–Pero has estado saliendo con alguien, eso no me lo estoy imaginando.
–¿Qué puedo decir? –dijo Will encogiéndose de hombros–. Ninguna de esas relaciones ha llegado a nada.
–Supongo que tiene sentido –apuntó Mack–. Susie siempre está quejándose por la escasez de hombres disponibles en el pueblo.
Jake esbozó una sonrisa.
Mack lo miró muy serio.
–¿Qué?
–Creía que te tenía a ti –respondió Jake.
–No estamos saliendo –repitió Mack.
–Y aun así ninguno de los dos parece estar buscando a nadie –apuntó Will–. Si me equivoco y estáis abiertos a otras posibilidades, puedo registraros en la nueva Web. Eres un ex atleta y un columnista de deportes semi famoso. Para cuando acabe la semana ya te habré encontrado una pareja.
Jack lo miró con incredulidad.
–¿Ya tienes clientes?
–Unos treinta, por ahora –confirmó Will.
–¿Alguien que conozcamos? –preguntó Mack–. ¿Susie, por ejemplo? –añadió con un tono que indicaba que su relación con ella era más de lo que quería admitir.
–No estoy en libertad de decir nada –le dijo Will.
–¿Cuándo has abierto esta empresa? –preguntó Jake.
–Oficialmente, hace tres semanas, aunque llevaba tiempo pensando en la idea de emparejar a gente. Finalmente me decidí, hice unos folletos y los he repartido por la ciudad.
No tenía ni idea de qué esperar, pero cuando los clientes comenzaron a registrarse, supuse que debía decíroslo todo antes de que os enterarais por otra fuente. Alguien acabará descubriendo que yo soy el psicólogo que se encuentra detrás de todo esto. Después de todo, no somos muchos en la zona.
–Entonces, ¿estás haciendo esto para ganar dinero? —preguntó Mack aún intentando entender qué motivaciones tenía. Antes de Susie, no había tenido ninguna dificultad para atraer a mujeres solteras, así que no comprendía la frustración de Will.
—Podría ser una mina de oro, sí, pero esa no ha sido mi motivación realmente —insistió Will—. Lo veo más como un servicio a la comunidad.
—Buen intento, pero ya has admitido que estás haciendo esto para poder conocer a mujeres. ¿No podrías haberte pasado por Brady’s más a menudo?
Will sacudió la cabeza.
—No me estaba funcionando.
—¿Y la iglesia? He oído que muchos hombres conocen a mujeres en la iglesia —dijo Mack—. Ahora que lo pienso, si hubiera sabido que estabas tan desesperado, podría haberle pedido a Susie que te hubiera buscado algo. Tiene un montón de amigas.
—No estoy desesperado –contestó Will, ofendido—. Solo estoy siendo activo.
Jake y Mack se miraron y fue Jake el que se atrevió a preguntar:
—¿Y qué pasa con Jess?
Will se quedó paralizado.
—¿Qué pasa con ella?
—Bueno, no es que esté loca por mí —dijo Will, sin negar sus sentimientos, ya que nunca se le había dado bien ocultarlos—. Vamos a dejarla al margen de esto. No tiene nada que ver con el tema.
Ninguno de sus amigos parecía demasiado convencido, pero lo dejaron.
—Entonces, ¿vas a organizar fiestas de chicos y chicas como en la universidad y vas a hacer que todos se pongan etiquetas con sus nombres? ¿O vas a preparar citas de esas de sesenta segundos? Ya sabes, como el juego de las sillas musicales. He oído que son muy animadas.
Will captó su tono irónico.
—¡Que te den! —se levantó—. Ahora, si me disculpáis, voy a volver a mi despacho a jugar a los casamenteros.
—Tú y Dolly Levi —dijo Mack con una impenitente sonrisa.
—¿Quién? —preguntó Will.
—Hello, Dolly. Es un musical. Susie y yo vimos la reposición hace poco. Ella es una casamentera.
—Por favor, no le digas a mucha gente que tú, el que fuera una estrella del fútbol de la universidad, va a musicales de chicas. Destruirá tu buena reputación como uno de los mejores solteros del pueblo de todos los tiempos y dejarás de ser considerado un jugador en el terreno de las citas. Es más, es muy probable que no vuelvas a tener una cita en tu vida.
—No necesita otra cita —dijo Will—. Ya tiene a Susie.
—Que, sin duda, es una mala influencia —respondió Jake.
—¿Tengo que señalar que tu mujer produce obras de teatro en su bonito y nuevo teatro de Chesapeake Shores y en el que, de vez en cuando, hay musicales? ¿Piensas asistir?
Jake se estremeció.
—Eso es una obligación marital, no una elección. Hay una diferencia.
—Will, ¿te tragas esa excusa? ¿De verdad hay diferencia?
—No pienso mediar en esto, chicos. Ahí os quedáis.
Quería volver a su despacho para ver si podía encontrar a la mujer de sus sueños. Tal vez estaba justo ahí, a la vuelta de la esquina, aunque de ser así, ya tendría que haberse cruzado con ella.
Por primera vez desde el viernes anterior, Will abrió su email el lunes por la tarde para comprobar las nuevas solicitudes de ingreso al servicio de citas online. Durante el fin de semana habían llegado seis; ya había introducido los datos de todos cuando vio las solicitudes de Laila, Connie y Jess. Se le abrieron los ojos como platos. Lo de Laila y Connie podría hacerlo, ¿pero Jess? ¿Qué iba a hacer con ella?
Ya que había adjuntado un pago con su tarjeta de crédito al registrarse en la Web, la integridad profesional requería absolutamente que él incluyera sus datos en el sistema y viera si su perfil encajaba con el de algún hombre. Sin embargo, sentía un cosquilleo en el estómago que le decía que borrara su solicitud como si nunca la hubiera visto. No quería ser el hombre que ayudara a Jess a irse con otro. Sí, tarde o temprano, ella acabaría haciéndolo, pero no quería ser él el que se lo facilitara.
Estuvo batallando con su propia conciencia durante unos diez minutos antes de que, muy a su pesar, incluyera sus datos en el sistema. Deliberadamente, excluyó su propia información y cuando vio que la búsqueda no daba resultados, suspiró aliviado.
Se dijo que le devolvería el dinero y le diría que volviera a enviar la solicitud pasado un tiempo, pero cuando estaba a punto de enviarle ese correo, no pudo hacerlo. Por mucho que no le gustara, se lo debía a Jess.
En cuanto a Laila y Connie, lo tuvo más fácil con sus solicitudes. Tres parejas potenciales aparecieron casi de inmediato en el caso de Connie y envió a los tres implicados la información de contacto mutua. Para Laila salieron cuatro posibilidades y, sorprendentemente, una de las mejores parejas, el hombre que parecía tener más en común con ella, era él mismo.
–No, ni hablar –murmuró para sí. Jamás había pensado en salir con la hermana pequeña de Trace… aunque, ¿por qué no? Tal vez sería la mejor forma de comprobar si los criterios que estaba empleando en su programa eran efectivos.
Ya casi se había convencido para llamarla cuando pensó que no era casualidad que las solicitudes de las tres hubieran llegado el sábado por la noche una detrás de otra. ¿Las habían enviado juntas? ¿Y cómo reaccionaría Jess si saliera con Laila? ¿La ofendería que sus amigas hubieran encontrado citas y ella no? ¿Le molestaría que la primera cita de Laila fuera él? ¿Y por qué iba eso a preocuparlo