3. En términos generales puede decirse que es muy parecida a la descrita en el punto 1. Ciertamente con sus peculiaridades, la primera de las cuales es el corte que se produce con la guerra civil en 1936-39 y la consiguiente represión y exilio de muchos intelectuales y filósofos. Ello supone un corte en una situación que prometía. Es verdad que la universidad española a pesar de la cerrazón oficial de horizontes y con grandes dificultades estaba en conexión con los demás centros de pensamiento europeo y americano, de modo que las mismas “modas” o movimientos que se daban en el extranjero también estuvieron presentes en el nuestro.
Creo que también en España se dan los tres 'continentes' de que hablaba Ferrater: fenomenología, filosofía analítica y marxismo. En cuanto a la primera, unos insisten más en Husserl y otros en Heidegger o incluso en otros autores, como pueden ser Sartre, Merleau-Ponty o Lévinas; también puede cultivarse como metafísica o como hermenéutica. Ha sido muy viva la conexión de Heidegger-Nietzsche. De este último se ha traducido de nuevo toda su obra, las cartas y los fragmentos póstumos. En cambio, la edición de las obras de Heidegger se encuentra dispersa en diferentes editoriales y colecciones y no es completa, aunque sí la mayor parte. Se puede decir que esta conexión ha dado lugar a una metafísica de aire nihilista y que es de las más cultivadas actualmente. La filosofía analítica, por su parte, vive ciertamente sus horas más bajas; puede considerarse que al menos se encuentra de modo indirecto en la filosofía de la ciencia y en los lógicos, y en gran parte de los dedicados a la filosofía del lenguaje. El marxismo se cultiva más bien desde sus nuevas versiones o recepciones, como puede ser Walter Benjamin o la Escuela de Frankfurt.
Durante años la disciplina de la filosofía más cultivada era la ética, y en este caso se debía ser kantiano, aunque con correcciones y transformaciones, fueran propias o las de la ética del discurso. También excepcionalmente era permitido ser utilitarista.
En los últimos decenios se han cultivado mucho más los grandes clásicos, en especial la filosofía clásica alemana y la filosofía griega clásica, sin olvidar la Edad Media, con sociedades constituidas a tal efecto y con sus congresos o jornadas periódicas y sus revistas especializadas, como por ejemplo la Sociedad Española de Estudios Clásicos, Sociedad Española de Estudios Medievales, Sociedad Española de Estudios sobre Hegel, Sociedad Española de Estudios sobre Nietzsche, Sociedad Española de Fenomenología, etc.
Finalmente como una peculiaridad española cabe señalar el cultivo de los tres grandes pensadores españoles del siglo XX: Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset y Xavier Zubiri. Solamente del segundo se cuenta con edición crítica de su obra, de los otros dos se dispone de lo más importante de su obra, aunque sin edición crítica. En todo caso todos ellos son objeto de creciente interés y estudio, quizás sobre todo Zubiri, que parece va creando escuela.
4. En líneas generales mi labor puede describirse como el cultivo de tres grandes campos: la antropología filosófica, la filosofía de la religión y la filosofía moderna y contemporánea, especialmente la de Hegel.
Mi primera incursión en el ámbito de la antropología filosófica ya empezó en mis años de estudio, con la tesina de licenciatura sobre Gabriel Marcel y la tesis doctoral sobre Ludwig Feuerbach. Un nuevo impulso vino a raíz de lo que en aquellos años se denominaba antihumanismo, del que me pareció que compartía muchas de sus críticas al humanismo, especialmente al sujeto trascendental, a la concepción de un sujeto como fundamento inconcuso, cierto de sí mismo y hecho por sí mismo. Dicha crítica la tomaba como punto de partida para una nueva concepción del sujeto y del ser humano como alguien siempre en proceso y en proceso de socialización y a la vez de personalización o individuación, lo cual se lleva a cabo por las relaciones personales y sociales, de modo que la crítica que hacía el antihumanismo me parecía como una pista de acceso a una concepción del sujeto solidario.9
Una segunda incursión vino de la propuesta de escribir un manual de antropología filosófica. Ello me obligó a plantear en conjunto toda la antropología, sus temas, su estructura, su articulación. Para mí fue muy enriquecedor, después de años de tratar cuestiones aisladas.10 A partir de esta visión, o en el curso de su elaboración, noté el malestar o incluso confusión que había en torno al concepto de persona, declarado por unos como fundamental y por otros como inútil, impertinente, en definitiva, fracasado. Me pareció que una de las causas de la crisis del concepto se debía a que de ser un concepto fundamental, un principio de la ética, presupuesto incuestionable, como en Kant, había pasado a ser un criterio de aplicación ética en el campo de la bioética. Ello me impulsó a estudiar cómo era tratado en este ámbito y en general en la filosofía analítica y en el naturalismo. En la discusión actual detecté dos grandes referentes: Locke y Kant. A su vez Locke proponía un concepto de persona reducido a unas cualidades puramente mentales, la conciencia, con ello no hacía más que recepcionar el concepto clásico que los medievales habían formulado, porque a ellos les interesaba un concepto que fuera aplicable a Dios (a las tres personas de la Trinidad) y al hombre. Sin darse cuenta del enorme traspaso que hacía, Locke convertía en antropológico un concepto teológico y por ello le resultaba el concepto puramente mentalista. Ahí noté el cambio que había que introducir y no tratar en general del concepto de persona, sino el de persona humana. Para comprobar las diferentes aportaciones busqué en la historia de la filosofía las posiciones características al respecto (antecedentes estoicos, San Agustín, Boecio, Edad Media) y las diferentes aportaciones que las corrientes actuales ofrecen: personalismo y fenomenología, filosofía analítica, el naturalismo, la bioética y algunas posiciones críticas con el naturalismo, concluyendo con un capítulo que quiere esbozar las líneas fundamentales del concepto de persona, que se deducen de la confrontación entre las contrapartes de la confrontación actual.11
Dentro de la antropología filosófica incluyo también una cierta atención a cuestiones de bioética, no tanto las morales como las antropológicas, así como a las nuevas perspectivas que parecen abrirse en la configuración de la vida humana con las nuevas tecnologías. Es lo que se ha venido en denominar transhumanismo o posthumanismo.12
Por lo que se refiere a la filosofía de la religión primero he de constatar que ha sido una ocupación algo marginal, puesto que tal materia no existe en nuestro plan de estudios, a pesar de lo cual ha sido una ocupación más bien constante. De ella me ha interesado sobre todo el diagnóstico de su situación en la actualidad, que va desde la teoría de la secularización hasta la de la desecularización, nuevas formas de ateísmo, el nihilismo, etc. Mi ocupación empezó con la tesis doctoral sobre L. Feuerbach13 y en seguida me planteé la situación de la religión en la actualidad. El estudio sobre la filosofía de la religión lo he llevado a cabo sobre todo en confrontación con el nihilismo, puesto que siempre me ha parecido el desafío más radical,14 pero también revisitando las “vías” de acceso al conocimiento o reconocimiento de Dios, especialmente desde la antropología.15
La filosofía moderna y contemporánea ha sido el principal objeto de mi docencia. Los autores que más he tratado son Kant, Hegel, Marx, Feuerbach, Kierkegaard y de los del siglo XX, además de Heidegger, Lévinas y Wittgenstein, me he ocupado sobre todo de Walter Benjamin y Jürgen Habermas. Entre ellos del que más me he ocupado ha sido Hegel, tanto coordinando una exposición general de su filosofía,16 como estudiando aspectos diversos de la evolución de su pensamiento, y sobre todo sobre la filosofía del derecho,17 y también traduciendo algunas de sus obras.18
Entre los proyectos en curso cuento con un estudio sobre el concepto de solidaridad, que quisiera fuera un estudio histórico, desde sus orígenes a mediados del siglo XIX en Francia hasta Habermas, pero también