Durante esa semana siente la necesidad de volver a leer grandes novelas de la historia de la humanidad.
Las historias de amor siempre han interesado a hombres y mujeres, aunque no lo asuman de forma expresa.
Todas las historias de amor, independientemente de la cultura en que se desarrollan, presentan dos fases bien diferenciadas. La primera va del nacimiento de la pasión hasta la consumación amorosa, y la literatura se ha inspirado mucho en ella. Muchas historias legendarias de amor terminan con el trágico destino de los amantes: Tristán e Isolda, Romeo y Julieta, Pedro e Inés, Orfeo y Eurídice. Muchas de esas historias provienen de la tradición oral, permaneciendo en el inconsciente colectivo que el “amor pasional sólo puede terminar mal”.
Es en esta línea de pensamiento se inscriben curiosas expresiones utilizadas para decir que alguien está enamorado. Aparentemente, estamos delante de una catástrofe:
Castellano – flechazo
Inglés – fall in love
Francés – coup de foudre
Portugués – cair de quatro
Ser atravesado, caerse, perder la verticalidad.
El filósofo español Ortega y Gasset decía que “el enamoramiento es una enfermedad de la atención”.
La persona enamorada se siente frágil y vulnerable, necesitada de algo, espera la inigualable felicidad que sólo puede obtener con la mirada del amado o amada.
De ahí que todos los idiomas y culturas se apoyen en palabras de increíble adoración como “mi diosa”, “mi príncipe”, “mi todo”, “mi vida”. Esto pasa en el inicio de la relación. Y gran parte de este “fall in love” no es correspondido, lo que permite varias posibilidades literarias y narraciones de actuaciones heroicas, convicción, seducción, rebeldía (ir contra las normas), arriesgar la vida, la especie, la vida. contra vientos y mareas.
Por otro lado, en los cuentos de hadas, la heroína está en la torre, apatada del mundo, pura y virginal, casi sin contacto con la realidad (Cenicienta, Rapunzel, Blanca Nieves, Bella Durmiente). El héroe tiene que ser rico, de buena familia, príncipe, eximio guerrero, capaz de matar a un dragón de la talla de un tiranosaurio rex, o acabar con un ejército de entidades maléficas.
En la Mitología Griega, la tragedia está casi siempre garantizada. Una de las pocas historias de amor con un final feliz es la de Cupido (conocido en un primer momento como Eros) y de la Princesa Psique. La envidia la propia Venus, que elabora un plan para castigarla por su belleza. Después de muchas peripecias, intentos de asalto, suicidio y por fin compasión, Zeus transforma Psique en inmortal y la casa con su enamorado Cupido en el Olimpo, con gran boato. Y ellos vivieron felices para siempre. ¡Así cuentan!
Lo que pasa después de la boda, de la consumación del Amor es otra historia. Ese es el trabajo de Laura como terapeuta de parejas: el después.
Para sentirnos vivos, deseamos vivir experiencias excitantes, confundiendo muchas veces calidad con intensidad.
La verdad es que, no todo lo que es intenso tiene calidad. A veces puede incluso ser patológico.
Por eso, en nuestra cultura, y particularmente en los días que corren, seguimos teniendo lo mismo de siempre: amor platónico, adultero, imposible, fiel hasta la muerte, a escondidas, loco...
Capítulo II
Miércoles por la mañana. Es temprano. Laura llega al consultorio.
Su primera sesión es con una pareja que sigue hace más de seis meses. Laura ha estudiado en varias escuelas de psicoterapia, pero el método que más la inspira es la Biosíntesis. Un abordaje holístico e integrador, que trabaja el cognitivo, el transpersonal, el espiritual. Fue el trabajo más completo y profundo que encontró estudiando e investigando. Sabe que en esta área nunca puede dejar de actualizarse.
Más que una área, la Biosíntesis es una filosofía de vida. Una manera sana de vincularse a sí mismo, a los demás, con el mundo. Laura trabaja fundamentalmente con el potencial evolutivo y los recursos de cada uno.
Esta pareja siempre le deja una sensación de opresión en el pecho. Y mucha tristeza. En Biosíntesis el cuerpo del terapeuta también es su instrumento de trabajo. Él dice mucho, y ayuda a traducir lo que está pasando en profundidad, incluso cuando, muchas veces, eso no es evidente.
Carla tiene 38 años y alrededor de un metro sesenta. La parte superior del cuerpo está muy desarrollada. Lleva el pelo corto, pecho enorme, caderas estrechas y unos 35 kilos de exceso de peso. Su aspecto está poco cuidado. Dice que la esclavitud a que el mundo de la moda obliga a las mujeres, le disgusta mucho, y que el amor no puede ser dominado/controlado por eso. Habla la mayor parte del tiempo. Ocupa enérgicamente la sala con toda la intensidad que lleva dentro. Parece explotar con tanta emoción y deseo reprimidos. La mirada es desesperada, controladora y parece decir sin voz “¡liberadme de esta cárcel!”.
Laura siente éste ansia de “libertad”, en un nivel muy profundo. Pero las normas no lo permitirían. Carla no se lo permitiría a sí misma.
Carla es la más mayor de tres hermanas, con una diferencia de 10 años entre ella y su hermana del medio. Fue, por lo tanto, criada como hija única gran parte de su infancia. El padre quería tener un hijo, no una hija.
Para que el padre (a quien ella adoraba) la aceptara, Carla anuló su feminidad. Algo más habitual de lo que imaginamos..
Estudió contabilidad.
De niña tuvo muchos problemas respiratorios, entre otros, de salud. Por eso, no había podido ser deportista. El padre era profesor de educación física, y dueño de varios gimnasios. Carla consigue la admiración del padre al asumir la contabilidad de los gimnasios. En eso, ella demuestra competencia, y el padre, no entiende nada de ese asunto. A Carla le encantan las manualidades y hace piezas realmente bonitas que marcan presencia en los gimnasios. Su presencia está allí.
A los diez años, Carla descubre que el padre tiene una familia paralela, con un hijo de 5 años al cual adora. A partir de ahí, Carla empieza a engordar tremendamente. Tiene que ganar peso para soportar aquella realidad. Después nacen sus hermanas, recibidas amorosamente por el padre. Al final, el padre ya tiene “el niño” sano, deportista, igualito que él. Carla es la niñera del hermano y de las hermanas. También es ella la que se encarga de la casa, porque la madre siempre está deprimida. La madre sólo tiene energía para cuidar “un poco” de la casa. Rápidamente se agota y recurre a Carla para que continue limpiando y haciendo las compras y más compras. La madre tiene todo tipo de enfermedades: tensión alta, diabetes, colesterol, piedras en la vesícula (que después eliminó), problemas renales y cardíacos. Carla se encarga de todo y, claro, viven todos juntos, en un edificio de familia. Los padres en la planta baja (donde también hay un jardín que todos frecuentan), en los pisos de arriba Carla y su marido, las hermanas y sus familias. Todo gira alrededor de la madre, facilitándole la vida, y la del padre intentando no contrariarle para que no se marche, llevándose el dinero que mantiene a la familia. Carla se casa a los 21 años con Paulo, hijo de una pareja amiga de sus padres.
Paulo tiene 43 años, alrededor de un metro ochenta, hombros estrechos y caderas anchas. Los movimientos corporales son lentos, la piel y voz son finas. Tiene una barriga enorme.
Viene a la cita porque ella quiere. Carla lo decide prácticamente todo. Sonríe con jovialidad pero parece ni estar en la sala. Las pocas veces que mira a Carla, no hay ternura, cariño, o cualquier tipo de amor. Es una mirada indiferente, deseosa de que aquello termine pronto para “irse a su vida”. Paulo es funcionario en hacienda. Tiene por hobby construir aviones y trenes. Carla odia esta afición. Como el marido es lento y tiene poca o ninguna iniciativa, le molesta que él gaste la poca energía que tiene “en esos juegos”.
Paulo es hijo