Lazzarato retoma estas observaciones de Deleuze y las pone en diálogo con Foucault y con las tesis ya estudiadas de los operaístas italianos. Contra éstos, Lazzarato dirá que el capitalismo no puede ser entendido solamente según la relación capital-trabajo y conforme al modelo de la dominación colonial, la dominación estatal, etcétera. El capitalismo no puede ser explicado solamente por sus inscripciones molares, sino que requiere de un análisis del modo como los sujetos son constituidos en el ámbito molecular. El problema del marxismo es que se concentra en molaridades y desconoce que los fenómenos constitutivos del capital no pueden ser pensados sin tener en cuenta el modo en que los sujetos viven “capitalísticamente”, por así decirlo. La pregunta que ignoran los operaístas es por qué se desea el capitalismo. No es gracias a determinaciones de orden socioeconómico como surgen estas subjetividades deseantes, sino gracias a las tecnologías de gobierno magníficamente descritas por Foucault.
Ahora bien, Lazzarato coincide con Deleuze en que Foucault sólo pensó las tecnologías del gobierno para la sociedad disciplinaria, pero no alcanzó a entrever el advenimiento de la sociedad de control. Pero, más aún, Lazzarato piensa que lo que Foucault denomina sociedad disciplinaria corresponde en realidad a lo que los operaístas denominan fordismo, mientras que lo que Deleuze denomina sociedad de control correspondería, más bien, al modus operandi del posfordismo. Por lo tanto, aunque Foucault entendió el modo en que ciertas tecnologías de gobierno, como la “anatomopolítica” y la “biopolítica”, funcionan como pez en el agua en el fordismo, habría que pensar en una nueva tecnología que explique el funcionamiento hegemónico del poder en el capitalismo posfordista, y es a esta tecnología que Lazzarato denomina la noopolítica.
Por otro lado, Lazzarato dirá que, en el paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control, es decir, en el paso del fordismo al posfordismo, Deleuze no tiene en cuenta el modo en que se articulan todas las tecnologías anteriores descritas por Foucault. Es decir, que en la sociedad de control opera ciertamente la noopolítica como tecnología hegemónica de gobierno, pero articulada de forma compleja con tecnologías desplegadas en épocas anteriores de la historia del capitalismo. Es el caso de la soberanía, tecnología hegemónica durante el capitalismo mercantil (siglos XVI-XVIII), y de la anatomopolítica y la biopolítica, que fueron hegemónicas durante la época del capitalismo industrial (siglos XIX -XX). Lazzarato bebe aquí de la tesis de uno de los operaístas, Sergio Bologna, según la cual, el capitalismo es un conjunto de diversos modos de producción dominados por el más dinámico y desterritorializado de todos. En las sociedades de control, dirá Lazzarato, el modo de producción posfordista coexiste antagónicamente con el fordismo y con el prefordismo, pero los hegemoniza por ser más flexible y “abstracto” que ellos.
Como puede verse, Lazzarato va desarrollando su propio pensamiento en medio de un triángulo discursivo en cuyos ángulos se encuentran Foucault, los filósofos operaístas y Deleuze. Sin embargo, el triángulo se convierte en cuadrado con el ingreso en escena de una cuarta fuente de inspiración: el sociólogo francés, Gabriel Tarde. En sociología, se suele ver la figura de Tarde como contrapuesta a la de su famoso contemporáneo y compatriota Émile Durkheim, pues mientras éste se interesaba por los grandes conjuntos de la vida social (la educación, la religión, el Estado), Tarde se concentraba, en cambio, en los ámbitos moleculares de la sociabilidad, muy influenciado por los resultados que en su tiempo estaba arrojando la física cuántica. Él pensaba que así como los grandes cuerpos físicos se construyen a partir de las fuerzas atómicas, también la vida social se construye a partir de lo pequeño, de lo infinitesimal, pues es en este ámbito donde se generan las dos fuerzas moleculares que dinamizan el cuerpo entero de la sociedad: la creencia y el deseo. Por eso, Tarde se interesa por la monadología de Leibniz, pues las mónadas están constituidas, en mayor o menor medida, por creencia, deseo, percepción y memoria. De todo esto, Tarde concluye que el mundo social no está hecho de unidades que se relacionan entre sí según leyes mecánicas, como pensaba el positivismo sociológico, sino de multiplicidades que se relacionan a distancia y cuyos hilos conductores son los deseos, los afectos, la volición y las creencias.
La lectura que hace Lazzarato de la neomonadología tardeana será importante para la construcción de su concepto de noopolítica. El neologismo es tomado de dos fuentes: en primer lugar, del concepto aristotélico de nous, pues para Aristóteles el nous hace referencia no sólo a la vida intelectiva, sino también a la vida afectiva y volitiva y, en segundo lugar, del nombre de un proveedor de acceso a Internet llamado precisamente nous. Las dos fuentes explican también las dos acepciones del concepto. Por un lado, y como se dijo anteriormente, Lazzarato piensa que las técnicas de gobierno de las sociedades de control son muy diferentes de las técnicas hegemónicas en las sociedades de soberanía o en las sociedades disciplinarias, porque aquí ya no opera primariamente el castigo o el adiestramiento del cuerpo, sino la modulación de los afectos, las sensaciones y el deseo. Nótese aquí la influencia decisiva de Gabriel Tarde. En las sociedades de control, el gobierno sobre los hombres no se concentra en instituciones disciplinares orientadas a producir y reproducir la fuerza de trabajo, sencillamente porque en el posfordismo no se trata ya de producir a los productores (la clase obrera), cuanto de producir a los consumidores. Vivimos en una sociedad global de consumo y ya no en una sociedad de trabajadores asalariados, por lo que las técnicas de gobierno no se dirigen ya hacia el incremento de las fuerzas corporales para producir objetos, como era el caso del capitalismo industrial, cuanto hacia la modulación de la volición y los afectos para producir el deseo por la mercancía. En la producción de la comunidad de consumidores se presenta, entonces, el primer sentido del concepto de noopolítica.
Por otro lado, el concepto de noopolítica hace referencia a la “vida” que se gestiona en las sociedades de control. No se trata de la vida en su acepción biológica de la que hablaba Foucault cuando desarrolla el concepto de biopolítica, pues lo que se gestiona en las sociedades de control ya no tiene nada que ver con la natalidad, la mortalidad, la higiene o la salud, sino con la vida convertida en información. Es aquí donde Lazzarato desarrolla el concepto de máquinas informáticas formulado por Deleuze. Por máquinas informáticas se entiende el tipo de control de nuestra vida inscrita ya en los sistemas de información, en las bases de datos, en los archivos, en los microchips. Es una vida ligada enteramente a la información, como la historia de mis enfermedades recogida en bases de datos —asunto muy importante para los sistemas privados de salud y de pensiones—, la historia de mis deudas, también recogida en bases de datos y que es un asunto importante para la gestión de los créditos bancarios, la historia de mis aficiones, de mi consumo cultural, de mis compras, etcétera. Las máquinas informáticas hacen una gestión sobre la vida, pero no es una gestión biopolítica, sino una gestión noopolítica, pues de lo que se trata aquí es de construir perfiles mayoritarios de subjetividad sobre los cuales empieza a funcionar el capitalismo de consumo. La “gubernamentalidad” en las sociedades de control depende enteramente de la información y el conocimiento, y se ejerce sobre una vida ya no biológica, sino que circula digitalmente por bases de datos. Aquí se presenta, entonces, la segunda acepción del concepto de noopolítica.
Lazzarato recoje también la idea lanzada por Deleuze en “Postcriptum sobre las sociedades de control”, en el sentido de que el marketing opera como una máquina informática. Las empresas posfordistas —dirá Lazzarato— invierten un buen porcentaje de sus ganancias en publicidad, en marketing y en diseño, porque, a diferencia de las fábricas (recordar aquí la diferencia establecida por Deleuze), sus estrategias de captura ya no se dirigen ni hacia al castigo de los cuerpos ni tampoco hacia el disciplinamiento de los obreros, sino más bien hacia la modulación de los deseos del consumidor. Es decir, que la empresa posfordista ya no se orienta sólo —y ni