No apaguéis el espíritu. Conversaciones con Jacques Dupuis. Jacques Dupuis. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jacques Dupuis
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788428834940
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mi primera conversación larga con el P. Dupuis en octubre de 1998, semanas después de que la vaticana Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el cardenal Joseph Ratzinger, informara a sus superiores jesuitas de que se había abierto una investigación sobre su revolucionario trabajo Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso (orig. inglés: Maryknoll, NY, Orbis Books, 1997). El libro, traducido ahora a muchas lenguas, discute la relación entre el cristianismo y las otras religiones mundiales y explora qué lugar tienen estas en el plan divino de salvación de la humanidad.

      Dupuis había sido consultor del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso (1984-1995) y un profesor muy estimado en la Pontificia Universidad Gregoriana (de ahora en adelante «la Gregoriana»), donde sus clases atraían a una numerosa audiencia. Vino a la Gregoriana en 1984 para dedicarse a la enseñanza a tiempo completo después de haber pasado treinta y seis años en la India, donde había sido profesor de Cristología, lo que más tarde él describiría como «la única pasión de mi vida». En la India también actuó como uno de los principales asesores de la Conferencia Episcopal India y produjo, primero en colaboración con el P. Josef Neuner y después en solitario, la monumental y largamente apreciada obra The Christian Faith in the Doctrinal Documents of the Catholic Church [La fe cristiana en los documentos doctrinales de la Iglesia católica].

      Cuando la CDF abrió su investigación, yo era el corresponsal en Roma de The Tablet (un semanario católico internacional con sede en Londres) y de la Unión Católica de Noticias Asiáticas (en inglés, UCAN), la principal agencia de noticias en Asia. Los dos organismos estaban muy interesados en el caso, como lo estaba yo también. De ahí en adelante y hasta tres días antes de su muerte estuve en contacto frecuente con el P. Dupuis. Lo visité a menudo en la Gregoriana. Cenamos juntos muchas veces, normalmente en el comedor de la comunidad. Conversábamos durante horas sin término, cara a cara o por teléfono. Fui testigo de cómo sufrió en esos últimos años de su vida, no solo durante el período de investigación de su libro (desde septiembre de 1998 hasta febrero de 2001), sino también en los años posteriores a su conclusión, y hasta la víspera de su muerte, cuando él sentía que estaba permanentemente vigilado por la CDF y por los que estaban relacionados con ella.

      En esos años también vi su profunda, inquebrantable fe en Jesucristo y su incredulidad cuando los oficiales de la Congregación, actuando en nombre de la Iglesia, le acusaron de haber incurrido en error doctrinal, incluso en herejía. Nunca supo quiénes fueron sus acusadores ni se le dio la oportunidad de hablar con ninguno de los oficiales de la Congregación hasta que la investigación llegó, efectivamente, a su conclusión el 4 de septiembre de 2000, como cuenta su compañero jesuita, defensor legal y gran amigo, el P. Gerald O’Collins en el prefacio de este libro y en su fascinante autobiografía, On the left Bank of the Tiber.

      Soy periodista especializado en los asuntos del Vaticano, no teólogo. Antes de involucrarme en el caso Dupuis había leído mucho sobre las dificultades y el sufrimiento que otros teólogos antes que él habían experimentado a manos de la CDF o de su predecesor –el Santo Oficio– a causa de sus escritos o conferencias. La lista es larga e incluye a reconocidos estudiosos, tales como Henri de Lubac, SJ, Yves Congar, OP, y Edward Schillebeeckx, OP.

      Tras varias conversaciones con historiadores de la Iglesia y teólogos en Roma llegué a la conclusión de que el caso Dupuis era el último de esta larga serie. Sentí que, aparte de los problemas teológicos implicados en la búsqueda de la verdad, el modo en que se había manejado suscitaba inquietantes preguntas acerca del desarrollo del proceso desde la perspectiva de los derechos humanos. También planteaba algunas cuestiones fundamentales relacionadas con la justicia y la caridad.

      Todas estas preguntas habían sido planteadas coherentemente antes del caso Dupuis por el reconocido canonista jesuita Ladislas Orsy, en un artículo publicado primeramente en Alemania, en Stimmen der Zeit, en junio de 1998 y reeditado en inglés en Doctrine and Life en agosto de 1998, con el título: «¿Son los procedimientos de investigación de la Iglesia realmente justos?». Tomó una relevancia especial a la luz de esta nueva investigación de la CDF.

      Seguí muy de cerca el caso Dupuis, en la medida en que fue posible, y pronto, antes de que se cerrara con la publicación de la notificación por parte de la CDF el 26 de febrero de 2001, en la que se decía que su trabajo contenía «ambigüedades», pero ya no mencionaban errores doctrinales o herejía, visité a Dupuis y le pregunté si estaría dispuesto a hacer un libro-entrevista conmigo que recorriera toda su vida, comenzando en Bélgica, pasando por su treinta y seis años en la India y terminara en Roma. Le expliqué que quería centrarme, en particular, en la investigación que la CDF había hecho sobre su Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso y sus consecuencias. Al principio se mostró reacio a participar en un proyecto semejante a causa de todo lo que le había pasado, pero finalmente estuvo de acuerdo, después de que yo le convenciera de que así tendría la oportunidad de hacer pública su versión de la historia y de explicar con la mayor claridad posible lo que realmente había sucedido, así como los problemas teológicos que estaban en juego.

      Comenzamos nuestra «conversación», como a él le gustaba llamarla, en 2002, y tuvimos terminado el proyecto original –capítulos 1 y 2 de este libro– el 29 de junio de 2003. A finales de ese año, sin embargo, él achacó su creciente angustia y consternación al hecho de que, aun cuando había sido sustancialmente absuelto por la investigación de la CDF, se había dado cuenta de que seguía siendo sospechoso a sus ojos. Se sentía constantemente vigilado dondequiera que diera conferencias, tanto en Italia como en otros países. Además, también sufrió cuando le resultó casi imposible obtener la autorización de sus superiores para publicar los artículos que había escrito; la razón que le daban, decía, era que ellos querían protegerlo evitando que tuviera más problemas con la CDF y, de hecho, aceptaba las instrucciones que recibía para reducir el número de sus escritos y conferencias públicas.

      Dada esta nueva situación, le convencí para que reabriera y continuara nuestra conversación a lo largo de 2004. Esto acabó siendo el capítulo 3 de este libro, «Las consecuencias de un juicio».

      Vi por última vez al P. Dupuis la víspera del día de Navidad de 2004, a las 6 de la tarde, en la Gregoriana. Habíamos acordado este encuentro por teléfono cuando yo acabé de teclear el borrador final del texto, pues quería que lo revisara. Junto con el manuscrito entero le llevé una botella de buen vino tinto para poner un poco de alegría a su Navidad.

      Como siempre, bajó a la recepción para recibirme y acompañarme a su habitación. Había un gran silencio en la casa esa tarde, dado que muchos de los profesores habían salido para pasar los días festivos con sus familiares o amigos, pero Dupuis había preferido quedarse. Charlamos mientras caminábamos por los pasillos, pintados del mismo gris que los acorazados, hasta su cálido estudio-habitación, repleto de libros, un icono de Cristo, objetos de la India, donde había pasado treinta y seis años de su vida, y muchas cosas más.

      Una vez dentro le di el borrador del manuscrito, que él recibió con considerable alegría. Incluía el texto completo de las entrevistas que había tenido con él, tanto cara a cara como por correo electrónico, durante los últimos tres años, más una colección de artículos que él quería añadir a lo anterior. Él ya había leído casi todo el manuscrito, en realidad, y solo necesitaba que revisase el capítulo nuevo. De hecho, corrigió y aprobó el texto final al día siguiente: el día de Navidad. A la mañana siguiente, 26 de diciembre, le pidió a un joven estudiante jesuita rumano, de quien estaba haciéndose amigo tanto espiritual como económicamente, que hiciera fotocopias de todo el trabajo, para él y para mí.

      Dos días después, el 27 de diciembre, al final de la cena en el comedor de la comunidad de la Gregoriana, se cayó mientras se levantaba para marcharse y se golpeó la cabeza con una de las mesas de madera. Lo llevaron a toda prisa al hospital, donde murió al día siguiente, al parecer de una hemorragia cerebral.

      El 30 de diciembre asistí a la misa funeral, celebrada en la capilla de la comunidad de la Gregoriana. Fue presidida por el superior de la comunidad, representante del padre general de los jesuitas, Peter Hans Kolvenbach, que se había hecho amigo de Dupuis, pero que lamentablemente no podía asistir, porque tenía una audiencia