Esas mismas cartas que se enviaron a los representantes de las colonias dejaban claro que sus autores habían abrazado, sin vacilación, la conexión formulada por Paine entre efectuar una declaración de independencia y recibir ayuda de Francia y España. Uno de los primeros en suscribir dicha conexión fue Richard Henry Lee, delegado de Virginia en el Congreso y miembro de una de las familias más influyentes de las colonias. Mucho antes de que se publicara Sentido común, él ya había recibido esas ideas gracias a su hermano Arthur Lee, quien, durante su misión de representante de las colonias en Londres junto con Benjamin Franklin, en 1774 le había dicho que, en caso de guerra con Gran Bretaña, «América tal vez tenga que deberles [a potencias europeas] su salvación, en caso de que la lucha sea seria y continuada».17 Dicha idea se vio reforzada, desde luego, por una carta que le remitió en abril de 1776 John Washington, uno de los sobrinos de George Washington: «Soy de la firme opinión de que, a menos que declaremos abiertamente la Independencia, no hay ninguna opción de recibir ayuda exterior».18 Ese mismo mes, Richard Henry Lee le explicaba a su paisano virginiano Patrick Henry, residente en Williamsburg, que el Congreso debía considerar pronto la independencia, puesto que el actual «peligro […] puede evitarse mediante una alianza a tiempo con las potencias adecuadas y favorables de Europa», y que «ningún estado de Europa tratará o comerciará con nosotros mientras nos consideremos súbditos de Gran Bretaña».19
En abril, las delegaciones de las colonias en el Congreso comenzaron a recibir instrucciones de votar a favor de la independencia. El condado de Cumberland de Virginia ordenó a sus representantes en el Congreso «declarar la independencia [y] buscar ayuda exterior». Carolina del Norte, por su parte, pidió a sus delegados «acordar con los delegados de las otras Colonias la declaración de la independencia y formar alianzas exteriores».20 En mayo, la Convención de Virginia acordó en pleno adoptar una resolución que ordenaba a sus delegados «declarar las colonias unidas estados libres e independientes […] y aprobar las medidas que se consideren apropiadas y necesarias para la formación de alianzas exteriores».21 Estas directrices de los gobiernos de las colonias a sus delegados en el Congreso dejan claro que, al hacerse eco de las ideas de Paine, veían en la declaración de independencia el único medio de obtener ayuda de Francia y de España.
A medida que el movimiento favorable a la independencia ganaba impulso, incluso el delegado de Massachusetts John Adams, alguien, por lo general, opuesto a cualquier enredo exterior, admitía a su pesar:
Debemos llegar a la Necesidad de Declararnos Estados independientes y ahora tenemos que dedicarnos a preparar […] Tratados que ofrecer a Potencias extranjeras, en especial a Francia y España […] Que no podemos esperar que las Potencias extranjeras Nos reconozcan hasta que Nosotros nos hayamos reconocido a nosotros mismos y hayamos ocupado un Puesto entre ellas como Potencia soberana y Nación Independiente; que ahora estábamos afligidos por la Falta de Artillería, Armas, Munición, Vestimenta e incluso Pedernal.22
A primeros de junio, Richard Henry Lee ya estaba preparado para seguir las instrucciones de la Convención de Virginia y pedir a las claras al Congreso que declarara la independencia. Repitiendo las ideas de John Adams, le explicaba a un terrateniente virginiano: «No es, pues, el deseo sino la necesidad lo que pide la independencia, puesto que es la única forma de obtener una alianza exterior».23 Estas palabras las escribió el domingo 2 de junio. La semana siguiente seguro que la pasó reflexionando acerca de la redacción de un conjunto de resoluciones que pondría en marcha al Congreso. El viernes 7, el Congreso se reunió como de costumbre a las 10 de la mañana. Se abordaron cuestiones urgentes relativas a informes de la guerra, así como un asunto más banal, la compensación a un comerciante por bienes confiscados por la Marina Continental. Alrededor de las 11, Richard Henry Lee solicitó intervenir y, entonces, presentó tres resoluciones relacionadas entre sí para su aprobación:
Que estas Colonias Unidas son, y por derecho deben ser, Estados libres e independientes; que están liberadas de fidelidad alguna a la Corona británica y que toda conexión política entre ellas y el Estado de Gran Bretaña está, y debe ser, disuelta por completo.
Que desde ya es urgente tomar las medidas más efectivas para formar Alianzas con el exterior.
Que se prepare un plan de confederación y se transmita a las Colonias respectivas para su consideración y aprobación.24
Las resoluciones fueron secundadas por John Adams, pero el Congreso retrasó su toma en consideración hasta el día siguiente. El sábado, y de nuevo el domingo, el Congreso debatió las tres resoluciones. Aunque los representantes de las colonias del sur y de Nueva Inglaterra eran favorables a las mismas, muchas de las colonias del Atlántico Medio* preferían retrasar la decisión. Los contrarios a la independencia ponían en duda que Francia o España fueran a proporcionar alguna ayuda, debido a sus propios intereses coloniales en América, y afirmaban que Francia estaría más inclinada a formar una alianza con Gran Bretaña para repartirse Norteamérica entre ambas. Los favorables a las resoluciones, como demuestran las anotaciones de Thomas Jefferson, respondían que «solo una declaración de independencia podría complacer al gusto europeo para que las potencias europeas traten con nosotros», que no había que perder tiempo y que era necesario pedir, cuanto antes, la ayuda que podían ofrecer Francia y España. Los argumentos en uno y otro sentido se cruzaban sin que se llegara a un consenso claro.
En lugar proceder a votar la resolución de independencia, el Congreso pospuso los debates hasta el 1 de julio y ordenó a un comité que redactara un borrador de declaración en previsión de que la cámara fuera favorable a dicha opción. Se formaron también comités para encargarse de la segunda y tercera resoluciones: uno para redactar un proyecto de tratado con Francia y otro para redactar un borrador de plan de confederación de los trece estados que se crearían a partir de las trece colonias, una vez que se declarase la independencia. El comité encargado del plan de confederación fue el mayor de los tres y contaba con un representante de cada colonia. Debido a lo difícil que resultó el acuerdo entre estos, fue el comité que más tardó en cumplir su encargo: hasta dieciocho meses después, en noviembre de 1777, no presentó los Artículos de Confederación (además, dichos artículos no fueron ratificados por todos los trece estados hasta 1781). El segundo comité, que debía escribir un proyecto de tratado con Francia, solo tenía cinco miembros, encabezados por John Adams. Este insistió en que el tratado fuera solo de naturaleza comercial y que no implicara ninguna alianza política o militar que pudiera «enredarnos en futuras guerras europeas».25 El Plan de Tratados [Plan of Treaties] final, que se atuvo en todo a los requisitos de Adams, se presentó el 18 de julio y el Congreso lo aprobó el 17 de septiembre. Un mes más tarde, Benjamin Franklin tomó un barco hacia Francia con el proyecto de tratado de Adams en la cartera y la misión de obtener la ayuda que su nación necesitaba de forma tan acuciante.
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