Si te vuelves uno con cualquier cosa, te volverás alegre. Si te separas de cualquier cosa, aunque sea de la felicidad, te volverás desdichado.
Así que esta es la clave. El estar separado, como un ego, es la base de toda desdicha; el ser uno, el fluir con cualquier cosa que la vida te ofrezca, el estar en ella tan intensa, tan plenamente que ya no eres, estás perdido, entonces todo es maravilloso. La elección está ahí pero incluso te has vuelto inconsciente de la elección. Has estado eligiendo lo malo tan continuamente, se ha vuelto un hábito tan gastado, que simplemente lo eliges automáticamente. No queda otra opción.
Ponte alerta. Cada momento que elijas ser desdichado, recuerda: esta es tu elección. Incluso esta conciencia servirá de ayuda: el discernimiento de que esta es mi elección y que soy responsable; esto es lo que me estoy haciendo a mí mismo, esta es mi acción. Sentirás de inmediato una diferencia. La calidad de la mente habrá cambiado. Será más fácil que te muevas hacia la felicidad.
Y una vez que sepas que esta es tu elección, entonces todo se habrá convertido en un juego. Entonces, si te gusta ser desdichado, sé desdichado, pero recuerda que esa es tu elección y no te lamentes. Nadie más es responsable de eso. Este es tu drama. Si así te gusta, si te gusta la desdicha, si deseas pasar por la vida siendo desdichado, entonces esta es tu elección, tu juego. Tú lo estás jugando, ¡juégalo bien! Después no vayas y les preguntes a las personas cómo dejar de ser desdichado. Eso es absurdo. No vayas y les preguntes a los maestros y a los líderes cómo ser feliz. Los llamados líderes existen porque eres insensato. Tú mismo creas la desdicha y luego vas y preguntas a otros cómo deshacerla. Y seguirás creando la desdicha porque no estás alerta a lo que haces.
A partir de este preciso momento intenta ser feliz y dichoso.
Te mencionaré una de las leyes más profundas de la vida. Quizás nunca has pensado en ella. La has escuchado —toda la ciencia depende de ella— que la causa y el efecto son la base. Tú creas la causa, y el efecto le sigue. La vida es un vínculo casual. Tú colocas la semilla en la tierra, y ésta germinará. Si la causa está ahí, entonces el árbol le seguirá. El fuego está ahí, colocas tu mano sobre éste y se quemará. La causa está ahí y el efecto le seguirá. Si tomas veneno, morirás. Tú señalas la causa y entonces el efecto le sigue. Esta es una de las leyes científicas más fundamentales: que la causa y el efecto son el vínculo más profundo en todos los procesos de la vida.
La religiosidad conoce una segunda ley que es todavía más profunda que ésta. Sin embargo, la segunda ley que es más pro funda que ésta será absurda si no la conoces y experimentas con ella. La religiosidad dice: provoca el efecto y la causa le seguirá. En términos científicos, esto es totalmente absurdo. La ciencia dice: si la causa está ahí, el efecto le seguirá. La religión dice que lo contrario también es verdad: provocas el efecto y, observarás cómo la causa le sigue.
Surge una circunstancia con la cual te sientes feliz. Un amigo ha venido, un ser amado ha llamado; la causa es una circunstancia: te sientes feliz. El efecto es la felicidad, la llegada del ser amado es la causa. La religiosidad dice: sé feliz y el ser amado vendrá. Provoca el efecto y la causa le seguirá. Y por propia experiencia, la segunda ley es más fundamental que la primera. Lo he estado haciendo y ha estado sucediendo. Sólo sé feliz y el ser amado vendrá. Sólo sé feliz y los amigos estarán ahí. Sólo sé feliz y todo le seguirá.
Jesús dice lo mismo con otras palabras: “Buscad primeramente el reino de Dios y todas estas cosas os serán añadidas”. Sin embargo, el reino de Dios es el final, el efecto. Buscad primeramente el final —el final significa el efecto, el resultado— y la causa le seguirá. Así es como debería ser.
No es sólo que coloquéis una semilla en la tierra y el árbol crezca; más bien dejad que ahí crezca un árbol y habrá millones de semillas. Si a la causa le sigue el efecto, el efecto le seguirá nuevamente la causa. Esta es la cadena. Entonces se convertirá en un círculo, comenzad a partir de cualquier punto, provocad la causa o el efecto. Y os digo que es más fácil provocar el efecto porque el efecto depende totalmente de vosotros; quizás la causa no dependa tanto de vosotros. Si yo digo que sólo puedo ser feliz cuando cierto amigo está presente, entonces la felicidad dependerá de cierto amigo, ya sea que esté o no presente. Si yo digo que no puedo ser feliz hasta que adquiera esta enorme riqueza, entonces la felicidad dependerá de todo el mundo, de la situación económica y de todo. Quizás no suceda y, por lo tanto, no puedo ser feliz.
La causa está fuera de mí, el efecto está dentro de mí. La causa se encuentra en lo que está alrededor, en las circunstancias —la causa está en el exterior—. Yo soy el efecto. Si puedo provocar el efecto, la causa le seguirá. Elegid la felicidad —eso significa que estaréis eligiendo el efecto—, y entonces observad lo que sucede. Elegid el éxtasis, y observad lo que sucede. Elegid ser dichosos y observad lo que sucede. De inmediato toda vuestra vida cambiará y veréis milagros sucediendo a vuestro alrededor, porque ahora vosotros habéis provocado el efecto y las causas tendrán que seguir.
Esto parecerá algo mágico; incluso puedes llamarlo la ley de la magia. La primera es la ley de la ciencia y la segunda es la ley de la magia. La religión es magia y tú puedes ser el mago. Eso es lo que te estoy enseñando: a ser el mago, a conocer el secreto de la magia. Inténtalo. Has estado intentando lo otro toda tu vida —no sólo en esta sino también en muchas otras vidas—. Ahora escúchame. Prueba esta fórmula mágica, este mantra que te doy. Provoca el efecto y observa lo que sucede. De inmediato las causas te rodearán, seguirán. No esperes a las causas; ya has esperado suficiente. Elige la felicidad y serás feliz.
¿Cuál es el problema? ¿Por qué no puedes elegir? ¿Por qué no puedes trabajar en esta ley? Porque tu mente, toda la mente que ha sido aleccionada por el pensamiento científico dice que si no eres feliz e intentas serlo, sólo será una actuación, no será real. Esto es lo que dice el pensamiento científico: que eso no será real, sólo estarás actuando. Sin embargo, no lo sabes. La energía vital tiene sus propias maneras de trabajar. Si puedes actuar totalmente, esto se convertirá en la realidad. Lo único es que el actor no debe estar ahí. Muévete plenamente en ella y entonces no habrá diferencia. Si estás actuando sin entusiasmo, entonces seguirá siendo artificial.
Si te digo: “Baila, canta y sé dichoso”, y tú lo intentas sin entusiasmo tan sólo para ver qué sucede y permaneces fuera y sigues pensando: “Esto es sólo artificial. Lo estoy intentando pero no llega, no es espontáneo”; entonces seguirá siendo una actuación, una pérdida de tiempo.
Si lo intentas, entonces inténtalo con entusiasmo. No ocultes nada, muévete hacia ella, conviértete en la actuación, funde al actor con la actuación y entonces observa lo que sucede. Se convertirá en lo real y, entonces, sentirás que es espontáneo. Tú no has hecho nada; entonces sabrás que ha sucedido. Pero a menos que seas total, esto no podrá suceder. Provoca el efecto, entra en él por completo, ve y observa los resultados.
Puedo haceros reyes sin reino, sólo debéis actuar como reyes y actuar de manera tan total, que ante vosotros aparecerá un verdadero rey como si sólo estuviera actuando. Y cuando toda la energía se haya introducido en la actuación, ¡se habrá convertido en la realidad! La energía hace real cualquier cosa. Si vosotros esperáis por los reinos, éstos nunca vendrán. Aun para un Napoleón, para un Alejandro, que tenían grandes reinos, éstos nunca llegaron. Siguieron siendo desdichados porque nunca lograron