Las editoriales no tardaron en elaborar estrategias que les permitieran competir con los clubes, como la llevada a cabo en 1930 por Simon & Schuster, Coward-McCann, Farrar & Rinehart y Doubleday –decidieron bajar drásticamente los precios en las novedades de ficción–, y que fue igualmente reprobada por otras editoriales que no formaban parte de la iniciativa (Lee, 1958: 61). El argumento del precio perdió vigencia a consecuencia de este efecto, por lo que a partir de entonces comenzó a desarrollarse una carrera entre editoriales por lograr estrategias que les permitieran competir en los precios.
Consolidación y difusión por Europa: Gran Bretaña y Francia
Antes de la creación del modelo de club del libro comercial, Gran Bretaña contaba con importantes precedentes, como las book societies y los clubes de ámbito bibliófilo, capaces de facilitar el asentamiento de este nuevo. La primera iniciativa en esta línea fue llevada a cabo en 1905 por el periódico The Times: aprovechando la capacidad de difusión ya obtenida a través del diario, incluyó, dentro de su suscripción anual, la pertenencia a su club del libro, The Times Book Club, una combinación de biblioteca circulante y venta por correo (Feather, 1988: 184). Sin embargo, el primer club del libro propiamente dicho, seguidor del modelo estadounidense del Book-of-the-Month Club, fue The Book Society, inaugurado en 1929. Su existencia provocó una inmediata reacción de rechazo por parte de la Asociación de Libreros, que no fue secundada por los editores, al tener The Book Society un funcionamiento que consistía en la compra de cantidades generalmente grandes de libros a las distintas editoriales, para luego venderlos a sus socios a un precio que cumplía con los acuerdos comerciales. De esta forma, los editores se beneficiaban al vender una buena parte de la edición en el momento de su publicación, lo que les permitía recuperar la inversión inicial en poco tiempo. Así se daba fin al enfrentamiento entre este sector y el de los clubes del libro, aunque la confrontación con los libreros continuaría en las décadas siguientes (Byrne, 1979: 7).
Los editores continuaron siendo favorables a la existencia de clubes del libro durante los años treinta, a tal nivel que algunos de ellos hasta decidieron establecer los suyos. El caso de Victor Gollancz con el Left Book Club explora las ventajas que ofrecen los clubes del libro para el acceso directo a un potencial público con fines distintos, como es la concientización política en unas circunstancias históricas delicadas para el país. Creado en 1936, el objetivo principal de su fundador era movilizar a la opinión pública británica contra Hitler y el fascismo, al promover la creación de un Frente Popular y una alianza que englobaba a las diversas tendencias de la izquierda, desde el comunismo hasta el Partido Laborista.
La influencia del Left Book Club en la vida política británica fue crucial en las primeras décadas de su existencia, pues su número de socios ascendió desde los 9.000 del primer mes a su cifra máxima de 67.000 en 1939. Basado en la venta de libros en edición exclusiva únicamente para sus socios, sin extenderse a las librerías, un libro era elegido mensualmente por Gollancz y por el comité de expertos; también los socios podían participar en alguno de los Left Discussion Groups que se extendieron por el país. Uno de los principales motivos del éxito del club fue que este se convirtió en algo más que un modo de vender libros. Este intento de trascender lo meramente empresarial, logrando que el concepto del club se acercara más a un modo de vida, fue seguido más adelante por otros clubes como el Literary Guild, que comenzaría a incluir otros productos en su catálogo, aparte de libros (Byrne, 1979: 10). Una tendencia similar sería continuada por Círculo de Lectores durante los años setenta.
Otra de las estrategias comerciales empleadas por el Left Book Club fue la adopción de un diseño unitario y fácilmente reconocible, naranja para la edición de bolsillo y roja para la normal. Aunque esta estrategia no fue seguida por todos los clubes del libro, sí es cierto que, en la práctica, casi la totalidad de ellos concedieron una atención especial al diseño de ejemplares sueltos y a las colecciones como marca de distinción frente a las ediciones ofrecidas en el mercado abierto; esto podrá verse con detalle en el capítulo 6.
De entre los clubes que estaban surgiendo durante estos años cabe destacar, por sus paralelismos con Círculo, la fundación de The Folio Society en 1947. Este club se especializó en ediciones exclusivas o reimpresiones en las que se priorizaba la calidad de impresión y encuadernación y a las que, en ocasiones, se adjuntaban ilustraciones y traducciones originales, como veremos que también haría, en su caso, el club español. Debido a esta política, no había descuentos en esas ediciones, que solo podían ser adquiridas por los socios, a diferencia de Círculo, que mantuvo una política de acercar el arte a sus suscriptores a través de ediciones ilustradas que aunaban la calidad artística y material con un precio lo más económico posible. Al conocer de antemano la demanda de una edición, no existían problemas con los excedentes. El número de socios de The Folio Society se mantuvo en constante crecimiento desde que el club comenzó su andadura, que continúa en la actualidad.
A partir de 1963, las regulaciones sobre los clubes del libro se relajaron, al permitirse que algunas de las publicaciones pudieran salir al mercado de manera simultánea a las ediciones originales. Existía, además, una dura competencia en la publicidad, así como la que supuso la mejora del sistema de bibliotecas públicas y el auge de la edición de bolsillo, cuyo tiempo de salida respecto de la edición normal se había reducido. A pesar de que esta medida contravenía las regulaciones acordadas para los clubes, y de la oposición de los libreros, la política de ediciones simultáneas se extendió rápidamente entre los clubes.
The Literary Guild, importado desde los Estados Unidos en 1968, fue el primero en tener licencia para publicar en simultáneo estas ediciones. Este club y el también estadounidense Book-of-the-Month Club siguieron la costumbre de ofrecer una comisión a aquellos libreros que consiguieran para ellos nuevos socios. Se establecía, así, una diferenciación entre los clubes del libro cuya oferta se basaba en reimpresiones de ediciones anteriores (por lo común con una calidad y un precio más bajos) y aquellos que publicaban su edición al mismo tiempo que la publicación original. Generalmente, los segundos exigían la compra de tres o cuatro libros el primer año, mientras que los primeros establecieron que sería un libro al mes durante seis meses (Byrne, 1979: 23). Veremos que Círculo de Lectores, en su momento, mezclaría ambos elementos en su política editorial, al aunar reimpresiones y ediciones originales prácticamente simultáneas a la original, lo que incidía en la calidad material del ejemplar, sin que ello menoscabe los precios económicos que buscaban ofrecer.
Finalmente, concluiremos los párrafos dedicados a Gran Bretaña haciendo mención a The Leisure Circle, club del libro británico fundado en 1977 y perteneciente al grupo alemán Bertelsmann, cuyo proceso de expansión internacional se había iniciado en 1962 con Círculo de Lectores. La infraestructura de clubes del libro sólidamente asentada en el país no fue obviada por la empresa alemana que, en este caso, no empleó métodos utilizados en otros países, como la difusión puerta a puerta o la creación de una cadena de librerías paralelas, sino que efectuó la mayor parte de su inversión en publicidad. Esta parece haber dado resultado, ya que The Leisure Circle es uno de los clubes que mayor éxito han obtenido en Gran Bretaña durante las últimas décadas.
En cuanto a Francia, los clubes del libro comenzaron a desarrollarse en el territorio galo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, tras su implantación en Alemania, los Estados Unidos, Suiza e Inglaterra, en el habitual ambiente de inquietud y recelo por parte del sector editorial. Según Cerisier, esta primera etapa de los años cincuenta se caracterizó por la experimentación de los editores