La subjetividad se concibe como la capacidad de interacción, la intencionalidad, la negociación, pero también como la capacidad del sujeto para constituirse a sí mismo como individuo. La subjetividad estará dada por la experiencia como el cúmulo de hechos vividos que nos constituyen y acompañan durante toda la vida como individuos; de ahí que podamos decir que ella es un producto, un momento en las coordenadas históricas que permiten hablar desde la experiencia que se realiza en lo subjetivo, lo individual, lo propio, lo diferente del otro. Una misma experiencia vivida por personas diferentes adquiere valores únicos en cada uno. La carga emocional adjudicada es dada por quien lo vive y sólo comprendida por él.
Por lo tanto, el interés por la subjetividad no está dado por el sujeto cogito ni trascendental, que, como manifiesta Slavoj Zizek, “es un espectro que ronda la academia occidental [...] el espectro del sujeto cartesiano” (2005: 9), sino que nuestro interés está en el sujeto de la experiencia, entendiendo ésta como la apertura del propio sujeto. Experiencia que permite una alteración, una modificación de la relación que se ha establecido con nosotros y una transformación de lo que se nos ha determinado en nuestros modos de ser. La subjetividad, entonces, será la forma como específicamente nos han determinado en nuestro modo de estar y ser en el mundo. Esto es, “modos de subjetivación”; pero será también la posibilidad de constituirnos a nosotros mismos como sujetos de nuestras acciones.
El ser sujetos de la propia experiencia es la capacidad de transformación, es la posibilidad de ser de otro modo. Siguiendo estas pistas de reflexión, se pueden distinguir dos sentidos del término sujeto: uno por el control y la dependencia del otro, es decir, ligado, y otro como sujeto a la propia identidad por las prácticas y el conocimiento de sí. La subjetividad oscilará entre estas dos. El sujeto entonces es una forma que se puede modificar a sí misma o que puede ser modificada desde sus relaciones externas y que, por lo tanto, entra en interacción con el medio que lo rodea en sus circunstancias. Por ejemplo, la modernidad en su proyecto de Estado tiende a la preproducción de una subjetividad unificada en la figura del ciudadano. Las instituciones disciplinarias generaban dispositivos que obligaban a los sujetos a ejecutar operaciones para permanecer en ellas. Por eso, la subjetividad se instituye, deja marca, moldea, reproduciéndose al mismo tiempo que se desarrolla el dispositivo que instituye la subjetividad. En las circunstancias de “desinstitución” de las instituciones, no hay dispositivos que marquen o moldeen la subjetividad.
Entonces toda operación actual de constitución de la subjetividad no es institucional solamente, sino y ante todo situacional. La subjetividad se construye plenamente en situación, puesto que son prácticas de los sujetos según sus circunstancias las que determinan sus maneras de ser, desde sus territorios existenciales, son posibilidades económicas desde sus luchas sociales, políticas y de género, son las defensas de los grupos étnicos, son los niños y los jóvenes en sus contextos particulares.
El preguntarnos por la subjetividad implicará, a partir de lo anterior, indagar por las narrativas, los discursos, los modos de “subjetivación”, las relaciones de poder, la formación en relación con la infantilización y la autocreación, lo femenino y lo feminista que se da en esta mutabilidad y multiplicidad de la subjetividad para, desde ahí, pensar las reflexiones sobre la formación en la búsqueda de resistencias a los formas de dominación que constituyen los modos de producción actual de lo humano como sujetos únicamente productores y consumidores. Por lo tanto, entendemos hoy por subjetividad un modo de hacer en el mundo, un modo de hacer con el mundo, un modo de hacerme en el mundo. La subjetividad es un modo de hacer con lo real, con la experiencia. Es la serie de operaciones que se hacen para habitar un dispositivo, una situación, un mundo.
El pensar la subjetividad desde estos horizontes es la invitación que hago y que presento como una tarea, que consiste en pensarnos a nosotros mismos como agentes históricamente constituidos en cuanto a lo que decimos, hacemos y pensamos. Pero también tarea en cuanto a la labor educativa y comprensiva de las subjetividades que pasan por nuestras instituciones educativas. ¿Cuáles son los mundos plegados en sus esencias que constituyen nuestra subjetividad?
Para poder llevar a cabo esta tarea y para dar respuesta al interrogante dado, se posibilita este espacio académico institucional Cátedra Lasallista: “Miradas sobre la subjetividad”. Este tema abarca todos los procesos en los cuales la Universidad, como ente social, está inmersa en su labor formativa y educativa. Lo social reclama nuevas formas de estudiar y de comprender a los sujetos en sus múltiples posibilidades desde los niños, los jóvenes, los adultos, así como desde los diferentes credos, políticas, ideologías, razas y formas de vivir la sexualidad. La Universidad de La Salle no es ajena a esta realidad, y se propone reconocerlos desde este espacio como una de las posibles formas de responder a las demandas sociales.
Por otra parte, la subjetividad se convierte en nuestro tema, pues es el sujeto en sus diferencias el que es objeto del desarrollo humano integral y sustentable, de la educación, de la sociología, de la filosofía, de la antropología, de la teología, entre otras, así como receptor de los cambios tecnológicos y científicos a los que nos vemos abocados.
Finalmente, la Cátedra Institucional Lasallista con su temática “Miradas sobre la subjetividad” se presenta este año como un espacio para el debate en torno al establecimiento de las diferentes formas de la subjetividad en la búsqueda de la constitución de subjetividades políticas altamente democráticas con sentido de solidaridad desde la escuela como uno de los escenarios de formación, desde lo social en medio del conflicto, desde lo pedagógico y sociológico, desde las miradas sobre lo femenino y lo feminista, desde las relaciones de poder entre noopolítica y la sociedad del control y de la locura en nuestro presente.
Noopolítica y sociedades de control: las subjetividades contemporáneas en Mauricio Lazzarato
SANTIAGO CASTRO GÓMEZ{*}
Mi interés por la obra de Mauricio Lazzarato radica, en primer lugar, en que se trata de un pensador de frontera: a medio camino entre la filosofía y la sociología, pero también a medio camino entre la academia y el trabajo político con movimientos sociales en París, ciudad donde reside actualmente. En segundo lugar, la obra de Lazzarato ejemplifica el modo en que la teoría crítica contemporánea explora las complejas relaciones entre economía y cultura, siguiendo de esta manera la tradición abierta desde el siglo pasado por la escuela de Fráncfort y los estudios culturales en torno a la elaboración de una economía política de la cultura.
Hay que decir primero que Lazzarato es un filósofo nacido en Italia, muy cercano a la obra de pensadores marxistas como Toni Negri, Paolo Virno, Sergio Bologna, Antonella Corsani, en su mayoría vinculados a un sector de la izquierda italiana de los años setenta conocidos a través de la famosa revista Quaderni Rossi. Lazzarato fue cofundador en París de Multitudes, una revista que ha servido como de caja de resonancia del gran debate generado a partir de la publicación del libro Imperio de Michael Hardt y Antonio Negri en el año 2000. Lazzarato es también miembro fundador y colaborador activo de Futuro Anterior, una revista de mucha circulación en Francia y Europa. Ha escrito artículos sobre cine, video, nuevas tecnologías de producción de imágenes, y también trabaja junto con colectivos de artistas que reflexionan sobre los nuevos lugares del arte y del artista en tiempos del capitalismo posfordista.{1}
El recorrido que propongo es el siguiente: en primer lugar, mostraré el vínculo de Lazzarato a principios de los años noventa con los llamados filósofos operaístas: Paolo Virno, Toni Negri, Mario Tronti, Sergio Bologna y Antonella Corssani. En este momento de su producción, Lazzarato no se despega mucho de las ideas de este colectivo de pensamiento crítico. Lo hará solamente hacia finales de los años noventa, y éste será el segundo punto de mi trabajo, cuando empieza a desarrollar un pensamiento propio en diálogo creativo con filósofos como Gilles Deleuze y Michel Foucault, pero también con un sociólogo francés de principios del siglo XX llamado Gabriel Tarde. En tercer lugar, me referiré al concepto que, a mi juicio, posiciona claramente a Lazzarato en el actual debate sobre el capitalismo posfordista, que es el concepto