También en Alemania había interés por las enfermedades animales. Robert Koch (1843-1910) demostró que el bacilo del ántrax, descrito por el médico Davaine, era la causa de la fiebre carbonosa o ántrax. Frederik Brouell, veterinario y catedrático en Dorpat, fue el primero en observar el bacilo en un ser humano (empleado del crematorio de animales). Antes de los trabajos de Koch, Brauell logró transmitir la enfermedad del humano a la oveja y de equino a equino, mediante la inoculación de sangre; también describió la aglutinación de los eritrocitos.
En Francia, Pasteur realizó aportes maravillosos para la medicina y la veterinaria. Sus investigaciones sobre la fermentación de los vinos y la mortalidad de los gusanos de seda lo llevaron a plantear ingeniosos experimentos y a probar estrategias transdisciplinares (participación de los productores en la intervención preventiva) que después de algunos fracasos, le permitieron hallar las causas de enfermedades animales como el ántrax y la forma de prevenirlas. Como químico, Pasteur probablemente no estaba familiarizado con los aspectos médicos ni veterinarios, así que vinculó como asistentes de investigación a tres jóvenes médicos: Jouvert, Roux y Chamberland. Los tres veneraban a Pasteur y disfrutaban de sus conferencias y lo entusiasmaron e interesaron en los conceptos sobre la anatomía comparada y los animales de laboratorio (De Kruif, 1954).
Pasteur elaboró la vacuna contra el ántrax; antes había atenuado el germen del cólera de las aves descubierto por los veterinarios Peroncito y Toussaint, y posteriormente logró perfeccionar una vacuna contra la rabia. De acuerdo con De Kruif (1954), la obra de Pasteur cumplió con varias metas: sentó la base de la bacteriología patogénica, impactó positivamente la medicina veterinaria y la economía agrícola, y demostró que los resultados obtenidos mediante la investigación interdisciplinar y transdisciplinar, en el estudio de las enfermedades de los animales, podía ser de valor no solo para la medicina y la veterinaria, sino también para el bienestar de la comunidad.
Pasteur afrontó dificultades, incomprensiones y celos académicos y gremiales. No obstante, en reconocimiento a sus aportes al conocimiento, recibió muchos honores tanto de la medicina como de la veterinaria. Entre los más altos, se cuenta su elección en 1891, como Miembro Honorario del Real Colegio de Cirujanos Veterinarios de Londres y el otorgamiento, en 1892, de la medalla de oro en La Sorbona, de mano del presidente de la república francesa, Émile Loubet, y con presencia de Lister, quien lo felicitó en el momento de la entrega.
Robert Koch también estuvo relacionado con la veterinaria. Diez años después de graduarse como médico escribió la conocida carta a Ferdinand Cohn (1876), en la que describe el aislamiento del agente del ántrax. Posteriormente, en 1880, trabajó con los gérmenes de las heridas de los animales y en 1882 descubrió el bacilo de la tuberculosis. En su estudio, incluyó bovinos, ovinos, cerdos, cabras, aves y monos, concluyendo que los gérmenes de la tuberculosis de los humanos eran idénticos a los de los animales y, por consiguiente, transmisibles, afirmación que negó diecinueve años más tarde, cuando postuló que la tuberculosis bovina no constituía un peligro para el humano, lo cual fue refutado luego por el veterinario Daniel Sallmon (Schwabe, 1968).
Después de Pasteur, muchos médicos se interesaron en la salud animal y en las investigaciones conjuntas con los veterinarios, llegando a constituir un terreno frecuente, fértil y útil. Es el caso de Loeffler y Frosh (asistente de Koch) y sus estudios en la identificación de un agente filtrable: el virus de la fiebre aftosa; de Nocard y Roux que aislaron el germen de la pleuroneumonía contagiosa bovina; de Ellerman y Bang que demostraron la existencia de un virus en el cáncer, al descubrir que un agente filtrable era la causa de la leucosis de las aves; de Sallmon y Smith que fueron los precursores de la epidemiología experimental, el aislamiento de la salmonella, la lucha contra la fiebre de Texas y la obtención de la vacuna contra el cólera porcino, con lo cual contribuyeron con la vacuna contra el tifus y la poliomielitis y de Calmette y Guerin, que elaboraron la vacuna contra la tuberculosis, estudiando muchas cepas, inoculándolas en terneros, intentando la atenuación de estas por pases sucesivos en medios de cultivo, hasta encontrar una cepa de baja patogenicidad, con la que elaboraron la vacuna para los humanos en el Instituto Pasteur (Schwabe, 1968).
Otras escuelas y aportes
Entre 1766 y el final del siglo XVIII se inauguraron instituciones de enseñanza veterinaria en cerca de veinte ciudades y pueblos en toda Europa. Algunas tuvieron corta vida, pero muchas de ellas han sobrevivido hasta el presente. En Italia la primera escuela veterinaria se estableció en Turín en 1769, seguida de la de Milán en 1791 (Reyes et ál., 2004). Charles Vial de Saintbel, contemporáneo de Bourgelat, graduado en Lyon y exiliado durante la Revolución francesa, fundó en Inglaterra el Veterinary College of London en abril de 1791 (Schonherr, 1991; Reyes et ál., 2004). El patrón fue similar en casi todas las nuevas escuelas. El Estado enviaba a estudiar a inteligentes jóvenes, en principio a Lyon y posteriormente a Alfort con el deseo que cuando regresaran estuvieran en capacidad de organizar escuelas similares. Es decir, los Estados, desde el pensamiento público, se preocupaban por la salud y, en particular, por la salud animal (Reyes et ál., 2004).
En España, el rey Carlos III (Borbón) envió, en 1784, a Segismundo Malats y a Hipólito Estévez para estudiar veterinaria en Alfort. En 1792, Malats, con el patrocinio de Carlos IV, fundó y dirigió una escuela veterinaria en Madrid hasta cuando Napoleón tomó España y la suspendió en 1809. Solo reiniciaría labores bajo el reinado de Fernando VII. Esta escuela de Madrid vino a ser parte de la Universidad de Madrid en 1857 (Reyes et ál., 2004). Córdoba y Zaragoza se crearon en 1847; León, en 1852 y Santiago de Compostela en 1882. No obstante la creación de la Escuela de Madrid, continuó activo el Protoalbeiterato, de manera que los nuevos veterinarios debieron compartir parcialmente el ejercicio de la profesión con los antiguos albéitares hasta mediados del siglo XX (Cordero del Campillo, 2003).
En 1798 se fundó la Escuela Superior de Veterinaria de Hannover; en 1822 la de Toulouse; en 1830 la de Portugal y en 1840 la de Bruselas (Reyes et ál., 2004). En Alemania, antes del final del siglo XVIII, se practicaba en Prusia un control intuitivo de las enfermedades animales, ejecutado en una parte bajo la administración central y en otra, bajo la administración provincial. Se cita que la mayoría de las instrucciones para el control de enfermedades eran inefectivas y no hay mención de veterinarios en los documentos oficiales al respecto. En 1821, al comenzar la instrucción veterinaria en Alemania, hay un crecimiento importante de las políticas públicas de veterinaria y se publica el libro de Friedrich Müssemeier sobre control de la enfermedad animal en Alemania (Reyes et ál., 2004).
Como resultado de la comprensión e interés creciente de la importancia social, económica y política de la profesión médico-veterinaria, otras escuelas fueron formadas en diversos países: Viena, Austria (1768); Copenhague, Dinamarca (1773); Skara, Suecia (1775) y Budapest, Hungría (1781). En Gran Bretaña, el primer centro se fundó en inglaterra, el Royal Veterinary College de Londres (1791), seguido en Escocia por el Royal (Dick) School of Veterinary Studies, Edimburgo (1823). Al finalizar el siglo XViii, diecisiete escuelas estaban en funcionamiento (Reyes et ál., 2004).
Fueron grandes los aportes de los veterinarios al conocimiento de la salud de los humanos. Chaveau, patólogo y fisiólogo francés, trabajó en atenuación viral y en inmunología; Arloing se distinguió por sus trabajos en tuberculosis y ántrax; Bernard Bang descubrió la B. abortus y Jacob Traum, la B. suis; el primer tripanosoma patógeno fue descubierto en india por Griffith Evans; otros avances importantes en la microbiología médica se cristalizaron gracias a los aportes de Brauell, Chavert, Frosh, Guerin, Jensen, Joest, Johne Kitt, Mc Fadyean, Nocard, Sallmon, Schutz y Toussaint. Gastón Ramón logró la preparación del toxoide diftérico que controló la mortal enfermedad en los niños. El toxoide tetánico fue otro de sus aportes.
Comentarios finales
Los problemas comunes en los saberes médico y veterinario, la evidencia de la cooperación en el lógico concepto de Una Salud, el ingenio y la creatividad rindieron frutos; los protagonistas de ayer y los del mañana fueron y serán mujeres y hombres