LA EXTRAORDINARIA VIDA DE LA GENTE CORRIENTE
Iván Ojanguren
Título original: La extraordinaria vida de la gente corriente
Primera edición: Septiembre 2020
© 2020 Editorial Kolima, Madrid
www.editorialkolima.com
Autor: Iván Ojanguren Llanes
Dirección Editorial: Marta Prieto Asirón
Corrección ortotipográfica: Patricia Cuesta Martín
Ilustraciones de portada e interior: Laura Virumbrales
Diseño de portada: Paula Leal (PurpleSpark)
Maquetación de cubierta: Sergio Santos Palmero
Maquetación: Carolina Hernández Alarcón
ISBN: 978-84-18263-42-2
Impreso en España
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A Patricia.
Vivir es una aventura de aprendizaje continuo
donde el camino se descubre a medida que avanzamos;
me siento un privilegiado por poder andar ese camino junto a ti.
Gracias por ayudarme a crecer.
Te quiero
Prólogo
El asunto del legado es para mí un motivo de reflexión habitual: ¿buscamos trascender o simplemente intentamos mejorar las cosas a nuestro alrededor? Los pasos que damos, sumados a las decisiones que tomamos, se convierten con el tiempo en lo que dejamos al mundo. Nuestro legado nos dignifica, pero, ¿existe en nosotros una voluntad inequívoca de legar? Me gusta pensar que sí, que las almas puras, esas que nos habitan fluyendo honestamente, mantienen una motivación sincera por mejorar el entorno. La extraordinaria vida de la gente corriente cuenta, gracias al excelente trabajo de Iván, lo que personas de diferente condición aportan diariamente a los demás de forma determinada, enriqueciendo a la sociedad en la que viven a través de su preparación, de su acción y, sobre todo, de mostrar una personalidad abierta, sincera y auténtica.
No existe mejor manera de vivir nuestra vida que articulándola en torno a la pasión, y los protagonistas de este libro tienen en común una desaforada pasión por la vida y las cosas, a la que suman un bendito hábito: tomar decisiones motivadas. Solo tomando decisiones avanzamos conscientemente hacia un lugar mejor y conseguimos reconocernos transitando el camino correcto…, y sobre algo tan simple podemos estructurar lo más parecido a la idea de eso que llamamos felicidad. Decidir, avanzar, compartir: ese es el secreto.
Este es un libro lleno de historias de héroes cotidianos y extraordinarios, e Iván busca y escudriña el lugar sagrado por el que discurren las cosas mágicas que nos cuentan. Algo muy meritorio, porque la propia historia de Iván podría contarse también aquí como una más de esas que inspiran y motivan a la gente a obrar con emoción; aunque esta vez él ejerce de periodista, de testigo, y de manera ágil y comprometida nos regala un verdadero tesoro.
Las historias que tienes entre las manos son patrimonio de todos. Alimento espiritual, optimismo certificado. Iván ha tomado la decisión de poner en valor nuestro entorno y verifica con estas páginas que hay motivos para esperanzarse.
Que nadie nos hurte nunca esa magia que nos regalan los otros, que se mantenga siempre viva la lengua del bondadoso.
Iván, amigo, gracias por tu trabajo: nos acerca un poco más a aquello que fuimos y nunca debimos perder. Ahora, lector, disfruta. Déjate ungir por el ungüento de las cosas que merecen contarse, y, por supuesto, comparte.
Quico Taronjí
Periodista, conferenciante motivacional
y presentador de TV
Nota inicial del autor
Alos treinta y un años tuve mi crisis existencial. Aquello sucedió viviendo como expatriado en Bahrein, trabajando como consultor y jefe de equipo. Tenía un buen trabajo, un buen sueldo y mucha proyección en mi sector. Estaba muy valorado por mis compañeros, responsables, subordinados y también por los clientes para los que trabajaba. Todo el mundo me auguraba un futuro muy prometedor dentro de mi empresa, y además ya estaba propuesto para pasar a la capa de gestión dentro de la organización.
Supuestamente lo tenía todo; o al menos tenía todo lo que había creído que había que conseguir en la vida: un trabajo respetado, un buen sueldo, así como la posibilidad de viajar y tener experiencias en diferentes países, culturas e idiomas. Además, tenía una pareja maravillosa a la que amaba y un buen puñado de personas en las que podía confiar y a las que podía considerar verdaderos amigos.
El punto de inflexión en mi vida sucedió una madrugada; eran las 2:00 h de un 23 de agosto de 2011 y me encontraba solo en mi apartamento en Bahrein. Estaba preparando una demostración de un sistema informático que debía presentar a las 8:00 h del día siguiente; a la cita acudirían nada menos que el ministro de Defensa, el ministro de Sanidad y toda la junta directiva del hospital militar en el que por aquel entonces trabajaba como proveedor. Esa presentación era crucial: si salía bien, seguiríamos adelante con el proyecto; si salía mal, nos íbamos todos para casa y un equipo de casi cien personas se quedaría sin carga de trabajo. Estuve preparando esa presentación durante dos meses, durmiendo muy poco y sin disfrutar de tan siquiera un día libre.
Bien, esa madrugada me encontraba ultimando detalles cuando repentinamente el sistema informático dejó de funcionar. No me lo podía creer. ¡Solo quedaban unas pocas horas para que la presentación diese comienzo! Un sentimiento de impotencia me invadió por completo. Me puse tremendamente nervioso. Estaba tan agotado, perturbado y hastiado que mi reacción fue montar en cólera, y en un arrebato de ira y profunda enajenación hice añicos un palo de escoba golpeándolo contra todas las paredes de aquel apartamento, al tiempo que lanzaba gritos verdaderamente desgarradores mezcla de rabia, frustración y auténtico dolor. Si en ese momento hubiese tenido la oportunidad de verme por un agujerito, habría tenido miedo de mí mismo. Tras volver en mí y ser consciente de la situación, solté asustado el trozo de escoba que me quedaba en la mano y tras unos instantes de absoluto desconcierto me eché a llorar.
Solo Dios sabe lo que lloré aquella noche.
Es más, ahora mientras escribo tengo que parar y recomponerme un poco ya que las lágrimas vuelven a nublar la pantalla de mi ordenador portátil.
Aquella llorera sería la primera de muchas que seguirían en sucesivas semanas. No obstante, algo había cambiado en mí para siempre. Me di cuenta de que mi vida había pasado en un abrir y cerrar de ojos; fui consciente de que cuanto más dinero tenía en mi cuenta bancaria, más vacío me sentía por dentro; y lo que más me inquietaba: el futuro estaba envuelto en una nebulosa donde, por más que lo intentaba, no atisbaba a encontrarme. Todo eso que creía que tenía, trabajo, dinero o seguridad, se desvaneció ante mis ojos del mismo modo que el arcoíris se desvanece mientras lo admiras… Y es que me faltaba lo más importante: mi integridad, mi coherencia y la satisfacción de estar haciendo lo