El carácter de la filosofía rosminiana. Jacob Buganza. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jacob Buganza
Издательство: Bookwire
Серия: Biblioteca
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786075028804
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a pie de página: afirma que ya en los pasajes latinos traídos a colación, Santo Tomás admite como innato, además del intelecto, un primo oggetto per se intelligibile. En efecto, según este filósofo, una cosa es el intelecto y otra “la luz” con la cual “se ve”, y en ello se encierra la clave de la cuestión.

      La interpretación rosminiana de Puecher no deja de tener sus dificultades, ya que puede verse al intelecto precisamente como aquella luz con la cual se visualizan los inteligibles. A su favor arguye que el intelecto es una potencia pasiva, mientras que la luz es un objeto, que se vuelve medio universal para ver o entender. Según Puecher, el caso del intelecto y la luz intelectual corresponden por analogía a la luz física; es decir, así como la cosa se vuelve esencialmente visible al ojo cuando hay luz, así también el intelecto capta lo inteligible (pasivamente) cuando la luz está presente, es decir, que así como el intelecto es al ojo, la luz física es a la luz del intelecto; por tanto, se trata de dos cosas distintas. Así, habría que interpretar la sentencia común que dice: sicut lux est prius nota oculo, quam quae per lucem videntur; sicut lux non oportet quod videatur ab oculo, nisi in ipso colore illustrato de la siguiente forma: así como hay tres elementos que intervienen en la visión física, a saber, el ojo, la cosa vista (el color) y la luz, así también en la percepción intelectiva intervienen el ojo del espíritu o mente, la cosa o el objeto percibido y la luz inteligible. 97 Pero hay una importante diferencia: la luz del intelecto, a diferencia de la luz física, está informando al intelecto mismo pero no es el intelecto; la luz del intelecto viene a informar al intelecto mismo, mientras que la luz física está fuera del ojo informándolo sólo extrínsecamente.

      Es cierto que la palabra “luz” se toma en este caso bajo una acepción metafórica, porque “luz” es precisamente una imagen que se toma de la luz corpórea; se toma entonces analógicamente para explicar lo que ocurre en nuestro intelecto. ¿Cómo explicar, por ello, esta luz innata al hombre? Los más grandes filósofos no se han contentado con la metáfora de la luz, sino que han intentado explicar el hecho tal como es en sí, es decir, aplicando los conceptos que le convienen propiamente y no sólo metafóricamente, porque la metáfora es un modo imperfecto para dar cuenta de un hecho, aunque a veces resulte imprescindible hasta para la ciencia.

      La investigación ideológica se reduce, según Puecher, a explicar el gran problema del origen de las ideas, que en substancia se reduce a saber decir en qué consiste la luz innata de la razón. Antonio Rosmini en muchas de sus obras se ha dedicado al problema, enfrentándolo y buscando escapar a las solas metáforas que, aunque pueden dar cuenta del hecho, no lo hacen por sí mismo sino recurriendo a otras imágenes. Para decirlo de una vez, Rosmini afirma que la luz innata de nuestro intelecto no es otra cosa que la idea del ente en universal, la idea del ente indeterminado. Además de los razonamientos que utiliza para probar esta tesis, contenidos especialmente en el Nuovo saggio sull´origine delle idee y en Il rinnovamiento della filosofia in Italia, recurre a la autoridad de grandes filósofos, como San Agustín, Alejandro de Hales, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. En efecto, Rosmini piensa que estos filósofos coinciden con él al afirmar que la luz de la razón o luz innata es el ser universal e indeterminado que se intuye por naturaleza, y que es aplicado por nosotros a todas las cosas, de suerte que así se nos vuelvan inteligibles o conocidas.

      Según Giuseppe Petri, en su obra en contra del gran padre jesuita Liberatore, intitulada Antonio Rosmini e i neoescolastici, parte de un texto que estima fundamental: “In intellectu humano lumen quoddam est quasi qualitas vel forma permanens, scilicet lumen essentiale intellectus agentis, ex quo anima nostra intellectualis dicitur.” 98 Según Petri, es importante retener que para el Aquinate la luz intelectual es algo permanente (un hábito, podría decirse); es algo esencial al intelecto agente y, en cierto modo es el intelecto agente mismo. La luz del intelecto agente penetra al intelecto como su “forma” permanente. Y esta luz, además, vuelve hábil al intelecto para conocer los principios de las cosas, que por medio de esta luz se vuelven manifiestos (per lumen intellectus agentis precipue intellectus cognoscit prima principia omnium illorum, quae naturaliter cognoscuntur). 99 De ahí que Petri se cuestione qué cosa es aquella luz que vuelve hábil al intelecto para conocer principalmente los primeros principios. 100 Este es el foco de la quaestio, según este pensador toscano. Y asegura hallar sustento no tanto en la Summa theologiae, sino en la Summa contra gentes. Ahí, en un texto traído poco a colación, el filósofo y teólogo napolitano asienta que el intelecto es una fuerza, y que tiene un objeto natural, “cujus per se et naturaliter cognitionem habet.” 101 Este objeto no es otro que el ser (esse). Por ello remata el Santo Doctor diciendo: “Naturaliter igitur intellectus noster cognoscit ens, et ea quae sunt entis, in quantum huiusmodi: in qua cognitione fundatur primorum principiorum notitia; ut non esse simul affirmare et negare, et alia hujusmodi.” 102

      Si se tiene presente que lo “natural” es lo que viene dado con el nacimiento, se ve con toda claridad que el intelecto tiene dado, con el nacimiento, la intuición del ser y sus principios. De ahí quiere sostener Pietri en su interpretación rosminiana que la idea de ser es la luz del intelecto agente. Veamos un poco más lentamente cómo llega a esto. Si el intelecto agente actúa, es porque posee algo en acto, eso que la metáfora llama “luz” y que no es sino la idea de ser, que brinda la forma ideal a las cosas que conoce el intelecto paciente. Si se entiende así la doctrina tomista, y el intelecto agente tiene una forma permanente y perfecta, se comprende que esta sea la idea de ser. La luz permanente del intelecto agente es la forma bajo la cual concibe a todos los inteligibles, y esto lo hace bajo la forma del ser, es decir, del ser ideal.

      Por lo anterior Pietri asienta:

      En tanto la potencia intelectiva se extiende a todas las cosas, en cuanto obiectum intellectus est ens; objeto que abraza todo, porque nulla res naturae est, quae sit extra essentiam entis universalis. Pero ello, en lo cual se verifica la condición para abrazar bajo sí omnia, ad quae potentia se extendit, cumple perfectamente la potencia y es su forma perfecta. Por tanto, la idea del ente es la forma del intelecto, o sea, su luz. 103

      Es muy importante esto último, porque Liberatore había dicho, según los textos citados por Pietri, que habría que probar, para aceptar la tesis rosminiana, que el intelecto agente es el ente común, lo cual es evidentemente falso, porque el rosminianismo no postula que una facultad real (como lo es el entendimiento agente) sea una mera idea. Lo que hay que decir es que la luz del intelecto agente es la idea de ser, y que esta idea viene a conformar al intelecto.

      En efecto, la filosofía rosminiana pide distinguir, como lo hemos hecho, entre la potencia intelectiva en su subjetividad (el intelecto agente de cada uno) y el objeto inteligible que actúa a la misma potencia: este objeto es la luz del intelecto, y es para el rosminianismo la idea de ser. 104 Y esta idea de ser no es otra cosa que “forma” del intelecto, es decir, la forma de lo que la tradición llama “luz” del “entendimiento agente”. 105 Así, una cosa es el intelecto agente, que sería la mente misma subjetivamente considerada, y otra la luz del ente común, a la que intuye de manera natural, que sería el polo objetivo.

      Estos dos elementos son indicados por el S. Doctor con la frase luz del intelecto agente, que repite miles de veces. Esta frase dice evidentemente que son dos cosas diversas; es más, son opuestas, [pues una cosa es] la luz que ilumina al intelecto y [otra] el intelecto que, iluminado por dicha luz, es apto para actuar según su naturaleza; en palabras breves: el objeto intuido y el sujeto que intuye. 106

      No debe confundirse, entonces, la luz del entendimiento agente con el entendimiento agente. Se trata de dos cosas distintas, y por ello Petri les llama “contrarias”. La idea de ser en universal no es el entendimiento agente, sino la luz del entendimiento agente. Esta luz es una primera verdad, si se quiere, a través de la cual se manifiestan las verdades particulares, desde el punto de vista del intelecto. En efecto, se trata de la luz originaria o verdad primigenia en el horizonte, de la cual se ponen de manifiesto las verdades secundarias o más determinadas. Y es que la luz es primera verdad en cuanto que gracias a ella las verdades más determinadas se logran observar.

      Empero, muchos han argumentado en contra de esta tesis, diciendo que el Doctor angélico no admite ninguna idea innata, siguiendo muy de cerca a Aristóteles. Bobba piensa que, estrictamente