6 En D. Bell y N. Cooper (eds)., The Analytic Tradition: Meaning, Thought and Knowledge, Oxford, 1990; reimpreso en M. Dummett, Frege and Other Philosophers, Oxford, 1991.
Capítulo 1
La historia de los pensadores y la historia de las ideas
Es importante para la filosofía analítica comprender su propia historia, contemplándose en el contexto de la historia general de la filosofía durante los siglos XIX y XX: ello es especialmente cierto en un momento en el cual está sufriendo profundos cambios. En lo que sigue voy a intentar explorar los orígenes de la filosofía analítica; pero esta no será una investigación histórica genuina, por dos razones.
Primero, voy a ignorar las contribuciones al nacimiento de la filosofía analítica de los filósofos británicos Russell y Moore, y me concentraré en aquellos filósofos que escriben en lengua alemana. Ello no se debe a que no piense que las contribuciones de Russell y Moore sean de una profunda importancia, sino porque ese terreno ha sido bastante bien trabajado, y porque, a pesar de la familiaridad de Russell con el trabajo de los filósofos de habla alemana, especialmente Frege y Meinong, él y Moore provienen de un ambiente filosófico muy diferente. Una grave distorsión histórica surge del frecuente hábito moderno de hablar de la filosofía analítica como “angloamericana”. Aparte de la implícita desestimación del trabajo de los filósofos escandinavos modernos, así como del más reciente interés en la filosofía analítica que ha surgido en un gran número de países europeos, incluyendo Italia, Alemania y España, esa terminología distorsiona absolutamente el contexto histórico en el cual la filosofía analítica nació, a la luz de la cual sería mejor llamarla “angloaustríaca” más que “angloamericana”. En Europa central, es decir, en la gran región cultural definida por el uso de la lengua alemana con fines de publicación, hubo a lo largo de todo el siglo XIX una gran cantidad de corrientes filosóficas diversas que, sin embargo, no fluyeron a través de canales aislados sino que se encontraron unas con otras debido a la comunicación entre los representantes de las distintas tendencias en las universidades. Más de una de esas corrientes contribuyó, en el siglo XX, a la formación de la filosofía analítica, que, antes de que Hitler llegara al poder, debía ser vista más como un fenómeno centroeuropeo que británico. El desplazamiento del centro de gravedad científico y filosófico a través del Atlántico, ahora percibido como ya consumado en los Estados Unidos, y, por cualquiera, como al menos amenazado, fue, por supuesto, principalmente un efecto a largo plazo de los eventos políticos, esto es, del régimen nazi que llevó a muchos a refugiarse en América: el proceso ahora está siendo completado por los muchos gobernantes europeos contemporáneos que se han propuesto causar el máximo daño posible a los sistemas universitarios de sus países. Ello, por supuesto, no lo hace en absoluto menos real; pero es un grave error proyectar realidades presentes sobre un pasado en el cual ellas eran inimaginables.
No es solo que me concentraré en únicamente una de las dos corrientes que dieron lugar a la filosofía analítica: apenas estaré interesado en respetar la causalidad histórica en absoluto. Una genuina investigación histórica debe evidenciar las influencias que ejercieron determinados filósofos particulares sobre otros filósofos particulares. Para establecer esto, las fechas de las publicaciones deben ser constatadas, los diarios y la correspondencia personal estudiados, incluso los catálogos de las bibliotecas deben ser examinados para descubrir qué leyeron o pudieron haber leído determinados individuos. No estaré preocupado por nada de esto, y por lo tanto la mía no es una genuina investigación histórica, al menos no una del tipo acostumbrado.
La historia de las ideas está repleta de desarrollos que no pueden ser explicados por investigaciones históricas del tipo usual. Alguien insinúa una nueva idea y la fundamenta con ciertos argumentos; poco tiempo después alguien más presenta la misma idea, apoyándola con argumentos muy similares: y sin embargo parece que el segundo no habría tenido oportunidad de leer el trabajo de aquel que se le anticipó. O, lo que es aún más notable, alguien reacciona contra, o presenta argumentos para oponerse a esa nueva idea, aunque, por otra parte, se demuestra que él no tenía conocimiento de que en realidad ella había sido anticipada por alguien más. Las ideas, como se dice, están “en el aire”. La verdadera explicación es presumiblemente que, en una cierta etapa de la historia de algún tema, las ideas se vuelven visibles, aunque solo para aquellos con una visión mental perspicaz, pero ni siquiera aquellos con la visión más aguda podrían haberla percibido en una etapa temprana. Si estamos interesados en la historia del pensamiento más que en la de los pensadores, es porque esos desarrollos son los que nos preocuparán, antes que aquellos explicables mediante una genuina investigación histórica. En cualquier caso, es esto lo que me interesará: hablaré sobre las direcciones que tomaron varias ideas filosóficas y los que fueron desarrollos legítimos a partir de ellas, sin preocuparme demasiado por quién leyó el trabajo de quién o si X derivó una cierta idea de Y o llegó a ella independientemente. No estoy despreciando la genuina investigación histórica, que sirve para satisfacer un tipo perfectamente razonable de curiosidad: simplemente me estoy comprometiendo con una discusión diferente, aunque afín.
Capítulo 2
El giro lingüístico
Lo que distingue a la filosofía analítica, en sus diversas manifestaciones, de otras escuelas es la creencia, en primer lugar, de que una explicación filosófica del pensamiento puede obtenerse a través de una explicación filosófica del lenguaje, y, en segundo lugar, que solo así puede obtenerse una explicación comprensiva. A pesar de sus amplias divergencias, el positivismo lógico, Wittgenstein en todas las etapas de su carrera, la filosofía del “lenguaje ordinario” de Oxford y la filosofía postcarnapiana en los Estados Unidos según lo representado por Quine y Davidson, todos adhirieron a estos axiomas mellizos. Cierto trabajo reciente en la tradición analítica ha invertido esta prioridad en el orden de la explicación, del lenguaje sobre el pensamiento, sosteniendo que el lenguaje solo puede ser explicado en términos de nociones dadas anteriormente de distintos tipos de pensamientos, considerados independientemente de su expresión lingüística. Un buen ejemplo de esta nueva tendencia es el libro póstumo de Gareth Evans,7 donde ensaya una explicación, independiente del lenguaje, de qué es pensar acerca de un objeto de varios modos, para luego explicar los diferentes significados verbales de efectuar referencia a un objeto en términos de esos modos de pensar al respecto. Según mi caracterización, por lo tanto, Evans ya no era un filósofo analítico. Se encontraba, en efecto, directamente dentro de la tradición analítica: los tres pilares sobre los que descansa su libro son Russell, Moore y Frege. Sin embargo, es solo como perteneciente a esta tradición –en tanto adopta un cierto estilo filosófico y apela a ciertos escritores más que a otros– que pertenece a la tradición analítica.
En esta caracterización, por lo tanto, la filosofía analítica nació cuando se produjo el “giro lingüístico”. Este no fue, por supuesto, adoptado uniformemente por todos los grupos de filósofos en todo momento: pero el primer ejemplo claro que conozco es Die Grundlagen der Arithmetik8 de Frege en 1884. En un punto crucial del libro, Frege plantea la pregunta kantiana: “¿Cómo nos son dados los números, aceptando que no tenemos idea o intuición de ellos?”. Su respuesta depende del celebrado principio del contexto, que él había establecido en la Introducción como uno de los principios metodológicos fundamentales a ser seguidos en el libro. El principio del contexto es, sin embargo, formulado como uno que gobierna una investigación sobre el lenguaje más que sobre modos de pensamiento. Si este hubiera sido formulado del último modo, habría que decir que no hay tal cosa como pensar sobre un objeto salvo en el curso de pensar algo específico acerca de él. La respuesta de Frege a su pregunta kantiana podría en este caso haber sido que los números nos son dados a través de nuestra captación de pensamientos completos sobre ellos: la investigación podría entonces haber procedido preguntando sobre lo que está involucrado en la captación de tales pensamientos. El principio del contexto no está formulado de ese modo, no obstante, sino como la tesis de que es solo dentro del contexto de una oración que una palabra tiene significado: la investigación