Esos drapeados supuestamente ornamentales encarnan la función del barroco como historiografía. El historiador del arte Irving Lavin dijo una vez que el drapeado, elemento icónico por excelencia del arte barroco, era una estrategia para crear «la casi alucinatoria relación entre el pasado y el presente que es el sello distintivo del periodo» (1995: 5). La cualidad alucinatoria de esa relación –una cualidad que, como el drapeado, priva a la percepción de su objeto– es, según veo, un aspecto convincente a partir del cual desafiar la predominancia tanto de la historia entendida linealmente como de la objetividad en tanto que empeños académicos a los que estamos acostumbrados. Más adelante profundizaré en esta noción casual a través de la exploración del barroco por parte de Deleuze. Dicha relación alucinatoria se genera también en Gaussian Blur y otros vídeos de Theuws, como explicaré[3].
Tanto en la pintura como en la escultura, es notable la aparición del drapeado y los pliegues, constituyendo la quintaesencia de las figuras barrocas en la imaginación popular; son emblemas de «barroquismo». Pero estas conocidas figuras son precisamente eso: figuras, elementos formales que encarnan una posición filosófica, epistemológica y estética de mayor profundidad. Intentaré comprender dicha posición a través del examen de las figuras que encarnan o que, justamente, y aprovecho para introducir un verbo conceptualmente clave: figuran. Aquí me refiero al trabajo en vídeo de Theuws como primer interlocutor de los aspectos pertenecientes a la pintura. Los aspectos esculturales no están ausentes en su trabajo, aunque sea bidimensional, pero son más relevantes en otra serie de obras realizadas en los Países Bajos: las esculturas del dúo artístico Heringa/Van Kalsbeek. Dichos artistas crean esculturas que, al igual que el vídeo de Theuws, alardean tanto de barroquismo como de contemporaneidad, otorgando la misma importancia a la materialidad y la corporalidad que a la compleja tecnología que las produce. De acuerdo con Kiene Brillenburg Wurth, estas obras presentan «una tecnología que resta fuerza a los cerramientos o los redondeos de la materia [...] y en su lugar busca a tientas la fragmentación y sobrecrecimiento» (2007: s. p.).
Heringa y Van Kalsbeek realizan esculturas tan intensamente barrocas como el Éxtasis de santa Teresa (1647-1652) o la Beata Ludovica Albertoni (1671-1674) de Gianlorenzo Bernini, en sus respectivas capillas en Roma. Como demuestran los libros de gran formato ilustrados, estas obras son emblemas de la escultura barroca y, al igual que Bernini, Heringa/Van Kalsbeek van tan lejos como les es posible en su compromiso con la innovación contemporánea. No son, sin embargo, simples sucesores bajo la influencia de Bernini; no más que Theuws es una sucesora de, digamos, Caravaggio, por citar otro héroe del barroco histórico. Invoco a estos artistas típicamente barrocos no con el fin de reafirmar un canon, sino con el propósito de analizar la relación histórica que los artistas contemporáneos tienen con los históricos. El arte interactúa inevitablemente con lo que vino antes, pero, más que en un reciclaje pasivo o en una influencia, esa interacción consiste en una reelaboración activa. Proporciona un marco de referencia y guía nuestra manera de ver tanto los nuevos trabajos como aquellos con los que interactúa. Por tanto, la elaboración de las imágenes más recientes difumina lo que las imágenes más antiguas eran antes de tal intervención y, en su lugar, crea nuevas versiones de las viejas imágenes.
Las obras de Heringa/Van Kalsbeek, realizadas en técnicas mixtas y consistentes principalmente en resina congelada, no se parecen a los mármoles de Bernini en absoluto. En cambio, «se parecen» a Bernini en que llegan al extremo en su propio tiempo para producir un exceso –en palabras de la crítica Sander van Maas, un exceso de «exterioridad ornamental y proliferación invasiva» (2007, sin número de página)–. Sin embargo, Heringa/Van Kalsbeek también integran un tercer aspecto imposible para Bernini porque depende de la utilización de un material artificial que es específico de su tiempo, no del de Bernini. La porcelana y, más aún, la resina solidificada en la que las formas quedan atrapadas es tan brillante y chorreosa que la luz y la forma convergen en un movimiento fluido que el mármol de Bernini –o el estuco, o los rayos de metal, o la fuente de luz– era incapaz de producir, pero al que, como ahora podemos ver, también aspiraba. Este proceso de retrospección creativa desde el punto de vista del presente ejemplifica una interacción de la cultura contemporánea con el pasado que tiene importantes implicaciones en los modos en los que concebimos tanto la historia como la cultura en el presente (fig. 5)[4].
Fig. 5. Heringa/Van Kalsbeek, Untitled, 2007.
La reflexión sobre el tiempo, en tanto que ritmo e historia, es de vital importancia en nuestros días, en los que la historia es con frecuencia reprimida o manipulada con excesiva facilidad por intereses políticos, entretanto un sinfín de imágenes vertiginosas asaltan nuestra percepción y hacen que nos volvamos apáticos con respecto a sus perturbadoras implicaciones. Debido a esta incrustación cultural y de acuerdo con la cautela de Brea, considero que las imágenes explícitamente políticas son, en efecto, apolíticas. Para remediar esta falta de poder de las imágenes, sostengo que el barroco, no como un estilo, sino como una visión o incluso como una filosofía, nos puede ayudar a ser conscientes y a transformar tales amenazas culturales. Por lo tanto, introduzco aquí las obras de Theuws y de Heringa/Van Kalsbeek porque proponen una relación entre el arte, incluso en su forma más abstracta, y la sociedad contemporánea en términos que me ayudan a explicar lo que el «barroco» puede significar para nosotros hoy. A través de la obra de Theuws, analizaré el tiempo, un aspecto del arte barroco que casi nunca se aborda. Exploraré el trabajo de Heringa/Van Kalsbeek para analizar el espacio. Concretamente, llevaré a cabo esta tarea a través del punto de vista y su relación con el color, la superficie y una forma prolífica, excesiva y, en última instancia, imposible. Mostraré cómo estas cuestiones están vinculadas con el tiempo; es decir, el tiempo que se requiere para transformar el punto de vista en forma.
La obra de 2007 Untitled (Sin título) de Heringa/Van Kalsbeek, por ejemplo, capta el ala verde de un loro de una forma abierta y multicolor. La escultura ofrece múltiples entradas y puntos de vista, pero no una perspectiva unificadora. La verdadera ala nunca es visible de inmediato, pero sí lo es si miramos la obra con atención. Está llena de huecos y derrames, con sus bucles, tirabuzones, hilos y parches, mientras que dos de sus lados exteriores son planos. Así que, desde un ángulo, la escultura parece una caja rectangular. Desde ese lado en concreto, se observa un intento de contención; desde el otro, se produce una abrupta invasión del espacio del espectador. El resultado es un recortable tridimensional que tiene mucho en común con los recortes aparentemente arbitrarios de Caravaggio. Tenemos aquí otro ejemplo de la revisión retrospectiva del arte del pasado que para mí ofrece el barroco contemporáneo. Reminiscencia, además, de las llamas que emergen de los pliegues de la ropa de santa Teresa en el retablo de Bernini, las curvas, los pliegues y las capas de colores chorreantes en esta obra me permiten sugerir que algunas formas típicamente barrocas poseen la misma pertinencia anacrónica. El tiempo y la forma, transgrediéndose mutuamente, constituyen el lugar material de lo barroco: una visión barroca de la visión.
Al igual que la obra de Theuws, que pertenece a un medio basado en el tiempo, esta obra basada en el espacio también irradia multitemporalidad. El momento en el que la resina se solidifica constituye una imagen congelada de detención arbitraria. La obra hace alarde de su autonomía frente a sus creadores, que dependen de la casualidad para poner fin al continuo temporal (al estilo Bergson) que impera en el proceso de solidificación. Sin embargo, estas dos obras son abstractas. Demostraré que esta abstracción cumple una función política. Estas reflexiones, por lo tanto, dan lugar a una visión política de la abstracción, a pesar de que las categorías de «lo abstracto» y de «lo político», por lo común, no suelen asociarse al arte barroco. A través de la exuberancia visual de la abstracción que las caracteriza, ambas obras parecen hacer alarde de su contemporaneidad tanto material como tecnológicamente. Tal insistencia podría insinuar en sí misma una cierta