Ya no te llamarán abandonada. Luis Alfonso Zamorano López. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Alfonso Zamorano López
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788428835053
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esto ha sido un gran factor de impunidad para este tipo de delito 8.

      Si las víctimas logran comunicar su experiencia indecible, entonces pasamos de la fase de la imposición del secreto a la fase de divulgación: esta puede ser accidental o premeditada, por causa del dolor o por proteger a otro más pequeño (hermanito, sobrino…). En esta fase, el niño logra contar a un adulto que le parece confiable lo que le está ocurriendo, o algún adulto se da cuenta de que algo raro pasa y conversa con el menor. Sin embargo, el niño abusado sexualmente no hablará fácilmente del problema, y pueden pasar días, meses o años hasta que revele su secreto. Esto no significa que el niño no comunique a través de su cuerpo y ciertas conductas extrañas su sufrimiento. En esta fase de la divulgación, la familia es un pilar fundamental de contención que puede resultar decisivo para lograr un psiquismo menos dañado. Es terrible, sin embargo, cuando la madre u otros adultos significativos no creen –o no quieren creer– los relatos del niño.

      Una vez que el niño ha podido divulgar lo que le pasa, se ha estudiado un fenómeno conocido como fase de represión o retractación. En esta fase, la familia busca imperiosamente recuperar el equilibrio para mantener la cohesión; la crisis provocada por la divulgación puede ser insoportable para todas las personas implicadas; por lo mismo, generalmente se culpa al niño de la situación, no se da importancia a lo ocurrido, se transforma en fantasía o se evita definitivamente. Este fenómeno ha sido conocido como el síndrome de acomodación de Summit 9; en él, la víctima niega el hecho o lo justifica racionalmente para invalidarlo. Cuando el niño –o el adulto– percibe el tsunami que ha provocado al romper su silencio, es muy posible que se retracte como una forma de frenar las consecuencias de su divulgación. Por eso es muy triste ver cómo en los tribunales los niños desmienten el abuso. Si el juez y los profesionales que están a cargo de su caso desconocen este síndrome, tenderán a dejar sin cargos al agresor, dejando así desprotegido al menor y a merced de nuevos abusos.

      3. ¿Por qué el menor llega incluso a proteger a su abusador? Las amenazas y la inversión de roles

      Para imponer el silencio de manera eficaz, el abusador suele servirse de la amenaza, ya sea de matar a su víctima, o a su madre, o a sus hermanos, o incluso de matarse a sí mismo. He acompañado a un adulto que, cuando era niño, de los 9 a los 12 años, fue abusado por un seminarista (que fue expulsado del seminario, aunque habría sido más correcto que también la institución lo denunciara). Los padres de este niño eran trabajadores contratados por el seminario. El depravado abusaba de su víctima en el taller del seminario –¡impresiona que nadie se diera cuenta!–, donde durante algunos momentos encendía la sierra eléctrica cuando él manifestaba algún tipo de rebeldía y resistencia. Lo hacía entre risas y como si fuera un juego, pero, como se puede comprender, el pobre niño quedaba petrificado por el terror. Sin duda, en este caso, el abusador tiene rasgos de psicópata. Por supuesto, no en todos los casos las amenazas son así de explícitas; la mayoría de las veces el abusador las impone de forma implícita, generando en el menor la convicción de que, si dice algo, la familia se destruirá. El menor debe «ser bueno», y para ello no debe comunicar el secreto del abuso, ya que, de lo contrario, se produciría una gran ruptura familiar, el padre sería acusado y castigado; los hermanos, separados, etc. Estos niños abusados, el día de mañana tendrán una tendencia general a exagerar su propia responsabilidad y a convertirse en chivos expiatorios, con una tendencia a asumir culpas que no les corresponden.

      Esta dinámica introduce una inversión de roles con efectos demoledores, donde resulta que el menor abusado es quien acaba teniendo el poder de destruir o no a la familia y la responsabilidad de mantenerla unida. En vez se ser cuidado y protegido, el menor se convierte con su silencio en cuidador y protector, asumiendo roles que ni mucho menos le corresponden. Es el niño o niña, y no el padre u otro miembro significativo de la familia, quien debe movilizar su altruismo y autocontrol para asegurar el bienestar de los otros. Se produce así una verdadera inversión de normas morales: si dice la verdad y desvela el secreto, está haciendo algo malo, y si sigue accediendo a las relaciones sexuales y ocultando la verdad, actúa bien. En definitiva, el menor tiene que autosacrificarse para así poder sobrevivir y seguir creciendo. A esto añade Barudy que «el abusador delega una misión en la víctima: esta tiene que sacrificar sus necesidades y deseos para satisfacer los suyos» 10.

      Reynaldo Perrone, psiquiatra y terapeuta familiar, introduce el concepto de represalia oculta, la cual significa que, para el niño abusado, resulta evidente que cualquier intento de cambiar el statu quo le perjudicará a él y a su familia. La represalia oculta conlleva la idea de que el mal y sus consecuencias se originan en la defensa de la víctima. Y lo ilustra de esta manera: «Es como si alguien que estuviera atado corriera el riesgo de asfixiarse al tratar de moverse» 11. Este mensaje es el que provoca mayores trastornos en la víctima. Lo terrible es que muchas de estas amenazas a veces se cumplen cuando la víctima rompe su silencio. Es bastante común el que madre e hija acudan al tribunal a retractarse de su denuncia cuando el padre o familiar cercano está preso. Estas amenazas explican por qué una víctima puede volver al lugar donde se encuentra el abusador, exponiéndose así a nuevos abusos. En algunos casos parece sorprendente que la niña abusada llegue incluso a cooperar con su abusador, o hasta buscarlo ella misma. Esto se explica porque muchas veces la relación incestuosa es la única manera que tiene el menor de recibir algún tipo de afecto y atención, que de otra forma no sería posible. Además, vive con la fantasía, cada vez más real, de que sin la relación incestuosa no habría familia 12.

      En el caso de las víctimas de Karadima, era muy evidente este temor: podían perder el trabajo, las amistades y, sobre todo, sentir encima el desprecio y el rechazo de muchos católicos, que los acusarían de falso testimonio y de dañar gravemente a la Iglesia. Juan Carlos Cruz, por ejemplo, afirma que una de las dificultades que tuvo que afrontar para llevar adelante las denuncias era «el sentimiento de estar siendo un mal hijo de la Iglesia».

      4. ¿Por qué el relato de las víctimas suele tener incongruencias? La confusión

      Es muy normal que la persona abusada encuentre muchas dificultades a la hora de relatar lo que le ha sucedido. Además, el mecanismo de defensa de la escisión hace que la víctima tenga una memoria selectiva para poder sobrevivir. El terror de la experiencia vivida impide recordar con detalle. Según Gilverti, citado por Rozanski:

      La desmesura le deja sin palabras, porque se produce una situación traumática: es el fenómeno de lo indecible, aquello que no puede mencionarse, porque lo desborda la investidura del terror 13.

      La mezcla de sentimientos y emociones es tan intensa que lo que sintetiza la vivencia de la persona abusada es la confusión; en efecto, la culpa, la autorrecriminación, la ira, el amor y el odio, el miedo, «se mezclan en la mente de la persona abusada como un rompecabezas que no está en condiciones de armar» 14.

      Por su parte, Barudy argumenta que la confusión se produce porque los niños abusados «se enfrentan a un cambio inesperado en su cuadro de vida habitual que conduce a la pérdida de puntos de referencia». Además, «el carácter traumático del abuso sexual altera la percepción y emociones respecto a su entorno, y crea una distorsión de la imagen que tiene de sí mismo, de su visión de mundo y de sus capacidades afectivas» 15. Esta confusión juega a veces en contra de la persona abusada a la hora de enfrentarse a los tribunales, y puede poner en duda si realmente ha habido un acto de violencia sexual o no.

      En el camino de sanación, los supervivientes de abusos tendrán que vencer la confusión permitiendo que puedan aflorar recuerdos que pueden ser muy dolorosos. Aunque sea difícil, esto les ayudará a clarificar hechos y sentimientos. Escuchemos nuevamente a Estrella:

      Empezaron a aparecer no ya recuerdos, sino imágenes nítidas, de mi primo encima de mí, de lo sucedido, que no las podía sacar… Esta fue una imagen cruda, yo no podía seguir; ahí ya accedí a la terapia: tengo fe, sé que Dios me puede sacar de esto, pero me doy cuenta de que necesito otro tipo de ayuda.

      Cuando Estrella, siendo ya una joven universitaria, cuenta