porque me recuerda la luz de su mirada,
su ondulada sensualidad, su preciosismo,
sus sentimientos, y hasta su pornografía...
y así la soledad no me duele lo mismo.
Ayer vi a la mar en la cumbre de su concupiscencia,
de su electricidad, de su erotismo,
y hoy aplanada por un santo quietismo,
por una sospechosa imagen de condescendencia.
La próxima vez que presuma
que la mar va a cruzar esa raya
que domestica sus olas nocturnas de espuma
me iré a dormir con ella cerca de la playa.
Y así me acordaré de mi compañera,
y de aquella noche de amor tan fiera.
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