Fabricar al hombre nuevo. Jean-Pierre Durand. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jean-Pierre Durand
Издательство: Bookwire
Серия: Akadémica
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786078683543
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(tesis de doctorado (deipcs) en curso), Querétaro, UAQ, 2020.

      Zemelman, Hugo, Conocimiento y sujetos sociales. Contribución al estudio del presente, Bolivia, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, 2017.

      Notas

      [1] En «Covid-19 mata a 25 obreros de maquiladoras en Chihuahua», ­[https://www.jornada.com.mx/2020/04/30/estados/026n1est], consultado 30 de abril de 2020.

      No, no me gusta el trabajo. Me encantaría holgazanear y soñar con todo lo bello que se puede hacer. No me gusta el trabajo –a nadie le agrada–, pero me gusta lo que hay en el trabajo, la oportunidad de descubrirse. Su propia realidad –para usted mismo, no para los demás– lo que nadie podrá jamás conocer de usted. Ellos sólo pueden ver las simples apariencias externas y jamás podrán decir lo que verdaderamente significan.

      Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas.

       Introducción

      Los países tecnológicamente avanzados han entrado en un ciclo de depresión duradera y sistémica: crecimiento muy bajo, responsabilidad abrumadora en el deterioro climático, destrucción masiva de empleos calificados, crisis del trabajo, entre otras cosas. El terrorismo de algunos miles de fundamentalistas religiosos y la aceleración de la migración internacional abonan al fortalecimiento de los derechos populistas y demagógicos. La pérdida de sentido va ganando terreno en casi todas las clases sociales.

      El trabajo, actividad que estructura social y psicológicamente en el capitalismo, ha perdido su intensidad, en primer lugar, entre los jóvenes y las personas mayores que carecen de empleo; y luego, en el número de asalariados, de los cuales algunos intentan refugiarse en los empleos atípicos como el autoempresariado.

      ¿Qué transformaciones radicales del hombre presenciamos sin realmente percibirlas? ¿En qué medida se puede hablar del advenimiento de un hombre nuevo en el sentido gramsciano del término? ¿Cuál sería la especificidad del hombre nuevo de hoy? Un fenómeno recurrente es la adaptación de los hombres y de las mujeres a las condi­ciones de producción y de consumo. ¿Cuáles son, según las grandes transformaciones fordianas que configuraron un «nuevo tipo de traba­jador y de ser humano», referido por Antonio Gramsci, las que forjan al hombre de principios del siglo xxi, autor, podría decirse, de su trayectoria personal? Más allá de las innovaciones tecnológicas, ¿qué transformaciones antropológicas vivimos en el centro del doble fenómeno de globalización y de financiarización liberal de la economía? ¿Qué hombre emerge en y por el trabajo –o en sus márgenes, si es desempleado– en y por el consumo ya no solamente de bienes industriales sino de servicios?

      La tesis que aquí se sostiene es la de la adaptación física, pero sobre todo moral e intelectual del ser humano con las exigencias del trabajo, con fines de eficacia productiva siempre creciente. Sin embargo, esta adaptación no se hace solamente en el lugar de trabajo o en las instancias de educación y de formación, también es efectiva por múltiples vías en el ámbito privado y público de consumo. Para entender esta transformación antropológica, es necesario pasar por un análisis tan fino como sea posible de las exigencias del trabajo y de los procesos de producción de los bienes industriales y de los servicios. Esto es así por­que de dichas exigencias depende la configuración de un hom­bre nue­vo; en este sentido, analizaremos las necesidades cambiantes del trabajo en materia de cualidades y de competencias de los asalaria­dos, sus adaptaciones apasionadas o recalcitrantes; es decir, las conversiones de los hombres y de las mujeres hacia el hombre nuevo del siglo que comienza.

      En esta introducción, tenemos que remitirnos a los escritos de Antonio Gramsci sobre esta cuestión que planteó en las primeras ­décadas fordianas, completados por algunas reflexiones más recientes, justamente en el momento en que el fordismo entraba en crisis, es decir, durante la década de 1970. Eso justifica que nuestra referencia al hombre nuevo sea indiferente al desarrollo que ha acompañado a los regímenes totalitarios del socialismo real o fascista (Alemania, Italia), estos desaparecieron en tanto que las democracias liberales que emulan a la americana continúan participando en el orden capitalista del que ya hablaba Gramsci hace cerca de un siglo.

      Gramsci y el hombre nuevo

       los obreros que no tienen por lo menos seis meses de antigüedad;

       los jóvenes menores de veintiún años;

       las mujeres: Ford espera que las jóvenes se casarán.

      Además, se exigen condiciones «de buena moral»: «propiedad y reserva eran cualidades clave; prohibido el uso del tabaco y del alcohol»; incluso «el juego estaba proscrito como estaba prohibido frecuentar bares, en especial bares de hombres» (Coriat, 1979: 96).

      Si en los Estados Unidos de principios del siglo xx, «el trabajo en la cadena requería una disciplina de fábrica superior a la que caracterizaba a la masa de trabajadores no calificados en esa época» (Bleitrach y Chenu, 1979: 50) –en especial entre los inmigrantes provenientes de las regiones rurales europeas pobres– Ford también construye esta disciplina en el espacio en que se reproduce la fuerza de trabajo. El «salario alto» de cinco dólares diarios es:

      el instrumento de Estado que sirve para seleccionar una mano de obra adaptada al sistema de producción y de trabajo, y mantenerla estable. Pero el salario alto es un instrumento de doble filo: es necesario que el trabajador gaste «racionalmente» su salario más alto, con la finalidad de mantener, de renovar y, si es posible, de acrecentar su eficiencia muscular y nerviosa, y no para destruirla o aminorarla. Resulta que la lucha contra el alcohol, el factor más peligroso de destrucción de las fuerzas de trabajo, se vuelve un asunto de Estado (Gramsci, 1975: 700).

      Más allá del alcohol y de su prohibición por una política estatal, Gramsci cuestiona, además, la irregularidad de la sexualidad que sería el segundo enemigo de la energía nerviosa necesaria para la buena ejecución del trabajo en la fábrica: