Enamorado de la secretaria. Noelle Cass. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noelle Cass
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616105
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de asegurarse de que todo quedaba bien archivado, se puso la chaqueta, cogió el bolso y fue hacia los ascensores para bajar al parking donde estaba estacionado su coche.

      Mientras bajaba en el ascensor con dos chicos y con Lana, pensó que su primer día de trabajo no había ido tan mal. Por lo menos, Alessandro la había evitado y Stacy se alegraba por ello. La presencia de ese hombre amenazaba su estabilidad emocional. No sabía por qué se sentía de esa forma cuando él estaba a su lado. Stacy nunca había sentido nada parecido por otro hombre. En varias ocasiones había tenido alguna que otra cita, pero ni siquiera había ido más allá de unos cuantos besos. Pero... con Alessandro, no sabía qué le ocurría. Con solo pensar en él, su corazón empezaba a latir de forma acelerada dentro de su pecho.

      Ya en la planta de abajo, y en el parking, se despidió de sus compañeros y luego caminó hasta su plaza de aparcamiento. Abrió el coche con el mando a distancia, entró en el vehículo y minutos después, se incorporó a la circulación. Intentó concentrarse en la conducción, pero a cada minuto, la imagen de Alessandro se colaba en su mente, aunque hacía todo lo posible por borrarla, su cerebro parecía tener vida propia y no hacía caso a ninguna de las órdenes que ella le enviaba.

      Ya casi anocheciendo entró en su propiedad, con el mando a distancia abrió la puerta del garaje y guardó el coche. Luego volvió a accionar el mando a distancia y la puerta se cerró con suavidad. Ella entró en el interior de la casa por la puerta que daba directamente a la cocina. En cuanto entró, un agradable olor a comida invadió su nariz, se dio cuenta de que estaba hambrienta y se acercó al horno a ver qué le había preparado de cenar Betty. Tras abrir la puerta, comprobó que en una fuente de horno había unos deliciosos macarrones con queso.

      Antes de disponerse a cenar, fue al salón, se quitó los zapatos de tacón que le estaban matando los pies y dejó la chaqueta y el bolso en el sofá de cuero marrón. Su casa estaba decorada en tonos pasteles y suaves que a Stacy le encantaba. Los muebles eran de madera y que combinaban en perfecta armonía con los colores de las paredes.

      Descalza, regresó a la cocina y se sirvió una buena ración de macarrones, se sentó en uno de los taburetes de la isleta que había en el centro de la estancia. La cena estaba deliciosa y la acompañó con una buena copa de vino tinto. Cuando dejó el plato limpio se levantó y lo dejó en el fregadero, luego cogió la copa de vino y fue a sentarse al sofá a ver un rato la tele. Estaba agotada, y eso que solo había sido el primer día de trabajo, Alessandro estaba haciendo todo lo posible por echarla de su empresa. No la conocía de nada y a Stacy le dolía que ese hombre desconfiara de sus intenciones. Era su primer trabajo después de terminar sus estudios en la Universidad. Aparte de que era inexperta, ella nunca sabría cómo filtrar información importante y no tenía intención de averiguarlo.

      Ya cansada de ver la tele, miró el reloj y vio que ya estaban a punto de dar las once de la noche. Bostezó inconscientemente, se levantó del sofá y se fue a su habitación decidida a acostarse, pues al día siguiente le tocaba madrugar de nuevo y esperaba no quedarse dormida y llegar tarde, ya que no quería darle más razones a Alessandro para que tuviera motivos para despedirla.

      Con ese pensamiento en mente, se quitó la ropa y se puso la vieja camiseta del instituto con la que dormía por las noches, desplegó las sábanas, se tumbó en ella y se tapó. No le hizo falta esperar mucho tiempo para caer en un profundo sueño. Stacy se dejó arrullar por la espesa niebla y la agradable sensación de que la estaban transportando a algún sitio muy lejos de la realidad en el cual podía permitirse el lujo de no pensar en nada más, solamente dejarse llevar por Morfeo, mientras su cuerpo permanecía relajado y sin preocupaciones en la cama.

      —¡Llega tarde! —rugió una voz detrás de Stacy, a la mañana siguiente.

      Stacy se quedó de piedra al escuchar la voz de Alessandro. Inevitablemente se había quedado dormida y no llegó a su hora. Pero esperaba que el ogro de su jefe no se enterara.

      Entonces ella se giró y los dos se quedaron mirando frente a frente, a él le sorprendió ver la expresión combativa de Stacy, pues con su tono de voz había esperado amedrentarla, pero tuvo el efecto contrario.

      —Lo siento, señor Márquez, no volverá a pasar —dijo Stacy, desafiándolo con la mirada.

      —Sabía que no era buena idea tenerla aquí, no entiendo cómo el jefe de Recursos Humanos pudo pensar que una mocosa recién salida de la Universidad y sin experiencia podría ser de utilidad en esta empresa.

      —¿Disculpe? —respondió Stacy, sorprendida de que ese hombre la hubiera insultado estando ella delante.

      —Solo he dicho la verdad, yo necesito gente capacitada en cada puesto, no puedo permitirme ningún fallo entre el personal. Lleva dos días en la empresa y ya se está acostumbrando a llegar tarde, cuando el resto de sus compañeros llevan trabajando hora y media.

      Stacy no lo aguantó más, no le importaba que después de lo que iba a hacer la despidieran. Alessandro quería un motivo para despedirla, pues ella iba a dárselo. Dejó el bolso sobre el escritorio, se acercó a él y sin pensárselo levantó el brazo derecho y le dio un bofetón tan fuerte que Alessandro estuvo a punto de perder el equilibrio.

      Él, por unos minutos, se quedó sorprendido por el hecho de que esa mujer hubiera tenido el valor de abofetearlo y debería echarla de patitas a la calle, pero él mismo se dijo que le convenía tenerla a su lado, haría que esa niña se arrepintiera de lo que acababa de hacer.

      —No me importa si después de esto me despide, pero presentaré mi queja formal en Recursos Humanos de que me ha insultado —consiguió decir Stacy, sin que se le notara que estaba nerviosa.

      —Estoy en todo mi derecho de despedirla, ¿no cree? —dijo él, mientras se iba acercando peligrosamente a ella.

      —Sí, está en todo su derecho. Pero deje de insultarme. Yo estoy aquí para cumplir con mi trabajo, no para ser su atracción de feria.

      Stacy se sacó la chaqueta, encendió el ordenador y se puso a trabajar, mientras Alessandro la miraba boquiabierto y estupefacto, nadie en sus treinta años de vida le había respondido como lo acababa de hacer la señorita Petersen. Aquel que se atrevía a hacerlo, se enfrentaba a la ira de Alessandro. Parpadeó varias veces confuso, intentando decir algo, pero la furia que sentía no se lo permitía.

      Sin decir nada más, Alessandro se encerró en su despacho cerrando la puerta de golpe. En la estancia empezó a dar vueltas como si fuera una fiera enjaulada. Las cosas no se iban a quedar así entre Stacy Petersen y él, eso lo tenía muy claro.

      Después de varios minutos intentando calmarse, por fin lo logró. Luego se acercó a la vitrina donde estaban las bebidas y se sirvió una copa de coñac y de un trago se la bebió. Era demasiado temprano para empezar a beber y se planteó servirse otra copa, pero rechazó la idea inmediatamente, si seguía bebiendo acabaría emborrachándose y no sería de ayuda para su subordinados.

      Dejó la copa vacía sobre el mueble y fue a sentarse al sillón. Se pasó las manos por el espeso cabello rubio para calmarse y así poder empezar su jornada laboral como cada día. Tenía que evitar a la señorita Petersen, sería cuestión de días que ella presentara su dimisión, y entonces ya nunca más tendría que soportar su presencia. Pero muy en el fondo, Alessandro no quería que se fuera, deseaba tenerla cerca de él para poder admirar su belleza y, sobre todo, su mal genio, se dijo, mientras se llevaba la mano a la mejilla donde Stacy le había abofeteado.

      Stacy intentó concentrarse en el trabajo, pero le estaba resultando muy difícil, por no decir que la tarea le estaba resultando inútil. Todavía no se podía creer que ella abofeteara, nada más y nada menos, que al dueño de Industrias Márquez. Por unos instantes, el corazón se le paró en seco dentro del pecho, esperaba que Alessandro no tomara represalias en su contra. Sería terrible que en su currículum dijera que había sido despedida de su primer empleo por pegar al dueño. Nadie en su sano juicio la contrataría.

      Media hora después, logró concentrarse en todo el trabajo que tenía por delante, pero de vez en cuando, no podía dejar de mirar la puerta del despacho de Alessandro, temiendo que