La primera: la manera en que los seres humanos son educados juega un papel definitivo. Si eres desdichado, obtienes algún provecho de esa desdicha, siempre ganas. Si eres feliz, siempre pierdes. Desde que nace, un niño que está alerta comienza a percibir la diferencia. Siempre que se siente desdichado, todos lo compadecen; gana compasión. Todos intentan ser amorosos con él; gana amor. Y aún más que eso, siempre que se siente desdichado, todos se muestran atentos con él, gana atención.
La atención funciona como alimento para el ego, como un estímulo etílico. Te da energía, sientes que eres alguien. De ahí la gran necesidad, el enorme deseo de obtener la atención. Si todos te observan, te vuelves importante. Si nadie te observa, sientes como si no estuvieras ahí, ya no existes, eres un ser inexistente. La gente que te observa, la gente que está pendiente de ti es la que te da energía.
El ego existe dentro de una relación. Mientras más personas te prestan atención, más ego ganas. Si nadie te observa, el ego se desvanece. Si todos se han olvidado de ti por completo, ¿cómo es que puede existir el ego? ¿Cómo puedes sentir que existes? De ahí la necesidad de formar sociedades, asociaciones, clubes. Los clubes existen en todo el mundo —Rotario, Leones, Logias Masónicas— millones de clubes y sociedades. Estas sociedades y clubes existen sólo para prestar atención a aquéllos que no pueden conseguir atención de otras maneras.
Es difícil convertirse en presidente de un país, es difícil convertirse en jefe de una corporación. Es más fácil convertirse en el presidente de un Club de Leones pues, entonces, un grupo en particular te prestará atención. ¡Eres muy importante haciendo nada! Los Clubes de Leones, los Clubes Rotarios... no hacen nada y aun así sienten que son importantes. Y el presidente cambia constantemente: uno este año y otro al siguiente. Todos consiguen atención. Es un acuerdo mutuo y todo el mundo se siente importante.
Desde que nace, el niño aprende las políticas. Las políticas son: muéstrate desdichado y recibirás compasión, entonces todos serán atentos contigo. Muéstrate enfermo y te volverás importante. Un niño enfermo se vuelve tiránico; toda la familia tiene que seguirlo, cualquier cosa que diga es la norma. Si está contento, nadie lo escucha. Si está saludable, nadie se ocupa de él. Si es perfecto, nadie se muestra atento. Desde que nacemos, comenzamos a elegir la desdicha, la tristeza, el pesimismo, el lado más oscuro de la vida. Eso es una cosa.
Lo segundo que se relaciona con esto es: siempre que estás contento, siempre que estás alegre, siempre que te sientes extático y dichoso, todo el mundo siente celos de ti. La envidia quiere decir que todo el mundo es antagónico, nadie es amistoso; en ese momento, todo el mundo es un enemigo. Así entonces has aprendido a no ser tan extático que todo el mundo se vuelva hostil hacia ti, a no mostrar tu dicha, a no reírte.
Observa a las personas cuando ríen. Se ríen de una manera calculadora. No es una risa que provenga del estómago o de lo más profundo de su ser. Primero te observan, después juzgan... y, entonces, se ríen. Y se ríen hasta cierto punto, hasta el punto que tú tolerarás, hasta el punto en que no será tomado a mal, hasta el punto en que nadie sentirá envidia. Incluso nuestras sonrisas son políticas. La risa ha desaparecido, la felicidad se ha vuelto totalmente desconocida y el ser extático es casi imposible porque es algo que no está permitido. Si eres desdichado, nadie pensará que estás loco. Si estás extático y bailando, todo el mundo pensará que estás loco. El baile es rechazado, el canto no es aceptado. Cuando un hombre es dichoso creemos que algo está mal.
¿Qué tipo de sociedad es ésta? Si alguien se siente desdichado, entonces todo está bien; se ajusta porque toda la sociedad es más o menos desdichada. Él es un miembro, nos pertenece. Si alguien se vuelve extático, pensamos que se ha trastornado, que se ha vuelto loco. No nos pertenece y sentimos envidia y, por esta envidia, lo condenamos. Por la envidia trataremos de hacer que regrese, de cualquier manera, a su estado original. A ese estado original le llamamos normalidad. Los psicoanalistas y los psiquiatras ayudarán a que ese hombre vuelva a la desdicha normal.
En Occidente toda la sociedad se está volviendo contra los psicotrópicos. La ley, el estado, el gobierno, los expertos en leyes, las altas cortes, los legisladores, los sacerdotes, los papas —todo el mundo se está volviendo en contra—. No están realmente en contra de los psicotrópicos, están en contra de que las personas sean extáticas. No están en contra del alcohol, no están en contra de otras cosas como las drogas sino en contra de los psicotrópicos porque los psicotrópicos pueden crear un cambio químico en ti. Y la vieja corteza que la sociedad ha creado a tu alrededor, la reclusión en la desdicha, se puede romper, puede haber una salida. Puedes salir de eso, aunque sea por un momento, y ser extático.
La sociedad no puede permitir el éxtasis. El éxtasis es la más grande revolución.
Lo repito: el éxtasis es la más grande revolución.
Si las personas se vuelven extáticas, toda la sociedad deberá cambiar porque su sociedad está basada en la desdicha. Si las personas son dichosas, no puedes conducirlas hacia la guerra —a Vietnam o a Egipto o a Israel—. No. Alguien que es dichoso sólo reirá y dirá: “¡Esto es una tontería!”
Si las personas son dichosas, no puedes hacer que se obsesionen con el dinero. Ellas no desperdiciarán sus vidas tan sólo acumulando dinero. Les parecerá una locura el hecho de que una persona destruya toda su vida, intercambiando su vida por dinero muerto, muriendo y acumulando dinero —y el dinero estará ahí cuando él muera—. ¡Esto es una absoluta locura! Sin embargo, esta locura no puede ser vista a menos que tú te sientas extático.
Si las personas se sienten extáticas, todo el patrón de esta sociedad tendrá que cambiar. Esta sociedad existe en la desdicha. La desdicha es una excelente inversión para esta sociedad. Entonces educamos a los niños... desde que nacemos nos inclinamos por la desdicha. Por eso es que siempre eligen la desdicha.
Por la mañana hay una opción para todo el mundo. Y no sólo por la mañana, a cada momento se puede elegir entre ser desdichado y ser feliz. Tú siempre eliges ser desdichado porque hay una inversión. Siempre eliges ser desdichado porque se ha convertido en un hábito, en un patrón, porque siempre has hecho eso. Te has vuelto hábil en hacerlo, se ha vuelto una trayectoria. En el momento en que tu mente tiene que elegir, ésta de inmediato viaja hacia la desdicha.
La desdicha parece ir en descenso, el éxtasis parece ir en ascenso. El éxtasis parece difícil de alcanzar, pero no es así. La verdad es todo lo contrario: el éxtasis va en descenso y la desdicha va en ascenso. La desdicha es algo muy difícil de lograr, sin embargo, lo has logrado, has logrado lo imposible porque la desdicha es antinatural. Nadie quiere ser desdichado y todo el mundo es desdichado.
La sociedad ha hecho un excelente trabajo. La educación, la cultura, y las agencias culturales, los padres, los maestros han hecho un excelente trabajo. Han formado criaturas desdichadas a partir de creadores extáticos. Cada niño nace con éxtasis. Cada niño que nace es un dios y todo hombre muere enloquecido.
A menos que os recuperéis, a menos que reclaméis vuestra niñez, no podréis convertiros en las nubes blancas a las que me estoy refiriendo.
Esta será toda su labor, todo el sadhana, cómo recuperar la niñez, cómo reclamarla. Si podéis convertiros en niños nuevamente, entonces no hay desdicha. No quiero decir con esto que para un niño no existan momentos de desdicha pues los hay, pero aun así no hay desdicha. Tratad de comprender esto. Un niño puede volverse desdichado, puede estar triste, inmensamente triste en determinado momento, pero es tan pleno en esa desdicha, está tan unido a esa desdicha, que no existe división alguna. El niño que se separa de la desdicha, no existe. El niño no toma su desdicha como algo aparte, como algo dividido. El niño es la desdicha y la desdicha no es desdicha. Si os volvéis uno con ella, incluso tendrá una belleza propia.
Entonces, observad a un