El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
Скачать книгу
Una imagen sacada de la experiencia de David como pastor de ovejas. Cuando el feroz león se abalanzaba sobre el cordero indefenso convirtiéndolo en su presa lo desgarraba en pedazos, quebrantando todos sus huesos y devorándolo por entero sin piedad si el pastor no estaba cerca y no podía acudir a protegerlo, arrebatándolo de las fauces voraces de la bestia. Es un conmovedor retrato de los santos abandonados a la voluntad de Satanás;22 y que hará que las entrañas de Jehová se enternezcan. Ningún padre puede permanecer parado y en silencio viendo a su hijo en semejante peligro. No tolerará ni el pensamiento de ver a su amado entre las fauces del león: se levantará y lo librará de toda persecución y acoso. Así mismo, nuestro Dios es muy misericordioso, y rescatará con absoluta seguridad a los suyos de una destrucción tan cierta como desesperada.

      Haremos bien en recordar que lo que se nos describe es el peligro al que el salmista se exponía por las falsas acusaciones de lenguas calumniosas. Y no es una imagen exagerada, pues las heridas de espada se curan, pero las heridas infligidas por la lengua cortan algo más profundo que la carne, y no son fáciles de curar.23 La calumnia deja cicatrices, incluso cuando ha sido totalmente refutada. La difamación, incluso en aquellos casos en los que procede de un mentiroso notorio y conocido, no deja de tener muchos oyentes y captar numerosos adeptos. Y una vez la insinuación envenenada comienza a pasar de boca en boca, es muy difícil ponerle coto. Los italianos suelen decir que la buena reputación es como el ciprés: una vez cortado jamás vuelve a brotar con ramas y hojas verdes; y aunque no sea exactamente así, cuando la mano de un extraño corta nuestra reputación no es fácil que esta recupere su antiguo verdor. Oh, ¡no hay bajeza ni mezquindad más detestable que la de apuñalar a un hombre honrado en su reputación, pero el odio diabólico no tiene ningún reparo en practicar ese modo indigno de guerra! Por tanto, debemos estar preparados para esta lid, ya que tarde o temprano caerá inevitablemente sobre nosotros. Si hasta Dios mismo fue calumniado en el Edén,24 qué duda cabe que nosotros seremos difamados en esta tierra de pecadores. Así que, ceñid vuestros lomos,25 hijos de la resurrección, porque esta prueba de fuego os aguarda ineludiblemente.

      C. H. SPURGEON

      No sea que desgarren mi alma cual león. Se dice que los tigres se enfurecen al oler especias fragantes, igual que los hombres impíos ante el bendito olor de la santidad.26 He leído sobre pueblos bárbaros que, cuando el sol calienta en exceso, le disparan flechas; así hacen también los inicuos sobre la luz y el calor de la piedad. Entre los espíritus de los hombres piadosos y el de los impíos hay una enemistad natural: “Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente”.27

      JEREMIAH BURROUGHS [1599-1646]

      “The Saint’s Inheritance and the Worldling’s Portion”, 1657

      Vers. 3. Jehová Dios mío, si yo he hecho esto, si hay en mis manos iniquidad. [Jehová Dios mío, si yo he hecho esto, si hay en mis manos iniquidad. RVR] [Oh Señor, Dios mío, si yo he hecho esto, si hay en mis manos injusticia. LBLA] [Oh, YHVH Elohim mío, si he hecho esto: Si hubo iniquidad en mis manos. BTX] [Señor mi Dios, ¿qué es lo que he hecho? ¿qué mal he cometido? NVI] [Señor, Dios mío, si algo de esto hice, si hay maldad en mis manos. BLP] [Oh Señor, Dios mío, si he hecho mal o soy culpable de injusticia. NTV]

      Jehová Dios mío, si yo he hecho esto,28 si hay en mis manos iniquidad. En la antigüedad el pueblo de Dios fue perseguido, calumniado y sometido a los mayores reproches. Tertuliano29 nos cuenta las extrañas acusaciones que soportaban los cristianos primitivos de celebrar reuniones al estilo de Tiestes, que invitó a su hermano a cenar y le sirvió un pedazo de su propia carne.30 Se los acusó de perversión, alegando que se reunían de noche porque en sus encuentros consumaban actos tan obscenos que no se atrevían a llevarlos a cabo durante el día, pero que, protegiéndose en la oscuridad de la noche, apagaban sus velas y realizaban cosas abominables. Se los acusó de ignorantes, afirmando que eran todos unos incultos; y por esta razón en tiempos de Tertuliano los paganos solían dibujar al Dios de los cristianos con la cabeza de un asno y un libro en la mano, indicando con ello que pese a simular estudio, eran todos gente simple, analfabeta, iletrada, inculta y grosera.31

      El obispo Jewel32 en un sermón sobre Lucas 11:5, cita a Tertuliano aplicando sus descripciones a su propia época, y dice: «¿Acaso nuestros adversarios no hacen exactamente lo mismo hoy en día contra todos aquellos que profesan el Evangelio de Cristo? Los que siguen tales doctrinas –afirman– no son más que un puñado de vulgares zapateros, sastres, tejedores, gente indocta, que jamás pisaron una universidad». Y más adelante en el mismo sermón, citando de nuevo a Tertuliano cuando explica cómo los primeros cristianos fueron considerados enemigos de la sociedad y del Estado, afirma que esto mismo sucedía también en su época. Josefo33 nos dice que Apolinario34 consideraba que los judíos y cristianos más tontos y estúpidos que cualquier bárbaro. Paulus Fagius35 hace referencia a un historiador egipcio que describe las reuniones de los primeros cristianos como: «encuentros de gentes de lo más sucio, libidinoso y lascivo que quepa imaginar, –y añade en relación a su observancia del Sabbath– afectados por una rara enfermedad que casi les paraliza durante el séptimo día de cada semana, por lo que dejan de trabajar totalmente». Agustín se expresa de la siguiente manera: «Cualquiera que empieza a progresar en la piedad, debe prepararse para soportar todo tipo de oprobios de las lenguas de sus adversarios». Y en este sentido la forma más habitual de reproche es la acusación de soberbia: «¿Qué pretendes ser? ¿Un Elías? ¿Un Jeremías?» Gregorio,36 en uno de sus discursos describe el reproche como: «Una práctica común y habitual, que tengo asumida y de la que no aspiro liberarme». Al pobre Atanasio37 solían llamarle Satanasius, por su lucha contra los arrianos. Y a Cipriano38 lo llamaron Copriano, recolector de estiércol, como si las muchas cosas excelentes que hizo a lo largo de su vida no fueran más que basura.

      JEREMIAH BURROUGHS [1599-1646]

      “The Saint’s Inheritance and the Worldling’s Portion”, 1657

      Si yo he hecho esto, si hay en mis manos iniquidad. Admito que soy sensible, y vosotros debéis serlo también, a las calumnias, difamaciones y daño moral que puedan hacer a mi buen nombre, pues “el buen nombre es más precioso que ungüento purificado”.39 Tener mala fama es un perjuicio enorme; y por tanto no podemos, ni debemos, mantenernos insensibles al daño moral que otros puedan infligir a nuestro buen nombre, limitándonos ante la difamación a encogernos de hombros y exclamar: “No me importa lo que los hombres digan de mí, en tanto que yo tenga la certeza de que soy inocente”. Porque a pesar de que la certeza interior de nuestra inocencia nos sea motivo de consuelo, nuestra obligación como cristianos es probar nuestra inocencia y buen testimonio, no solo ante Dios, sino también delante de los hombres. Por ello, debemos ser muy cuidadosos con nuestro buen nombre y defenderlo abiertamente ante la calumnia; evitando siempre, no obstante, toda reacción encolerizada ante las críticas de las que podamos ser objeto.

      THOMAS GOUGE [1605-1681]

      “Christian Directions, Shewing how to Walk with God All the Day Long”, 1690

      Si yo he hecho esto, si hay en mis manos iniquidad. Que un mundo pecador y perverso arremeta contra nosotros no deja de ser una señal positiva. «Quid mali feci?» exclamó Sócrates, ¿qué de malo habré hecho para que este hombre malo me dedique tantos elogios? Por regla general, el aplauso de los malvados denota presencia de malicia, y su censura es reflejo de bondad.

      THOMAS MANTON [1620-1677]

       “Sermons on Hebrews xi”

      Si hay en mis manos iniquidad. La iniquidad se adscribe a las manos, no por causa inherente, sino porque por regla general se comete con las manos. Es con sus manos que los hombres arrebatan a otros lo que les pertenece, y es con las manos que les someten y privan de sus derechos. Por ello David se expresa de ese modo: “Si habéis venido a mí para paz y para ayudarme, mi corazón irá a una con vosotros; mas si es para entregarme a mis enemigos, sin haber iniquidad en mis manos, véalo el Dios