cosa, el hombre no es aquello que piensa sino lo que es pensado. Y si todo es relativo al ser que piensa, este ser se compondrá de una infinidad de especies de seres.

      Hemos expuesto lo bastante para probar que el más seguro de todos los principios es que las afirmaciones opuestas no pueden ser verdaderas a la vez, y lo suficiente para demostrar las consecuencias y las causas de la opinión contraria.

      Y puesto que es imposible que dos afirmaciones contrarias sobre el mismo objeto sean verdaderas a la vez, es obvio que tampoco es posible que los contrarios se encuentren a la vez en el mismo objeto, porque uno de los contrarios no es otra cosa que la privación, la privación de la esencia. Pero la privación es la negación de un género determinado; luego, si es imposible que la afirmación y la negación sean verdaderas al mismo tiempo, es imposible asimismo que los contrarios se encuentren al mismo tiempo, a menos que no esté cada uno de ellos en alguna parte especial del ser, o que se encuentre el uno únicamente en una parte, pudiéndose afirmar el otro absolutamente.

      Parte VII

      Tampoco es posible que exista un término medio entre dos proposiciones contrarias; es necesario afirmar o negar una cosa de otra. Esto se hará evidente si definimos lo verdadero y lo falso. Afirmar que el ser no existe, o que el no-ser existe, he aquí lo falso; y afirmar que el ser existe, que el no-ser no existe, he aquí lo verdadero. En la suposición de que se trata, el que afirmase que este intermedio existe o no existe, estaría en lo verdadero o en lo falso; y por lo mismo, hablar de esta manera no es afirmar si el ser y el no-ser existen o no existen.

      Además, o el intermedio entre los dos contrarios es como el gris entre el negro y lo blanco, o como entre el hombre y el caballo, lo que no es ni el uno ni el otro. En este último caso no podría tener lugar el paso de uno de estos términos al otro; porque cuando hay cambio es, por ejemplo, del bien al no-bien; esto es lo que observamos siempre. En una palabra, el cambio no tiene lugar sino de lo contrario a lo contrario o al intermedio. Ahora bien, afirmar que hay un intermedio, y que este intermedio nada tiene de común con los términos opuestos equivale a afirmar que puede tener lugar el paso a lo blanco de lo que no era no blanco, cosa que no se observa jamás.

      Por otra parte, todo lo que es inteligible o pensado, el pensamiento lo afirma o lo niega; y esto resulta evidentemente conforme a la definición del caso en que se está en lo verdadero y de aquel en que se está en lo falso. Cuando el pensamiento declara tal juicio afirmativo o negativo, está en lo verdadero. Cuando declara tal otro juicio está en lo falso.

      Además, deberá afirmarse que este intermedio existe igualmente entre todas las proposiciones contrarias, a menos que se hable solo por hablar. En este caso, no se pronunciaría como verdadero o no verdadero, existiría un intermedio entre el ser y el no-ser. Por consiguiente, entonces habría un cambio, término medio entre la producción y la destrucción. Existiría también un intermedio hasta en los casos en que la negación lleva consigo un contrario. Y así habría un número que no sería ni impar ni no-impar, cosa imposible, como lo demuestra la definición del número.

      Todavía hay más. Con los intermedios se llegará al infinito. Se tendrá no solo tres seres en lugar de dos, sino muchos más. En efecto, además de la afirmación y negación primitivas, podrá haber una negación relativa al intermedio; este intermedio será alguna cosa, poseerá una sustancia propia. Y, por otra parte, cuando alguno, interrogado si un objeto es blanco, responde: No, no hace más que decir que no es blanco; y bien, no ser es la negación.

      La hipótesis que combatimos ha sido recogida por algunos como tantas otras paradojas. Cuando no se sabe cómo desenredarse de un argumento artificioso, se somete uno a este argumento, se admite la conclusión. Por este motivo algunos han aceptado la existencia de un intermedio; otros, porque buscan la razón de todo. El camino para convencer a los unos y a los otros es partir de una definición, y necesariamente existirá definición si dan un sentido a sus palabras: la noción de que son las palabras la expresión, es la definición de la cosa de que se habla. Por lo demás, el pensamiento de Heráclito, cuando dice que todo cambia, nada es, al parecer que todo es verdadero; el de Anaxágoras, cuando afirma que entre los contrarios hay un intermedio, es que todo es falso. Puesto que hay mezcla de los contrarios, la mezcla no es ni bien ni no-bien; nada se puede afirmar, por tanto, como verdadero.

      Parte VIII

      Conforme con lo que dejamos sentado, está claro que estas afirmaciones de algunos filósofos no están basadas ni en particular ni en general. Los unos pretenden que nada es verdadero, porque nada impide, dicen, a que con toda proposición ocurra lo que con esta: la relación de la diagonal con el lado del cuadrado es inconmensurable. Según otros, todo es verdadero; esta afirmación no se aparta de la de Heráclito, porque el que dice que todo es verdadero o que todo es falso, expresa a la vez estas dos proposiciones en cada una de ellas. Si la una es imposible, la otra lo será también.

      Además existe proposiciones contradictorias que evidentemente no pueden ser verdaderas al unísono, tampoco al mismo tiempo pueden ser falsas y, sin embargo, esto parecería más bien la posible, conforme a lo que hemos expuesto.

      A los que defienden semejantes doctrinas no debe preguntárseles, lo hemos dicho anteriormente, si hay o no algo, sino que debe pedírseles que designen algo. Para polemizar es necesario empezar por una definición y puntualizar lo que significa lo verdadero y lo falso. Si afirmar tal cosa es lo verdadero y si negarlo es falso, resultará imposible que todo sea falso. Porque es necesariamente indispensable que una de las dos proposiciones contradictorias sea verdadera, y a continuación, si es de toda necesidad afirmar o negar toda cosa, será imposible que las dos proposiciones sean falsas; solo una de las dos