—¡Por supuesto que yo no voy a pedir el súper por internet! —dijo, furiosa e indignada—, a mí me gusta ir y ver, ¿sí? Pues ni que estuviera baldada.
Andrés volteó a ver a Susana. Le puso ojos de cachorrito suplicante.
Antes de abrir la boca, Susana ya sabía que se iba a arrepentir.
—Si quieres —dijo, con la voz muy baja y sin voltear a ver a sus cuñados—, yo puedo pasar por ti los días que yo vaya.
Claro, no fue tan fácil. Nunca era tan fácil. El estatus de heroína que salva la situación le duró a Susana más o menos dos horas, antes de que Amparito decidiera tomar el asunto por su cuenta y empezar a poner condiciones.
Mal habían llegado a su casa y desempacado a los gemelos del coche, cuando sonó el teléfono.
—Susanita —dijo Amparo, con su voz ejecutiva—. Te agradezco mucho que te ofrezcas a llevarme al súper, pero quiero saber cuándo va a ser.
Susana le dijo que ella iba los lunes, una vez que entre ella y Laura habían decidido qué se necesitaba para la semana.
Se hizo un silencio en la línea.
—Es que eso a mí no me acomoda, ¿sabes?
Susana le preguntó como qué le acomodaba.
—El miércoles, para comprar las cosas de la comida del domingo y que estén lo más frescas posibles. Porque el viernes tú no podrías, ¿o sí?
Susana pensó en sus viernes, una carrera contra el tiempo y el tráfico porque los gemelos solían tener que estar en quince lugares al mismo tiempo.
—No, el viernes no puedo.
Amparo resopló, como si el mundo la estuviera poniendo a prueba.
—Pues entonces sí, tendría que ser el miércoles. Porque yo el jueves tengo mi grupo de oración y no me daría tiempo.
—No, pues no te preocupes, Amparo —Susana enunció claramente cada una de las palabras para que Andrés, que acarreaba cosas y niños del coche a la casa, se diera por enterado—. Yo me organizo y vamos el miércoles.
Andrés juntó las manos e inclinó la cabeza, en un silencioso gesto de agradecimiento.
—Bueno. Pero no muy tarde, porque si no se me descompone toda la mañana.
—¿A las diez, te parece bien? —Susana se acordó de su papá, que decía que no había buena acción que no llevara un castigo.
—Pues si no puedes más temprano, pues sí. A las diez.
DE: LAURA
Te recuerdo que si vas a ir al súper, Carlitos decidió que no le gusta la sopa de letras, que sólo la de estrellitas.
DE: SUSANA
¿Cómo que no le gusta? ¡Saben a lo mismo!
DE: LAURA
A mí qué me dices. Son tus hijos, y como tales, no oyen razones. Y, por supuesto, Rosario ya se adhirió a la causa.
DE: SUSANA
Claro. ¿A Lucio sí le gusta la sopa de letras?
DE: LAURA
A Lucio le gusta lo que le ponga enfrente. Sabe que no tiene mucha opción.
DE: SUSANA
¿Te la llevas, entonces? Porfa.
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