Enamorado de la secretaria. Noelle Cass. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noelle Cass
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616105
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a ver qué le había dejado Betty de cenar. Ya en la estancia, abrió la puerta del horno y vio una fuente con un guisado de carne que olía muy bien. Sacó la fuente del horno y en un plato se sirvió una buena ración de carne acompañada de patatas. La comida estaba sabrosa y se fundía como mantequilla en el paladar.

      Casi veinte minutos más tarde, guardó la fuente en el horno y dejó el plato y los cubiertos sucios en el fregadero. Luego se fue directamente a la habitación y se acostó, estaba agotada y esperaba poder quedarse dormida pronto.

      Alessandro ya se encontraba en su ático y daba vueltas de un lado a otro en el salón. Seguía furioso por la forma en que Stacy se había alejado de él. Ni él mismo se había dado cuenta de que la había llamado cariño, hasta que la palabra había brotado de su boca. Ni se había esperado que ella reaccionara como lo había hecho, huyendo de él en plena noche. Se daba cuenta de que había sido cruel con ella. Pero lo que más le preocupaba era que no sabía si Stacy estaba en casa o, por el contrario, la habían atracado por el camino antes de poder conseguir un taxi.

      Siguió dando vueltas y sin dejar de pensar en Stacy. Cuando la viera a la mañana siguiente le pediría disculpas. Tendrían que hacer una tregua para poder sobrellevar todo el tiempo que les quedaba para trabajar juntos. Se pasó las manos por el pelo en señal de impotencia.

      Harto de dar vueltas, fue a la cocina a ver qué le había dejado de cenar Janice, su ama de llaves. Entró en la estancia y abrió la nevera. Había un bol de ensalada aliñada, lo sacó y lo dejó sobre la mesa. Luego, abrió el horno y cogió la fuente de lasaña. Cenó en silencio y se perdió en sus pensamientos.

      Cerca de la una de la madrugada, se tumbó en la cama. Pero no dejaba de dar vueltas en ella. Tenía remordimientos de conciencia por todo lo que le había dicho a Stacy. Harto, se levantó y fue a servirse un vaso de brandy para calmarse. Él no tenía derecho a interferir en la vida de Stacy. Era una mujer libre que podía hacer de su vida lo que quisiera. Pero cada vez que se la imaginaba besando a otro hombre que no fuera él, los celos y la rabia le hacían decir cosas que no quería decir.

      Amaba a esa mujer y sabía que desde el principio lo estaba haciendo todo mal con ella. Pero seguía negándose a creer que una simple secretaria le hubiera robado el corazón. Precisamente a él, que había sido amante de algunas de las mujeres más elegantes, preciosas y exquisitas de la ciudad.

      Pero lo que más le preocupaba en ese momento, era que ella anduviera sola por las calles a altas horas de la noche y que le pudiera ocurrir algo. Debía haberla seguido para asegurarse de que cogía un taxi y llegaba bien a su casa, pero ella había sido más rápida y enseguida la perdió de vista. Mientras, las imágenes de una Stacy malherida y muerta no dejaban de invadir su mente.

      CAPÍTULO 7

      Días después, Alessandro y Stacy habían llegado a una tregua e intentaban soportarse el uno al otro durante las largas jornadas de trabajo. Pero Stacy seguía resentida con Alessandro y tenía muy claro que no iba a olvidar tan fácilmente todo el daño que él le hizo. Pero por lo menos, en horas de oficina, no se tiraban los trastos a la cabeza y eso ya era un milagro de por sí. Pero para Stacy no era suficiente una disculpa, después de la forma en que Alessandro la había insultado y tenía muy claro que nunca olvidaría las palabras que tanto daño le seguían haciendo todavía.

      Se obligó a quitar esos pensamientos de la mente y se concentró en el trabajo. Estaba al lado de la impresora recogiendo unas facturas que acababa de imprimir, cuando Brody se acercó al escritorio de Stacy.

      —Buenos días, Stacy. ¿Qué tal estás llevando la jornada?

      —Hola, Brody. Hoy está siendo un día tranquilo, ¿querías algo?

      —En verdad, sí. He venido para invitarte a comer hoy conmigo, si te apetece, claro.

      —Claro que sí, me encantará comer contigo.

      —¿Te parece bien que quedemos en recepción a la una y media?

      —Perfecto, allí te veré.

      Impulsivamente, Brody se acercó a Stacy y le dio un beso en la mejilla, con tan mala suerte, que en ese mismo momento Alessandro regresaba a su oficina de una reunión con sus abogados. La mirada envenenada que él le lanzó a Stacy lo decía todo, menos mal que Brody era ajeno a lo que pasaba a su alrededor.

      Brody se despidió de Stacy y ella se sentó en su asiento dispuesta a continuar con su trabajo, pero la presencia de Alessandro le estaba poniendo los pelos de punta. Él estaba apoyado en la pared con actitud indolente y no parecía tener prisa por entrar en su oficina.

      —Veo que las viejas costumbres nunca mueren —dijo él, después de un tenso silencio.

      Stacy levantó la vista del ordenador y arrugó el ceño al no entender lo que Alessandro le estaba diciendo.

      —¿Perdón?

      Alessandro se separó de la pared y caminó hasta el escritorio de Stacy, se inclinó y apoyó las manos sobre el mueble mientras se acercaba a Stacy.

      Cuando sus rostros estaban muy cerca el uno del otro, Alessandro dijo:

      —Para ti no es suficiente que te hayas liado con Hakim, si no que ahora estás intentando seducir a Brody.

      Ella lo fulminó con la mirada, pero él no se dejó amedrentar por la mirada de Stacy.

      —No tienes ningún derecho a reclamarme nada, ¿tengo que recordarte que estás rompiendo nuestra tregua?

      —Al diablo con la tregua, no voy a tolerar este tipo de comportamiento en mi empresa, ¿te queda claro?

      —No, no es lo que parece, Alessandro. Brody solo me estaba invitando a comer.

      —¡Por favor! —rugió él—. ¡No insultes mi inteligencia, Stacy! Acabo de ver cómo él te besaba en la mejilla.

      Alessandro se irguió y sin esperar una respuesta por parte de Stacy, entró en su despacho y cerró la puerta. Stacy se quedó unos segundos impresionada por la actitud de Alessandro, él seguía pensando lo peor de ella. Ahora se estaba dando cuenta de que sus disculpas no habían sido sinceras.

      Stacy luchaba cada día para arrancarse del corazón a Alessandro, pero por mucho que lo intentara le estaba resultando imposible, por no decir inútil. Pero estaba más que decidida a que Alessandro se llevara su merecido.

      Sin dudarlo, se levantó del asiento y entró en el despacho de Alessandro sin pensarlo. Él se estaba sacando la chaqueta y al verla entrar buscando pelea la miró desafiante.

      Stacy se acercó a él y sin decir una sola palabra, levantó el brazo para abofetearlo, pero Alessandro fue más rápido y la sujetó firmemente por la muñeca.

      —Estás loca si piensas que voy a permitir que me pegues otra vez.

      —¡Suéltame, imbécil! —dijo Stacy, mientras intentaba zafarse del agarre de Alessandro.

      Se quedaron unos minutos mirándose el uno al otro y lanzándose miradas de odio. Por fin, Alessandro la liberó y sin que tuviera tiempo a defenderse, Stacy logró abofetearlo ante la sorpresa de él.

      —¡No vuelvas a insultarme nunca más! —dijo Stacy, temblando por la rabia—. Soy una mujer libre y puedo hacer de mi vida lo que quiera. Lo que no pienso tolerar es que me trates como a una cualquiera.

      —Si quieres que trate como a una mujer decente, da ejemplo y compórtate. Te repito que en mi empresa no tolero este tipo de comportamiento.

      —¡Entonces por qué no me despides! —exigió ella, furiosa.

      Alessandro dio una carcajada de las que Stacy había aprendido a odiar, porque sabía que detrás de esa risa no venía nada bueno.

      —Eso es lo que tú quisieras, pero no te voy a dar ese gusto. No hasta que por lo menos me haya cansado de tenerte trabajando para mí.

      Stacy palideció. En vez de tratarla como a una empleada, a ella le dio la impresión de que