Cómo vencer los temores y fortalecer la salud emocional. Enrique Chaij. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Enrique Chaij
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789877983296
Скачать книгу
quiere colmarte de bendición. Él desea que seas feliz y que tengas paz en tu corazón. Para ello, te invita a depender de él mediante la fe sincera. Entonces, tus penas y tus temores se desvanecerán, y podrás terminar mucho mejor de lo que eras antes de tu adversidad... Como le pasó a Job, a quien “el Señor quitó su aflicción y duplicó lo que Job había poseído” (42:10).

      Cuando alguna contrariedad estremezca tu alma, ahuyenta tus temores por medio de la esperanza cristiana. ¡Y el sol de un nuevo día brillará en tu ser!

       Temor emblemático

      Siglos después del sufrido Job, nació otra vida singular, cargada de lección. Al principio pareció ser un muchacho más, un simple pastor de ovejas al cuidado de los rebaños de su padre. Pero desde el momento en que inesperadamente fue ungido rey de su país, y ganó celebridad por haber vencido al gigante Goliat, este joven llegó a ser tan amado por su pueblo como odiado por sus enemigos. Así fue la vida del rey y salmista David.

      En la vida de David abundaron los temores. Notemos su propio testimonio: “Temor y temblor vinieron sobre mí, y el horror me abruma. Dije: ¡Quién me diera alas de paloma! Volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos, moraría en el desierto. Me apresuraría a escapar del viento borrascoso, y de la tempestad” (Salmo 55:5-8). Con estas patéticas palabras, David describe la agonía de su alma, y su profundo deseo de escapar de sus enemigos, con el fin de encontrar un poco de paz para su corazón golpeado por el temor.

      Era tal su desesperación, que hubiera querido tener “alas de paloma” para huir adonde nadie lo viera. El mismo que antes había enfrentado sin miedo al temible Goliat, y lo había vencido de modo tan espectacular, ahora parecía un niño temblando de temor ante sus perseguidores. Pero finalmente, David reconoció que había solución para su espíritu desesperado. Comprendió que con su excesivo temor, jamás podría ser feliz, ni menos ser el rey valiente de su nación.

      Confianza en medio del temor

      Los días tormentosos de David le enseñaron la mayor lección de su vida. Llegó a confiar en Dios como el gran Vencedor sobre todos sus temores. Pidió la fuerza divina para ponerse por encima de sus miedos. Y el Altísimo le dio la victoria anhelada. A tal punto, que después escribió este sabio consejo para bien de toda persona temerosa: “Confía en el Señor,… y él te dará los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, confía en él y él hará. Descansa en el Señor, y espera tranquilo en él” (Salmo 37:3,4,5,7).

      El antiguo rey no negó sus miedos. ¿Qué sueles hacer tú cuando el temor te agobia y angustia? ¿Disimulas el verdadero estado de tu corazón, y te esfuerzas por dar una impresión ficticia de valor? El disfrazar o encubrir la realidad no es buena terapia para ninguna clase de temor.

      ¿Algún miedo te persigue y te mantiene abrumado de dolor? ¿Sientes que la inseguridad te impide gozar de la vida? Haz entonces lo que hizo David: analiza tu temor, cuéntaselo a tu amigo cercano, y sobre todo a tu Padre celestial. Y él responderá tu pedido de ayuda. No hay temor que sea mayor que Dios. Por ende, él puede resolver los temores de quienes confían en él y solicitan su ayuda.

       Tenía mucho miedo

      Un hombre de mediana edad padecía de un terrible temor a la muerte. E hizo este comentario: “En mi turbación mental, llegué a celar a mi esposa sin motivo alguno. Y resulta que ahora ella me está celando a mí”. ¿Tenía ella alguna razón para celarlo? Desgraciadamente sí, porque el hombre le estaba siendo infiel a su esposa desde hacía diez años.

      Y ese prolongado estado de infidelidad le había producido al hombre una conciencia culpable y acusadora. Inconscientemente, comprendía que así no podía ser feliz ni menos estar preparado para enfrentar la muerte. De ahí su temor desmedido y patológico ante la idea de la muerte. Pero cuando al tiempo abandonó su conducta de esposo infiel, desapareció su temor. A partir de entonces, ya con su conciencia tranquila, se sintió preparado para vivir y para morir en paz con Dios.

      La experiencia de este hombre revela varios hechos destacables: 1) Que todo temor tiene una raíz o causa determinada; 2) Que ese temor –no importa cuál sea– persistirá mientras no se combata la causa; 3) Que el comportamiento inmoral o infiel puede provocar diversos temores secretos en el corazón; 4) Que con la intervención divina es posible blanquear y vencer el temor.

      El buen proceder

      La Sagrada Escritura aconseja centenares de veces que no tengamos miedos ni temores. Y este consejo puede llevarse a cabo cuando conservamos una conducta limpia y justa. Tomemos por caso la exhortación divina, que dice: “No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios que te fortalezco. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10). El pedido es claro y directo: no temer ni desmayar. Y la razón para ello, es que Dios nos fortalece y nos ayuda.

      Pero esta tonificante promesa de la compañía y la asistencia divina, demanda de nuestra parte una conducta ordenada. El mismo Dios que nos exhorta no temer, nos dice con igual claridad: “Haz lo bueno… Apártate del mal y haz el bien, y vivirás para siempre”. “Aborreced el mal, seguid el bien… No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien” (Salmo 37:3,27; Romanos 12:9,21).

      ¿No te parece alentadora esta verdad? Nuestro Padre celestial nos da el buen consejo de no temer, luego nos fortalece con su ayuda y poder, y finalmente implanta en nuestro ser la vida exenta de mal y de temor. Esta fue la gran bendición que recibió el mencionado hombre que tanto le temía a la muerte.

      En suma, cuando permitimos que Dios actúe en nuestra intimidad y le confiamos la dirección de nuestra vida, los temores no encuentran terreno propicio para nacer y crecer. Conserva esta verdad en tu corazón, y gozarás de paz, aunque el mundo viva “bajo el signo del temor”.

       De la noche a la mañana

      Veamos ahora otro caso aleccionador: un joven que había caminado y corrido durante todo el día, huyendo de la ira de su hermano. Estaba agotado, extenuado. Ya el sol se había ocultado, y el aterrado fugitivo solamente quería descansar y dormir. Y en esa hora de la noche se detuvo en aquel campo agreste y solitario. Cayó en tierra, colocó debajo de su cabeza una piedra por almohada, y quedó profundamente dormido.

      ¿Quién era este joven fugitivo? Era Jacob, quien temía por su vida, porque le había usurpado la valiosa primogenitura a su hermano y había engañado vilmente a su padre. Su temor era pavoroso, y su conciencia estaba manchada de vergüenza. Ahora estaba solo en medio de la noche, lejos de su casa, sin que nadie pudiera ayudarlo…

      Y mientras dormía, Jacob tuvo un sueño inesperado y providencial. En el sueño vio una escalera apoyada en la tierra, que llegaba hasta el cielo. “Y ángeles de Dios subían y descendían por ella. Y vio al Señor en lo alto de ella, que le dijo: Yo estoy contigo, te guardaré por dondequiera que vayas”… Y cuando Jacob se despertó, dijo: “Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía… ¡Cuán pavoroso es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo” (Génesis 28:10-17).

      Jacob se había acostado lleno de pavor. Pero al levantarse, Dios lo tranquilizó y le aseguró su divina compañía. Entonces, frente a la promesa del Altísimo, no pudo menos que decir con profunda emoción: “El Señor está conmigo, ya no tengo más temor”.

      Un despertar feliz

      En un sentido, todos nos vemos retratados en esta experiencia de Jacob. ¡Cuántas veces nos acostamos por la noche con diversos miedos en nuestro corazón! Nos parece que estamos solos y sin saber qué hacer. Pero por fin el sueño nos vence y nos quedamos dormidos Y al despertar por la mañana, notamos que nuestro ánimo está mucho mejor. ¿Por qué? Porque el Señor nos sostuvo, y respondió nuestro pedido de ayuda. El gran cambio que Dios efectuó en el fugitivo de ayer, lo quiere hacer hoy en tu vida