Amor del bueno. Mila Cahue. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mila Cahue
Издательство: Bookwire
Серия: Tu vida en positivo
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788415131595
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fuente de placer, no de sufrimiento. Este último suele ser producto de errores en el aprendizaje, que veremos más adelante.

      Por si fuera poca la ceguera que produce la dopamina, nuestro cerebro adereza la situación con unas dosis de testosterona, que regula el impulso sexual y la atracción física. Con este cóctel, ya estamos listos para perder la cabeza. En nuestra mente tan sólo somos capaces de ver las maravillas del otro y, además, con fuegos artificiales.

      Aún tenemos una tercera hormona en juego, la oxitocina, encargada de prolongar los vínculos afectivos. Está presente en las primeras fases del enamoramiento y en las parejas de larga duración. En ambos casos hay abundancia de caricias y, en general, mucho contacto piel con piel. Las parejas que con los años siguen tomándose de la mano, de la cintura, pasean juntos del brazo y se hacen caricias más allá de la intención únicamente sexual, están favoreciendo la satisfacción recíproca a la vez que aumenta la calidad de la relación.

      Todo esto y mucho más es lo que ocurre en nuestro cerebro cuando sentimos que estamos enamorados. Esta cascada de hormonas es totalmente esencial para que podamos iniciar una relación afectiva y resulta imprescindible para llegar a conocerse ­mejor.

      El amor no surge de la nada. Los factores que lo desencadenan son imprevisibles y, sobre todo, individuales y muy subjetivos. Pueden tener su origen en nuestra estructura fisiológica o bien en nuestros aprendizajes sobre el amor.

      Respecto a lo que llevamos de serie por genes o por herencia influyen, entre otros:

      icono Nuestra constitución innata

      Algunas de las tendencias en nuestro carácter vienen codificadas en el ADN. Ser activos o tranquilos, introvertidos o extrovertidos, sin duda nos condicionará en nuestra elección, pero no siempre de la misma manera. Dependiendo de la combinación con otros factores, podemos preferir a alguien similar o, por el contrario, a alguien que nos complemente.

      icono Los estados fisiológicos en un momento concreto

      ¿Hoy nos duele la cabeza? Difícilmente el sistema estará preparado para conquistar o ser conquistado. ¿Se está ovulando? Aumentan los niveles de testosterona y eso significa: «quiero enamorarme». ¿Tienes gripe? ¡A la cama!, pero para recuperarse.

      icono El estado emocional

      Sin que seamos muy conscientes de por qué, todos tenemos días mejores y días que no lo son tanto. Es algo normal, siempre que no sea ni muy intenso ni muy frecuente. Los días en que estamos bajos de ánimo, nos resultará difícil encontrar a alguien lo suficientemente guapo o bueno. Es más, incluso si alguien quisiera ligar con nosotros, no le tomaríamos en serio. Cuando estamos de buen humor, todo cambia. Nos sentimos llenos de energía, la vida es bella y somos más generosos. Entonces sí, nos queremos enamorar.

      Además, nuestros pensamientos e ideas también pueden hacer saltar los mecanismos fisiológicos necesarios y el lío de hormonas ya descritos, y facilitar el inicio de una relación:

      icono Lo aprendido en nuestra familia o con nuestros amigos

      «Parece un buen chico o una buena chica; esta persona encaja con lo que aceptaría mi familia…»

      icono Las creencias individuales

      El maniático del orden se desencantará con quien deje el vaso tres centímetros alejado de su sitio; la persona desordenada puede enamorarse perdidamente de quien crea que traerá el orden a su vida.

      icono Las necesidades personales

      Nuestras emociones actúan como vasos comunicantes. Si, por ejemplo, acabamos de salir de una relación en la que la pareja era poco afectiva, en la siguiente se dará prioridad a quien tenga gestos de cariño o ternura; si estuvimos con alguien extremadamente controlador, se buscará a quien deje más espacio personal.

      Así, con este combinado de lo que se desata en nuestro cerebro más una buena dosis de ideas y necesidades íntimas, a veces inconfesables, se produce ese no sé qué que qué sé yo, que yo qué séllamado enamoramiento que tanto placer nos da, al menos en esta primera fase.

      Desde muy pequeños, aprendemos a caminar, a sentarnos correctamente en la mesa y también a pensar de una manera determinada, a percibir el entorno y a generar determinados sentimientos según las circunstancias que nos rodeen. Desconfiar o sentir miedo ante desconocidos o sonreír sumisamente ante un comentario inapropiado, no es una cuestión de genes sino de aprendizaje.

      Las conductas se aprenden y se enseñan en el entorno familiar, en el escolar, con el grupo de amigos, en el momento sociocultural en el que se vive, en el país, según las circunstancias perso­nales… Como ya apuntamos somos hijos de nuestros padres pero ­también de nuestra generación, hábitos y contexto.

      La conducta abarca no sólo actos sino también pensamientos y sentimientos. Si somos capaces de reconocer lo que hemos aprendido, seremos más conscientes de por qué hacemos lo que hacemos y decidir si queremos, o no, cambiarlo.A diario, cualquiera de nuestras conductas viene condicionada por las siguientes preguntas: ¿quiero?, ¿puedo?, ¿sé?

      Cuando nos encontramos ante al reto de amar y deseamos hacerlo bien, hemos de plantearnos: ¿quiero amar?, que implica una actitud; ¿puedo amar?, que lleva implícita una posibilidad y ¿sé amar?, que pone en evidencia la práctica y la experiencia.

      Para que cualquier relación afectiva funcione, hay que sentir que se quiere a una persona y también tener la intención de querer amarla: querer cuidarla, querer que nos quiera, querer prestar atención a sus necesidades, querer saber lo que le hace feliz…

      Algunos aprendizajes apuntan a que amar es una obligación y que, por lo tanto, se puede exigir. Sin embargo, nuestra pareja nos querrá si, y sólo si, nos quiere querer, al igual que nosotros a ella. Definitivamente, no está obligada a hacerlo, ni nosotros a reprocharlo y viceversa.

      La conducta de quererpuede parecernos un poco más complicada que el sentimiento, porque requiere algo más de esfuerzo por nuestra parte. El sentimiento, en realidad, ocurre, pero la relación hay que trabajarla y cuidarla. Y se hará aprendiendo a conocerse y a aceptarse; a perder el miedo a equivocarse y a corregir; a rectificar y crecer juntos; a entender al otro y enseñarle a que nos comprenda. Aunque la idea de trabajar la relación y no descuidarla puede resultar poco romántica, más adelante veremos que el amor no es ciento por cien romanticismo y que suelen ser suficientes, e incluso más efectivas, pequeñas dosis bien administradas. Aunque, bien pensado, también resulta tremendamente romántico ver cómo nuestra pareja nos procura cada día algún momento de felicidad.

      ¿Y hay que hacer todo eso? La respuesta es sencilla: sí. Cuando se quiere la medalla, no queda más remedio que sudar la camiseta y aprender también a disfrutar con ello. Otra alternativa consiste en ver películas románticas de vez en cuando y dedicarse, simplemente, a soñar. Aunque no es exactamentelo mismo; sin duda es mucho más fácil. Depende de cada uno y del calado que queramos para nuestra afectividad.

      Roberto, uno de esos sudorosos campeones, relataba a quienes se sorprendían de la larga duración y de la buena calidad de su relación, cómo cada mañana, al levantarse, se preguntaba si, ese día, deseaba querer a su mujer. Su respuesta había sido