Ambos están muy conectados a la familia, trabajan juntos en la misma empresa familiar, una fábrica de jabones, que el padre les había dejado. Viven en la región de la Guarda (norte de Portugal), conocida por su clima duro: mucho frío en invierno, mucho calor en verano. Educados según los principios de una familia tradicional portuguesa, como suele ocurrir a menudo en los países latinos, conocen la obligatoriedad de, los fines de semana, llevar a sus novias a comer a casa de sus padres y en honor a la verdad, ellas no podrían haber encontrado mejor familia...
La madre de Luís, una verdadera matriarca, domina a los tres hombres de la familia. Tuvo una “no infancia” y siendo la más mayor de seis hijos, crió prácticamente a sus 5 hermanos. Este hecho, le había concedido un estatus de mujer y madre con M grande. Algo, que ella siempre dejaba claro, reforzando la idea de que siempre tenía la razón.
El padre trabaja. Sólo trabaja. Sumergido siempre en silencio. Después de dejar la fábrica a los hijos, empezó a dedicarse exclusivamente al huerto y a los animales que cría. No tiene “voz” en la familia, pero eso no parece molestarle. Todos se pelean constantemente, menos él. Aunque sea duramente criticado, debido a su pasividad, jamás pierde la compostura. Los hijos se pelean frecuentemente entre ellos, la mujer los acompaña en las discusiones. Todo es un motivo para pelearse: la ropa, la comida, la distribución de tareas, la utilización del coche, elegir el restaurante.
Siempre juntos y siempre en tensión. Es difícil estar juntos pero no se imaginan separados los unos de los otros. Luís sufre de insomnio constante. Abusa del café, del azúcar, fármacos, bebidas con gas, y come mucha carne. Tiene naturalmente digestiones difíciles y, como consecuencia, abusa también de los antiácidos para el estómago.
Sale con Vânia desde hace 8 años. Es un amor que viene de la adolescencia. Luís dice querer mucho a Vânia, pero, no cree que sea necesario decirle que la ama. Considera eso estúpido. ¡Sí! La ve como su mujer. Como madre de sus hijos, pero la ve como una mujer “muy difícil”.
Vânia mide cerca de un metro setenta, pasa su vida a dieta, y, tiene problemas de peso que oscilan entre demás y de menos.
Pero lo más grave es el estómago dilatado. Aquel Michelín defensivo, que la psicoterapia corporal identifica como la dificultad en poner límites a nuestro territorio. Tiene mucho miedo a la autoridad y, al mismo tiempo una enorme fascinación por ella, atrayendo a su vida, personas autoritarias.
Tiene unos rasgos lindísimos, y una piel maravillosa. Llora constantemente mientras habla, sin embargo no pierde el raciocinio, lo que es típico de quien llora desde hace mucho. Desde siempre.
Vânia tiene un hermano 4 años más mayor al que quiere mucho, a pesar de mantener con él una relación distante.
Su padre había bebido compulsivamente, pero desde hace más de dos años no bebe una gota de alcohol. Prometió dejar de beber cuando naciera su primer nieto, y parece estar cumpliendo su promesa, desde que naciera el sobrino de Vânia.
Es mecánico de coches y diariamente trabaja hasta tarde. Siempre tuvo relaciones extraconyugales. Ahora, con 65 años, está “más calmado”. Jamás expresó afecto por sus hijos, pegó mucho a su hijo y a su mujer. Sólo Vânia escapó a las palizas. Pero asistía a todo impotente y con pánico. La madre, desde que era pequeña, le tenía mucha rabia porque la hija era “la princesa” de su padre, y porque ella no había sido tratada con esa distinción. Insultaba a Vânia constantemente, llamándola “tonta y gorda”, acusándola de “ir por la vida sin sentido”. Y le pegaba frecuentemente, prohibiéndole quejarse a su padre y responsabilizándola por la lástima en la que se había transformado la familia.
Vãnia, naturalmente, tiene una voz temblorosa y dulce, propia de quien no puede hablar alto. Siempre que usa la voz, lo hace con miedo de que la castiguen.
Sin embargo, energicamente, ocupa mucho espacio. Luís apareció en su vida como un “salvador”, un príncipe con un caballo blanco (un Fiat blanco), que la llevaba a pasear los fines de semana, integrándola en la familia ideal, donde nadie nunca le “prohibiría” comer, o criticarían su peso. Donde, sobre todo, había quien le diría que la quería. Ella nunca había escuchado esto. El padre no le pegaba pero tampoco la mimaba.
La sexualidad entre Luís y Vânia, excelente. Ambos tienen mucha libido, especialmente ella. Siempre que siente una emoción fuerte, sea de alegría, o de tristeza (siendo esta más frecuente) el sexo la calma. Cuenta, como ejemplo, que durante los días de velatorio y funeral de una tía muy querida, había querido en diversas ocasiones hacer el amor. Esta memoria les hace reír. Vânia “anestesia” una realidad densa, con otra igualmente intensa.
Laura entiende la causa de esa “necesidad”. Y la acoge naturalmente como algo que fluye entre ellos. En la primera sesión, que normalmente tarda más de una hora y media, Laura toma apuntes delante de sus clientes. Después, no vuelve nunca a escribir en su presencia.
Laura regresa a casa. Tarda alrededor de una hora en este trayecto. Tiene tiempo para autorregularse y puede transitar por otras dimensiones de su vida. A menudo viaja en metro y en tren, ya que no le gusta conducir. Tiene que cruzar el puente 25 de abril, que ha cruzado centenares de veces, pero, cada vez que lo hace, se maravilla como si fuera la primera vez.
Sigue “sintiendo” la última sesión, recordando las teorías de los “supuestos” tres tipos de amores de que habla la bióloga y antropóloga norte americana, Helen Fisher.
Fisher habla del Amor Sexual, del Amor Romántico y del Amor “Apego”. Explica como neurológicamente estos tres tipos funcionan distintamente “ocupando” diferentes zonas del cerebro, teniendo también diferentes “químicas cerebrales”, esto es, con varios receptores neuronales en varias zonas del cerebro.
En el primer tipo, sería más adecuado hablar de Impulso Sexual, la atención se dirige para individuos que tengan características llamativas de un punto de vista sexual: un cuerpo atrayente, una cara bonita, manos, voz, pelo, manera de caminar, olor o gestos sensuales. Sea en hombres o mujeres, todos tenemos gustos particulares y nos atraen características físicas y biológicas.
El “Amor Romántico”, individualiza y enfoca la atención en una sola persona. Esta se distingue de todas las demás, ocupando un lugar donde parece no haber espacio para nadie más.
Por último, el “Amor Apego”, facilita la convivencia, uno siente el apoyo y el cuidado para vivir a dos, criar hijos, vivir en el sistema y estar cómodo en eso.
Estos tres sistemas pueden coincidir/convivir, o no. Es posible tener un enorme deseo sexual por una persona, sin que se sienta por ella amor romántico. De la misma manera, puede pasar que uno ame a una persona durante años y experimentar deseo sexual por otras personas, y también amar a estas “románicamente” sin dejar de amar a la primera.
Es igualmente posible estar fuertemente “apegado” a alguien y funcionar de manera dinámica con la familia, pero no sentir ni impulso sexual ni amor romántico. También es verdad que estos tres sistemas: amor como impulso sexual, amor romántico y amor apego, pueden surgir en la misma persona en momentos distintos o al mismo tiempo. Son las contradicciones del ser humano en la búsqueda de la felicidad, con más o menos consciencia.
Parecía claro que esta pareja tenía un buen impulso sexual, sin embargo, el uno y el otro, dudaban de la profundidad del amor romántico, y tenían serias dudas respecto de poder llegar a crear una convivencia sana en el futuro, cuando vivan juntos.
Laura sigue su viaje a casa, donde la esperan sus hijos Martim y Clara, de 16 y 14 años, y su compañero de vida, su marido Tomás.
Laura tiene 44 años y Tomás 52. Tomás enviudó de su primera mujer muy pronto. Ella y el hijo que esperaban, murieron en un trágico accidente de coche en su segundo año de matrimonio. Tomás tenía 27 años. Aunque la relación que tenía con su primera mujer fuese más de apego que de amor romántico o de impulso sexual, la había querido mucho. Los dos eran amigos desde