–Creía que estábamos hablando de Mack y de ti.
–Podemos pasar un par de minutos hablando de ti ya que estamos. Me hará sentir mejor centrarme en la desastrosa vida amorosa de otros.
–No necesariamente. Ya me has contado por qué Mack y tú os habéis quedado atascados en esta relación y lo entiendo. Hasta ahora parecías satisfecha con dejar las cosas como estaban, así que, ¿qué ha cambiado?
A Susie se le llenaron los ojos de lágrimas.
–No lo sé. Durante las últimas semanas ha sido como si hubiera estado alejándose y no sé por qué –lo miró a los ojos–. Si lo pierdo como amigo, será muy irónico, ¿no crees? Sobre todo después de todo lo que he hecho para asegurarme de que con eso me basta. Quiero decir, he estado mintiéndome durante años y diciéndome que ser amigos es mejor que nada. Otros chicos me han pedido salir con ellos, pero no me ha interesado. Mack siempre estaba cerca, así que, ¿quién tenía tiempo para otros? –sacudió la cabeza–. ¡Qué idiota soy!
–No eres idiota. Hiciste una elección que, en su momento, te pareció la correcta.
–Bueno, está claro que fue una elección pésima.
Will contuvo las ganas de sonreír.
–¿En serio? Mack y tú habéis estado muy unidos durante años, tanto que prácticamente termináis las frases del otro, igual que un matrimonio. Seguro que eso ha merecido la pena. ¿Has intentado hablar con él de esto?
–La verdad es que no. No quería darle mucha importancia al asunto.
Will vio la trampa que Susie se había tendido a sí misma: los amigos se dan espacio, no se sientan a hablar profundamente sobre su relación.
–¿No te supone un dilema intentar mantener la ilusión de que Mack no te importa? –le dijo con empatía.
–Es lo peor.
–Tal vez haya llegado la hora de dejar de fingir.
–No sé si puedo. No quiero perderlo, Will.
–Pero ahora no lo tienes.
–Ahora es mi amigo.
–Pues entonces deberías poder hablar con él y preguntarle qué está pasando.
–Pensé que tú podrías decírmelo y que así yo sabría lo que necesita de mí.
Will se rio.
–Si te he prometido guardarte el secreto, ¿qué te hace pensar que violaría su intimidad?
A ella se le iluminó la cara.
–Entonces está pasando algo y tú sí que sabes lo que es –dijo con aire triunfante.
–Habla con Mack –le aconsejó.
–¿Ni siquiera vas a darme una pista?
–Ni hablar.
–Supongo que ya sabía que no me dirías nada –dijo resignada–. ¿Quieres hablar de Jess ahora?
–No.
Por primera vez desde que habían empezado a pasear, Susie se rio.
–Me lo imaginaba. Vaya dos, ¿eh?
Will suspiró.
–Pues sí, vaya dos.
Jess había visto a Will dirigirse hacia la playa con Susie y una sensación nada familiar la había removido por dentro; una sensación que nunca antes había sentido, al menos no al tratarse de Will. Eran, rotundamente, celos. Sabía que era ridículo, sobre todo porque todo el mundo sabía que Susie solo tenía ojos para Mack, pero ahí estaba. No le gustaba quedarse atrás mientras veía a Will con otra mujer, y mucho menos, con Susie. Durante años había mantenido cierta rivalidad con su demasiado perfecta prima y probablemente se trataba de eso; no quería compartir a Will con la prima que ya había tenido todo lo que ella siempre había querido: respeto, éxito académico y popularidad.
«Esto no puede estar pasando», se dijo. No se convertiría en esa clase de mujer. Ya tenía bastantes inseguridades sin dejar que Will la convirtiera en una loca celosa; nada bueno podía salir de esa oscura emoción.
Debería marcharse, volver al hotel y ponerse con la pila de papeles que tenía sobre el escritorio y que seguramente la distraería durante horas… o lo habría hecho si hubiera podido concentrarse, pero su déficit de atención se lo impedía.
Hacía poco tiempo había estado limpiando el ático con la esperanza de convertirlo en otra habitación con baño. Podía hacerlo, pensó mientras miraba hacia la bahía y a la espera de que Will y Susie regresaran.
–¿Buscas a alguien? –le preguntó Abby al apoyarse en la baranda del porche.
–No –mintió–. Solo estaba relajándome.
–Podrías bajar a la playa y alcanzar a Will y Susie.
–¿Y por qué iba a querer hacer eso?
–Porque quedarte aquí sentada a esperarlos está volviéndote loca. Sabes que no tienes que preocuparte por nada, ¿verdad?
–Claro que lo sé.
–Entonces, ¿a qué viene esa expresión melancólica?
–A que, al parecer, he perdido mi control de la realidad.
Abby se rio.
–¿Lo dices porque te gustó besar a Will?
Jess asintió.
–¿Quién iba a decirme que ese hombre podía besar así? Me pilló desprevenida. Quiero decir, seguro que es solo por eso, ¿verdad?
–¿Es eso lo que crees?
Jess asintió.
–Seguro que sí –miró a su hermana mayor–. ¿Recuerdas que querías organizarle una cita a Heather con un tipo de tu oficina para poner celoso a Connor y hacer que reaccionara?
–Me acuerdo –respondió Abby.
–¿Por qué nunca has intentado buscarme pareja a mí? ¿Es porque no crees que sea capaz de tener una relación?
–No seas ridícula. Creo que cuando llegue el hombre adecuado, vas a ser una esposa y una madre maravillosa. Y si alguna vez me hubieras pedido que te buscara pareja, lo habría hecho encantada.
Jess no sabía si creerlo.
–¿En serio? ¿A pesar de lo de mi déficit de atención?
–Cielo, lo has llevado muy bien. Mira el hotel. Es un gran éxito. Has aprendido todo lo que necesitas para regentarlo, hasta has aprendido a pedir ayuda cuando la necesitas. Y harás lo mismo cuando tengas una familia.
Jess suspiró.
–Quiero creerlo, pero incluso tú tienes que admitir que, cuando se trata de hombres, mi capacidad de atención es escasa.
–Tal vez sea por tu problema, o tal vez sea porque ninguno de esos hombres era el adecuado para ti. ¿Recuerdas todos los trabajos que tuviste antes de abrir el hotel? No eran lo que necesitabas, pero el hotel sí. Lo mismo pasa con un hombre.
–Espero que tengas razón. Si alguna vez me caso, quiero que dure –dijo con nostalgia–. Quiero tener lo que Bree y tú habéis encontrado con Trace y Jake, lo que Kevin tiene con Shanna y Connor tiene con Heather.
–Eres una mujer preciosa, inteligente, fascinante e impredecible, y eso lo digo en el mejor sentido. Encontrarás todo lo que te mereces. Te lo prometo –Abby sonrió–. Y si no lo encuentras sola, ya sabes que papá meterá las narices en el asunto tarde o temprano.
–¡No, por Dios! –dijo Jess con sentimiento. Se levantó y miró una última vez hacia los escalones que salían de la playa. Seguía sin haber rastro ni de Will ni