Representación gráfica de espacios y territorios. Ruth Zárate. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ruth Zárate
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789588956725
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que instrumentalizan su conocimiento y permean sus intereses. Explica que en la cartografía existe un poder externo y uno interno. El externo se refiere al poder político que ejercen los centros de poder y los intereses que tienen en la representación del espacio, en la identificación que la población establece con este, así como en la creación de control territorial representado en el poder jurídico que crea fronteras, disciplina y norma. Por otro lado, el poder interno es el que está inmerso en el texto cartográfico y pertenece a cualquier texto como medio de comunicación (Capdevila, 2002b).

      Según Capdevila (2002b), Harley realizó un aporte a la metodología del análisis de los mapas y llegó a obtener una profunda interpretación mediante el conocimiento del contexto histórico y de los objetivos de cartógrafos, instituciones y de la sociedad para realizar las representaciones. Consideró al mapa como descriptor del mundo, en términos de prácticas culturales y relaciones de poder, preferencias y prioridades; en ese sentido, se puede tratar el mapa más allá de una imagen especular de la realidad, que puede ser decodificado de la misma forma que otros sistemas de signos no verbales. La representación del mundo en cartografía se elabora a partir de signos convencionales o no convencionales, metáforas e imágenes retóricas.

      En ese sentido, los mapas no están libres de valores por cuanto exponen un discurso con significación política, una carga simbólica utilizada por parte de intereses de poderes que se benefician y son una forma de conocimiento, es decir, una forma de poder. Estos ejemplos pueden observarse en la escenificación del imperialismo, en el manejo de la tecnología y en el establecimiento de los derechos de propiedad y recaudación de impuestos. Los mapas destacan lo que interesa y ocultan también lo que interesa a los cartógrafos, quienes trabajan bajo intereses económicos y políticos; de esta manera se generan silencios y olvidos de otras voces periféricas (Capdevila, 2002a).

      Por otro lado, según De Souza (1991), los mapas no pueden ni deben reflejar la realidad como se presenta, ya que no serían prácticos. Por tal razón, se da una distorsión de la realidad a través de tres mecanismos como son la escala, la proyección y la simbolización. Se habla de la existencia de sesgos, abusos, distorsiones y desviaciones que cuentan con unas implicaciones políticas al tiempo que hay distorsiones inconscientes producidas por los valores de la sociedad productora del mapa.

      En este sentido, si el cartógrafo está influenciado por intereses, ¿cómo se hace para que quienes construyen los mapas den un viraje hacia intereses sociales? Se hace imprescindible que las formas de conocimiento del espacio se desarrollen a través de cartografías alternativas, idea que queda emparentada con los estudios de la geografía radical, y por tal razón se quiere abogar por una cartografía social. Esta disciplina no excluye los intereses, voces silencios y olvidos propios de la literatura de los mapas, ni siquiera el interés político, el cual se transforma en un interés democrático participativo. Si la tan popularizada democracia no se reproduce en todos los espacios, esta forma que en teoría le da el poder al pueblo queda meramente nominal. La cartografía social da un poder social a la comunidad y se transforma en una legitimación política que contrasta con los discursos positivistas, academicistas y tecnocráticos que favorecen a minorías con poder económico y político. Las proyecciones que hacen los mapas o el establecimiento de centros representativos son una forma de etnocentrismo, en la que generalmente la cultura que hace el mapa se considera superior y por lo tanto prevalece alguna información sobre otra. Estos silencios son informaciones filtradas de manera tácita: no se desea que aparezcan o no son consideradas relevantes.

      En ese sentido, Harley (2005) expone la presencia de dos tipos de silencios: en primer lugar, los intencionados o estratégicos, que están relacionados con la actividad militar y el control de la información que se transforma en políticas de Estado para que la información de su territorio no se disemine; y en segundo lugar, los no intencionados de tipo comercial, que permiten monopolizar el conocimiento y lograr que las rutas no queden al alcance de todos; un discurso político y social que privilegió un tipo de verdad sobre las otras. El rechazo del imaginario de los otros y de las denominaciones que se les dan a los lugares se presenta porque el grupo dominador quiere representar su propio mundo con el fin de contribuir a la generación de identificaciones con su grupo (Capdevila, 2002 a). Por tal razón, la geografía radical abogaría para que la cartografía esté basada en una teoría social y no en el positivismo científico, que vuelve excesivamente tecnicista el conocimiento (Harley, 2005).

      Los mapas son productos culturales de conocimiento y poder; más que imágenes, se deben entender como un texto de envío de mensajes y un discurso sobre espacios construidos por los seres humanos. Se puede afirmar que los mapas tradicionales son una imagen-documento que funciona como correlato de la historia de una realidad que es edificada por las élites que quieren dominar un espacio en un determinado tiempo (De Souza, 1991). Como otra herramienta más de la comunicación entre sujetos y grupos sociales, las cartografías tienen su propio lenguaje, ligado al poder-saber, así como son fuente invaluable del conocimiento. El Estado ha utilizado los mapas como medio de construcción de la identidad territorial y de definición de los espacios que habitan y transitan los sujetos (García, 2008). Asimismo, quienes producen los mapas observan el mundo desde su cultura, perspectiva que ha sido sesgada o limitada por el lenguaje propio de cada contexto. Las cartografías resultan ser mensajes sociales, que no deben contener la dimensión objetivista propia del positivismo, de manera que sea posible desmitificarlas de su concepción como elementos científicos que no puede ser criticados, analizados y reconstruidos (Montoya, 2007).

      Otro modelo de los nuevos estudios geográficos y cartográficos es el ecologismo. En los decenios de 1950 y 1960, geógrafos marxistas como Pierre George y Jean Tricart propusieron una geografía práctica, de gran renovación y preocupada por la vida y el medio ambiente, que fue apartada por los neopositivistas en los setenta, pero recuperada por los neomarxistas en los ochenta. Así, en las últimas dos décadas de fin del milenio, la sociedad entra en un periodo de globalización sustentado por la estructura capitalista que lleva a mirar otras formas de entender la relación entre el ser humano y el medio ambiente como es el ecologismo. Esta propuesta hace parte de la renovación geosocial, basada en el desarrollo sustentable y sostenible, que plantea como una alternativa el rescate del valor ecológico, lo que lleva a una utopía difícil de lograr en el marco de un mundo capitalista creado para la productividad (Rojas, 2005).

      Entre los valores intrínsecos de la geografía como disciplina se encuentra la cartografía y la relación ser humano-naturaleza. La cartografía representa el lenguaje en el que puede expresarse el objeto de estudio de la materia geográfica como es el espacio socialmente construido. Los mapas son instrumentos que representan características, hechos y procesos del espacio. Su importancia en la geografía, a diferencia de otras materias de análisis, está en ser un instrumento de análisis de la base espacial donde se llevan a cabo los procesos, relaciones y hechos desarrollados en la superficie terrestre (Rojas, 2005). Ahora bien, la relación ser humano-naturaleza se debe observar como parte de un proceso dinámico e histórico–cultural, y no como parte de una relación estática en la que los seres humanos no reconozcan que viven en entornos de transformación.

      Puede situarse esta visión ecologista como parte del posmodernismo, donde también sale a relucir una geografía de género. Esta ha buscado realizar una deconstrucción del estudio del espacio explicando que su construcción se realizó a través de la visión discriminatoria del hombre que ha generado control social sobre las mujeres. Se hace necesario plantear una lucha por la justicia de género en el entendimiento del espacio que subvierta el dominio en la construcción espacial y relacional ejercido por los hombres. De esta manera, se ha planteado una lucha política por las espacialidades alternativas que tienen que ver con el hogar, el trabajo, la recreación y la vida comunitaria. La visión del mundo occidental ha negado la existencia del otro femenino, y solo le da relevancia en presencia o ausencia del espacio masculino. Por tal razón, el nuevo entendimiento del espacio desde la emancipación femenina llevaría a replantear las relaciones sociales de dominación que se fraguan en la cotidianidad y que también son representadas de forma discriminatoria en el estudio de la geografía y también en el levantamiento de las cartografías tradicionales (Delgado, 2001).

      En síntesis, las nuevas geografías han presentado diferentes enfoques; uno de ellos adscrito al poder convencional y en