Ca$ino genético. Derzu Kazak. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Derzu Kazak
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789878708713
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Que dentro de cinco meses serás papá. He venido a que lo sepas y decidamos nuestro futuro.

      ¿¡Nuestro futuro!?

      La cara del científico se contrajo en un rictus de repulsa. Miró a la mujer con malevolencia y las palabras salieron de sus labios con brutalidad inhumana.

      – ¡Presta atención, Fire o como te llames! ¡Si pretendes endosarme la paternidad de tus hijos porque me revolqué un par de días contigo, estás muy equivocada! No te olvides que eres una cualquiera contratada por horas para divertir al que pague tu tarifa...

      La mujer se sonrojó de una manera súbita, y con voz entrecortada, casi tartamudeando, replicó poniéndose inopinadamente de pie, con pundonor, levantando la frente con la bizarría de la raza latina.

      – No, nada de eso Sr. Malcon, ¡no soy una cualquiera! Fui con usted porque usted me seleccionó, y fue usted mismo el que me propuso a través de la agencia una prueba de convivencia matrimonial. Además, usted, Sr. Malcon, buscaba una esposa latina, bonita, joven y fértil, sobre todo que demostrase fuese fértil. Por eso estuve conviviendo con usted, y solamente con usted durante esos días, y con nadie más hasta ahora.

      – Mira... Fire o como te llam...

      – Me llamo Amelia Salinas Ugarte. Fire fue el sobrenombre que me puso la agencia para la prueba, por si no quedaba embarazada y para que usted no pudiese conocer mi verdadera identidad si me rechazaba al conocerme, y perjudicara mi reputación. Pero el personal de la agencia me reiteró que usted estaba muy conforme conmigo y que esperaría cuatro de meses los resultados de la fertilidad para casarse. ¡Y aquí los tiene!

      – Señorita Amelia Salinas Ugarte o como quiera llamarse, he tenido una larga vida de donjuán para que una zorra me quiera agarrar las pelot... los dedos contra la puerta. Si pretende sacarme dinero, le pagaré lo que necesite para volverse a Ecuador en el primer avión que salga, y de paso... ¡busque en su lista de clientes el verdadero padre de su hijo!

      La mujer mantenía una gallardía casi marcial, plantada con el entrecejo rizado.

      – Sr. Malcon, no pretendo dinero, sino establecer una familia con el padre de mi hijo, que creía estaría conforme con tenerme como esposa luego de la prueba que usted mismo exigió.

      – ¿Que yo pedí una prueba?

      – ¿No es acaso lo que me exigía para hacerme su esposa y ciudadana de este país? Yo necesitaba casarme con un americano para radicarme, y usted buscaba una mujer latina joven y fértil, y acepté los términos que me propusieron en la Agencia aunque éticamente no eran los más adecuados. Esta mañana me avisaron que Ud. estaría muy feliz de volver a verme y conocer la noticia de su hijo. Ellos me dieron la dirección de su departamento.

      – Fire, dígales a sus amigos rusos que se busquen a otro idiota para esta opereta. ¡Retírese de mi casa, por favor!

      La mujer volvió a mirarlo con una expresión de ofuscamiento.

      – Yo no conozco ningún amigo ruso, Sr. Malcon, todo este trámite lo hice ante una Agencia de selección electrónica de parejas con plenas intenciones de casarme. Los propietarios de la Agencia matrimonial nos seleccionaron como una tentativa viable, luego, nos acompañaron al hotel Prince of Wales para garantizar que el encuentro fuese lo más natural posible. Incluso tenía prohibido hablar de cualquier asunto relacionado con este tema. Ambos debíamos desenvolvernos como en una verdadera luna de miel. Y le garantizo que el hijo que tengo en mi vientre es suyo, porque nunca estuve con ningún otro hombre. Si lo duda, puede usted ordenar un análisis de... y buscando un papel que tenía en sus bolsillos, leyó entrecortadamente por las lágrimas y la desorientación manifiesta en que se encontraba... un análisis genético. Me informaron en la agencia que usted conoce algo de ese tema.

      – ¿Dices que los hombres que nos acompañaron en Waterton Lakes son propietarios de una Agencia matrimonial?

      – Exactamente. Les pagué dos mil dólares por adelantado para los gastos de esa prueba, y debo aún otros cuatro mil si el matrimonio se concreta. Lo hice para poder lograr la ciudadanía norteamericana y cambiar mi vida.

      En ese momento, el Dr. Malcon Brussetti supo con toda certeza que los rusos trataban de apretarle las pelotas en una morsa

      Capítulo 8. New York

      Esa misma tarde, un par de horas antes, el hado de la tragedia jugaba sus naipes negros en el otro extremo de Manhattan.

      El Buick de reluciente bronceado, había arrancado desde el aparcamiento del Polytechnic Institute of NY con dos personajes satisfechos hablando reservadamente en ruso, que levantaron sus pulgares en un gesto muy yankee para dar por cerrada la operación que podría llevar a la madre Rusia a los límites del conocimiento en ingeniería genética más avanzados del mundo, con una inversión no despreciable, pero ínfima comparada con el valor de esa portentosa revelación.

      Desde los Laboratorios de la Corporación Sorensen, durante tediosos años, el soplón que tenía la misión de observación cotidiana, había rastreado sigilosamente las huellas del Dr. Werner Newmann en sus avances en el descifrado de la clave genética, y también, las peripecias y la rivalidad congénita del Dr. Malcon Brussetti. Los expedientes de ambos eran tan voluminosos como los de egregios espías de la guerra fría, codificados y ultra secretos.

      La elección del Dr. Brussetti no fue casual, el perfil psicológico de su idiosincrasia lo hizo apto para el intento de contacto y captación, pero detentaba una faceta psicológica que debería neutralizarse en caso de discordia. Urgía ensamblar un pequeño melodrama con una incauta ecuatoriana, demasiado exuberante y preciosa como para no tentar a un solterón de afamadas correrías. Un afilado anzuelo cebado con una escultural hembra para un galán presuntuoso.

      La parodia empezó con vehemente pasión y nadie sabía cómo terminaría, pero el febril rodaje de las secuencias amatorias con dos cámaras 5k gemelas a control remoto, y las fértiles secuelas, eran muy prometedoras. La confirmación del embarazo fue el nudo gordiano que fortificó con reciedumbre los cerrojos de una operación bien hecha.

      Malcon Brussetti era a partir de ese momento un flamante agente ruso, con su consentimiento o sin él. Su ciencia era imprescindible para el descifrado de la información recientemente comprada.

      El Buick avanzaba raudamente en dirección a la Embassy con su blindaje de kevlar y sus tonalizados cristales antibalas, a manera de un cofre que atesoraba un solid-state drive que había costado una fortuna.

      El brusco frenazo del Buick, al atravesarse de manera peligrosa en plena bocacalle una pick-up Chevrolet color arena, la misma que hacía unos instantes ocupaba el estacionamiento Nº 87, hizo que el vehículo chocara con la portezuela produciéndole un abollón... y el descenso airado de los dos agregados de la Embajada al reconocer a uno de los suyos conduciendo como un verdadero demente.

      El “Estudiante”, vestido con su ropa informal abigarrada y con su larga cabellera bastante greñuda, descendió con la cara contraída en señal de contratiempo. Los dos diplomáticos increparon duramente al subalterno, también ruso, que para provecho propio y de manera muy indirecta, lo había incrustado en el seno de la Embajada el propio Teniente General Konstantin Karpov, el mandamás de la KGB, dedicado en apariencia a tareas baladíes, pero en realidad, recibía instrucciones muy precisas y directas desde la inviolable regencia de Moscú. Un peligroso topo entre los topos.

      – No se demoren por mí y sigan su camino, que en la Embassy los están esperando ansiosos. Nos encontraremos mañana a la noche, dijo el “Estudiante”, ahora tengo una misión urgente que cumplir en el otro extremo de Manhattan, pero si me necesitan por cualquier cosa esta misma tarde, estaré en... Y como quien no recuerda un número telefónico o buscando una tarjeta personal, metió su mano en el bolsillo trasero de su pantalón, extrajo una especie de agenda rectangular con tapas firmes, y con ese ridículo artefacto, disparó sordamente dos veces a sus atónitos camaradas.

      La secuencia de los disparos sin detonación de pólvora, más bien como dos firmes escupitajos, fue tan rápida y precisa que los dos hombres quedaron inmóviles unos instantes con una bala en